Si después de haber hecho el esfuerzo de intentar encajar la visión científica que se va vislumbrando con los avances en astrofísica, con el cuerpo doctrinal del cristianismo volvemos al relato de los dogmas, al credo, volvemos a estar casi tan incoherentes como al principio.
Porque tenemos clara la acción de Dios. Somos testigos de que Dios, en Jesucristo, nos ha hablado, con su Palabra que es Jesús mismo, nos ha recreado según su imagen, nos ha cambiado el corazón, y por eso podemos estar seguros de que esto en verdad, que en Jesús Dios ha suscitado una fuerza de salvación, en la que Jesús es el Señor, y que es el Nombre sobre todo Nombre, el poder, el Hijo de Dios, que se nos ha dado bajo en cielo, en el que esperamos. Y que en nuestro horizonte espiritual no vale la pena buscar otra solución, otra salvación. Puede haber otras tradiciones, difíciles de valorar desde nuestra experiencia, y en general mezclar el poder que Dios pone ahí no es beneficioso para nuestro proceso cristiano que es mas coherente en la vida de la Iglesia por si misma.
Claro que habrá otras opciones de salvación, lógicamente, en una tierra tan grande, en un universo o multiverso tan inconcebible, Dios les ofrece, igual que a nosotros, la vida abundante de su Gracia a cada hijo suyo, a cada pueblo, a cada civilización, a cada planeta. Pero ahora lo que nos urge es acogernos a la acción de su Espíritu Santo que nos transforme en ese hombre nuevo a imagen de Jesús, que ama, espera y se fía de Dios. Viviendo en vigilia, despiertos, en tensión, como quien espera que se acabe este tiempo y nos venga a buscar Jesús. Y no perder el tiempo y la energía es especulaciones inútiles a las que no podemos llegar con los medios mentales y sensoriales que hoy nos limitan.
Cuando expresamos una realidad en un contexto espacial nos es mas fácil traducir la espacialidad de esa narración como un recurso expresivo. El cielo esta arriba. Estamos aquí y el cielo esta allá. Pero cuando la expresión se tiene la temporalidad como marco expresivo suele ser mas creíble que este tiempo haya existido, exista o existirá. Parece que aunque no sea la creación como la describe la Biblia, si lo podría ser al estilo del Big Bang, hasta establecerlo como puente entre la descripción científica y la bíblica. Pero seguimos en la misma necesidad de extender lo que es un recurso expresivo en términos de tiempo, dándole categoría de revelación. Así ocurre con una Parusía geocéntrica, y finalmente con una Encarnación que determina un espacio tiempo como el centro de la historia, por mas grande y extensa que sea. Y lo que cuenta no es cuando y donde sino lo que acontece en tu vida, en mi vida, lo que Dios regala en Jesucristo. Válido para todo tipo de concepción presente y venidera.
La creación acontece en este ahora, pues es la voluntad de Dios. Jesús nace ahora, pues es el regalo de Dios. Y la venida es en este momento, en el que añoras que te visite y te incorpore a su ser Hijo de Dios. ¿Qué aporta obligarnos a creer en acontecimientos revelados cuando ya la creación tenemos que modificarla ante las evidencias de nuestra mentalidad científica? Si nuestra ciencia incipiente no entiende nada, sino que recién empieza a hablar de física cuántica, de materia y energía oscura que supone el 95% de la materia del Universo que conocemos, con dimensiones donde se diversifica la realidad que no podemos incorporar a nuestro sistema de leyes físicas. ¿No es mejor olvidarnos de toda descripción en términos mitológicos y apocalípticos para centrarnos en lo que nos hace crecer en el amor? La oración, la acción de la Palabra y el compartir en una comunidad donde Cristo esta resucitado, eso si es práctico, evidente, útil, portador de felicidad. Lo demás solo es aguantar los dogmas que en otro tiempo los hermanos cuyas mentalidades se entendían con la de los autores bíblicos se expresaron en esos términos que hoy solo nos obligan a creer en absurdos, siendo el evangelio del reino que anuncia Jesús algo tan evidente, eterno y práctico que nos arriesgamos a perderlo por querer perpetuar un cuerpo doctrinal que no es sostenible.
El misterio de la cruz, inconcebible pero practico, pues la resurrección se da en el acontecimiento de un hombre que acoge la maldición, que entra en la muerte por la fe y el amor a Dios, y que se hace pecado, y que Dios resucita, suscita un poder de transformación haciendo de esa cruz maldita una cruz gloriosa y resucitada, en la que entramos en la comunión con Jesús, siendo parte, complemento de esa acción transformadora de muerte en vida, siendo en Jesús capaces de amar al que nos mata, devolviendo vida al que nos da la muerte, al enemigo, en el poder de Espíritu Santo que nos transforma en otro cristo, en un proceso de santificación hasta llegar a ser como San Francisco, que participa en la cruz de Jesús y completa en su padecer el sufrimiento de Jesús que nos transforma y nos hace hijos de Dios, que aman como Dios lo hace, siendo imagen y semejanza suya para gloria del Padre bueno.
Publicado por: Juan Carlos
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