sábado, 31 de marzo de 2012

DESCTRUCTORES DE LA ALEGRÍA


Si dejas que tus problemas te consuman, nunca podrás disfrutar de la alegría que nos traen las cosas buenas de la vida.

La alegría es una de las razones por las que vale la pena vivir. Sentirla es reconfortante y agradable. El cuerpo se relaja, la mente se abre y el alma se refresca.

Es impresionante cómo los momentos de alegría nos llenan y nos hacen sentir que ha valido la pena cualquier sufrimiento o sacrificio que nos ha traído hasta estos instantes.

La Biblia dice en el libro de Proverbios que el corazón alegre hermosea el rostro. Nuestro semblante cambia y nos vemos mejores y más atractivos que nunca. A todos nos gusta estar alrededor de gente alegre. La alegría es una emoción que se contagia y hace que las personas disfruten de nuestra compañía.

Pero también es cierto que los momentos de tristeza también están en nuestro camino y a veces parecen ser más abundantes.

Quiero hablarte de los destructores de la alegría. Si bien es cierto que la tristeza es parte de la vida y que hay un tiempo para todo, hay cosas que pueden destruir la alegría y hacernos perder
la paz borrando la sonrisa de nuestro rostro.

El primer destructor de la alegría es el perfeccionismo. Muchas veces creemos que las cosas podrían estar mejores de lo que están. En el trabajo todos pueden estar celebrando el éxito o triunfo de uno de los departamentos o de un proyecto, y si somos de las personas que no
estamos conformes, nada es suficiente, nada nos satisface 100%, seremos los únicos que en medio de la celebración nos estaremos preguntando por qué las cosas no resultaron mejores. Viendo el punto negro en la hoja blanca. Todos están alegres, todos están sonriendo y nosotros estamos pensando quizás en el único detalle que no salió como esperábamos.

Querer alcanzar la excelencia en todo lo que hacemos está muy bien. Pero esto es muy diferente a sentirnos continuamente inconformes con nosotros mismos y con los demás. El perfeccionismo puede destruir la alegría, llenar nuestro corazón de quejas, alejar a la gente de nuestro alrededor y amargarnos lentamente haciéndonos incapaces de experimentar la felicidad.

Otro destructor de la alegría es la preocupación. En muchas ocasiones he escuchado decir a la gente que no pueden desconectarse de un problema que tienen en su casa, o en su trabajo, o no
pueden dormir porque es imposible dejar de pensar en cómo salir de una situación. Cuando estamos en una fiesta o en medio de una celebración, nuestro cuerpo está presente pero nuestra mente está clavada en problemas que nos afligen.

Es necesario que aprendamos a pasar un ¨switch¨ en nuestra cabeza. Cuando los problemas nos agobian y no tenemos la solución a la mano, no podemos estancarnos en ellos y dejar que nos pasen por un lado momentos en los que pudiéramos relajarnos y salir de la rutina.

Si dejas que tus problemas te consuman, nunca podrás disfrutar de la alegría que nos traen las cosas buenas de la vida, porque una cosa es cierta: problemas vamos a tener todo el tiempo y
si no aprendemos a entender que todo tiene solución y que Dios puede tener el control de todas las cosas si se lo permitimos, estaremos siempre con una actitud negativa y será imposible disfrutar. Nunca seremos capaces de ver las cosas positivas que nos rodean ni mucho menos sentir a plenitud los beneficios de la alegría.

Es posible aprender a concentrarnos en una cosa a la vez. Dios dice en su palabra que dejemos nuestras cargas a él, que muchas son las aflicciones que nos esperan pero debemos confiar en quien las ha vencido.

Los momentos de alegría están diseñados por un Dios alegre. Partiendo de la base de que hemos sido creados a su imagen, si vemos en la Biblia el ejemplo de un Dios que se siente feliz, se
alegra y sonríe, nosotros los seres humanos tenemos la capacidad de experimentar estas emociones que además, son un descanso para nuestro cuerpo y un bálsamo que nos trae alivio y esperanza.

Dios dice también en las escrituras:
alégrense los que confían en el Señor. Si confiamos en que él tiene control de todas las cosas, en que todo lo que nos sucede resulta para bien de quienes lo amamos y en que él conoce lo que vivimos y quiere lo mejor para nosotros, seremos capaces de alegrarnos aunque estemos atravesando por problemas.

Alégrate, deja que tu corazón se llene de la paz que sólo Dios puede darte y vive cada momento lindo que se te presente a todo dar.

Habla con Dios, cuéntale tus problemas y pídele que se haga cargo. Así, disfrutarás y te
recrearás en las cosas buenas que te sucedan y vencerás los destructores que quieren acabar con tu alegría.

No permitas que los momentos más especiales de la vida se te escapen de las manos. La vida es corta y el tiempo pasa muy rápido. Atesora en tu corazón los momentos de alegría y no le pongas límite a tu corazón para sentir el gozo y felicidad que Dios quiere para ti.

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