miércoles, 14 de marzo de 2012

CIBERFOBIA


Cuando la impunidad se convierte en una norma, no hay quien pueda vivir.
Eso es lo que está sucediendo en el mundo informático. El colectivo de hackers “Anonymous” ha decidido no sólo atacar la página web de la Iglesia y bloquearla durante un tiempo, sino que se atreve a justificar ese acto de piratería llenando de insultos a la víctima de su ataque. Es como cuando un violador agrede a una mujer inocente y, mientras lo hace, la llama “puta”. A la pobre no sólo le queda el estigma de la agresión, sino el insulto.

Para estos terroristas cibernéticos, la Iglesia es lo peor de lo peor, tanto en el pasado como en el presente. No voy a repetir sus insultos, porque no merece la pena. Me basta con decir que estos poderosos delincuentes se olvidan de que son cientos de millones las personas que van a la Iglesia libremente, que son otros tantos los que se benefician de la ayuda social que esa misma Iglesia a la que ellos profanan y que gracias a eso están comiendo, o recibiendo educación o atención sanitaria.

No les importa a estos anónimos delincuentes que haya miles de católicos perseguidos por su fe. Como la BBC, no se atreverán a atacar a los musulmanes, pero sí a la paciente y pacífica Iglesia católica. Que lo hagan si quieren, pero que encima no pretendan justificar su delito manchando el honor de la institución a la que hacen daño.

¿Qué podemos hacer? Una vez más estamos ante un acto de “cristianofobia”, en este caso de la
mano de irresponsables expertos en informática, que podrían dedicar su inteligencia a ayudar a personas necesitadas en lugar de golpear a los que ayudan a esas personas. Ante esto, ya tenemos experiencia. Con rostros y nombres distintos, los de siempre siguen haciendo lo mismo. Y nosotros también. Tenemos que denunciar lo que sucede y defendernos pacíficamente, a la vez que rezamos por nuestros enemigos. Si los tanques de Stalin y las cámaras de gas de Hitler
no pudieron con nosotros, tampoco podrán estos nuevos delincuentes. Que Dios les perdone.

Santiago Martín

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