El diario El Mundo de fecha 14 de diciembre recoge un titular que dice así: “Una mujer desfigura a su marido de una paliza”, añadiendo debajo que “la víctima requerirá de cirugía maxilofacial para recuperarse”.
El cuerpo de la noticia informa de que “los agentes de la Policía Local de Palma han detenido a Marta Isabel V.C. y su marido por un delito de lesiones en el ámbito familiar. En este caso, la mayor parte de las heridas las recibió Cristóbal M.A., de 37 años, que tenía una hemorragia en el ojo izquierdo, así como varios cortes y arañazos en la cara. Además, también presentaba heridas en los brazos. La gravedad de las heridas obligará al hombre a someterse a cirugía maxilofacial en el hospital palmesano de Son Espases”.
Curiosamente, es Marta Isabel la que había llamado a la policía, para informar de que su marido le había pegado. Sin embargo, cuando la policía llegó a la casa se encontró con el dantesco espectáculo de un hombre con el torso desnudo y doblado sobre el fregadero, ebrio, que no dejaba de repetir “ha sido por mi culpa, por mi culpa”, y que “tenía la cara llena de sangre a causa de los cortes y los golpes recibidos” en grado tal que “precisó el traslado al hospital de Son Espases para que le examinasen las heridas” donde “el médico le advirtió que tendría que recibir cirugía maxilofacial por la gravedad de los golpes recibidos”.
Por cierto, ninguno de los protagonistas del episodio era español, sino que se trataba de dos colombianos, fenómeno, éste de la extranjereidad, recurrente en este tipo de delito (1).
Esto es parte de la triste realidad cotidiana en los hogares desestructurados que existen en España. Que en los más de los casos sea el hombre el agresor y la mujer la agredida no autoriza a nadie de decretar que un comportamiento es delictual sólo si lo comete el hombre y no si lo comete una mujer. Es más, estoy por decir que la proporción en la que el hombre comete un delito de violencia doméstica frente a aquélla en la que lo hace la mujer, ni siquiera es mayor que en otros delitos como, por ejemplo, atracos a mano armada, terrorismo, donde el índice de delincuentes masculinos muy probablemente sea aún más desproporcionado. ¿Y acaso sería de recibo plantear la despenalización del atraco a mano armada cuando quien lo comete es una mujer sólo porque las atracadoras a mano armada sean pocas?
La ley que rige el delito de violencia doméstica en España, mal llamada violencia de género, - las personas para empezar no tienen género, tienen sexo, y en ese tipo de violencia hay muchas más implicaciones que las estrictamente sexuales - es una ley llamada a pagar la deuda en la que incurrió el pesoísmo zapaterita para arropar con algún tipo de cobertura ideológica a un señor que llegó al Gobierno antes de tiempo (en realidad no debió llegar nunca), sin proyectos, sin equipos, sin conocimientos, sin estatura… y también sin ideología, más allá de una serie de pesadillas que sufrió cuando tenía 14 años y de las que con 51 seguía sin recuperarse.
Terminada esa triste etapa de la historia española, hora es de ir enmendando los muchos errores cometidos durante ella, uno de los principales la discriminación intolerable a los ojos del artículo 14 de la Constitución española que establece que “todos los españoles son iguales ante la ley” en que consistió crear un delito que sólo cometían hombres y no mujeres. Algo de lo que es buena prueba la noticia calentita que traigo hoy a esta columna.
(1) También intentaron convencernos de que la violencia doméstica era el comportamiento habitual del “homo facha hispanicus bigoteatus”, cuando en realidad el 75% de los delitos denunciados son cosa de extranjeros y de jovencitos muy progresistas nacidos en plena democracia.
Luis Antequera
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