El Anacoreta y su joven seguidor, rezaron, como de costumbre, el Oficio de Vísperas ante el
icono bizantino de Jesús, que tenían en su Oratorio. Al salir el joven exclamó:
- ¡Qué precioso es este icono!
Sonrió el anciano y dijo:
- Sí, sin duda. Pero, ¿sabes una cosa? Jesús no quiere que lo contemplemos como un cuadro, sino
que le escuchemos, le imitemos y le sigamos. Ni el mejor cuadro, ni el libro más precioso de Jesús valen de mucho, si después de rezar ante el icono o leer el libro no cambiamos totalmente de vida, no nos convertimos.
Y se dispusieron a acabar de preparar la cena como cada día...
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