Los profetas siempre aparecen en tiempos difíciles; pero a sus contemporáneos les cuesta reconocerlos.
Un profeta es alguien que ve la vida distinta a como la ven los demás. Por eso se les trata de raros, cuando no de locos.
¿Cómo son los profetas?
Un profeta es un místico. Una persona de profunda oración, al que le gustaría permanecer en la soledad con su Dios; pero, precisamente, ese Dios le manda en medio de la multitud. El profeta no considera la mística como un narcisismo espiritual, sino como la fuerza que le empuja a entregarse a los demás.
Un profeta es un místico. Una persona de profunda oración, al que le gustaría permanecer en la soledad con su Dios; pero, precisamente, ese Dios le manda en medio de la multitud. El profeta no considera la mística como un narcisismo espiritual, sino como la fuerza que le empuja a entregarse a los demás.
Curiosamente, aunque el profeta es un enviado, nadie lo espera. Y los que sí lo hacen, esperaban otra cosa y no lo reconocen.
Nos han mostrado la figura del profeta como la de alguien que predica calamidades, destrucciones, desastres...Sin embargo el profeta es un enviado para "edificar y plantar" (Jr 1, 10). Viene a mostrarnos caminos nuevos, a señalarnos un mundo nuevo...
El drama del profeta consiste en que, cuando habla a los hombres en nombre de Dios no le escuchan; y por otro lado, ama tanto a la humanidad, que se establece como defensor ante Dios, de aquellos que ni le escuchan, ni le esperan y encima le persiguen.
¿Sabremos nosotros recibirlos y seguir sus caminos?
Joan Josep Tamburini
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