miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL PESO DE LA SOLEDAD



Cuando llegan las fiestas de Navidad con sus luces, colores, reuniones familiares, promesas de paz y de bondad... hay personas que se sienten invadidas por un profundo sentimiento de soledad.

Aquellos a los que nadie invitará ni le hará un sencillo regalo. Quienes han sufrido un divorcio reciente o la pérdida de una persona querida a la que recordarán con más fuerza estos días... Personas que se sienten golpeadas por problemas personales, económicos, profesionales, físicos... Personas, sobre todo, que creen que nadie les tiende una mano, que el agujero en el que están inmersos es tan grande, que nadie los podrá sacar de él... Y, cada vez que intentan salir se ven más angustiadas e impotentes.

Cuando te sientas así, lo importante es no cerrar los ojos y encerrase en la cueva del dolor y de las lágrimas. Hay que seguir caminando aunque duela... Por muy tenue que sea, siempre hay una luz en el horizonte. Tampoco tienes que mostrar siempre la mejor de tus caras.

Yo veo a Jesús en dos momentos de terrible soledad. En el huerto de los olivos y en la cruz lanzando el grito desgarrador: "Dios mío, porqué me has abandonado".

Es muy legítimo sentirnos así..., pero Él no nos abandona. Siempre está a nuestro lado. Será aquella persona, que seguro encuentras, dispuesta a escucharte, a compartir tus lágrimas, callar y darte la mano... O aquella música, paisaje, lectura, que te levantará el ánimo... Si eres creyente sabes que Él, aunque te parezca ausenta, está junto a ti.

Nunca lo dudes. La noche pasará, lentamente, pero pasará. Mientras tanto, enciende una vela...la Luz, aunque sea vacilante, te acompañará...

El Rincón del Anacoreta

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