sábado, 12 de noviembre de 2011

TUS FACILIDADES, SEÑOR



Cuando una persona se ocupa de limpiar las legañas de los ojos de su alma, todo para ella cambia de tamaño color y situación.

A medida que se van limpiando los ojos de nuestra alma, la luz divina, no la luz material del sol y sus sucedáneos, va iluminando los ojos del alma y todo adquiere una nueva perspectiva. Y para que esto ocurra, si alguien cree que esto es un problema, la solución del problema es muy sencilla, solo se necesita una cosa que la inmensa mayoría de las personas les falta; es necesario querer, hace falta tener voluntad de querer.

Dice el refrán, que: Quien quiere puede, y evidentemente es así. Querer es poder, pero…. Hace falta querer en el tiempo, dicho con otras palabras es necesario perseverar. Se asegura, en la literatura naturalmente, porque nadie lo ha visto ni ha retornado de allí, que el infierno que es inmenso, está todo él enlosado con pequeñas piedras, de buenas intenciones. Por lo que si nos decidimos a tirar para adelante y entregarnos sin reserva a la voluntad divina, meditémoslo antes seriamente, no vayamos a cooperar a la ampliación del suelo del infierno.

Thomas Mertón, escribía que hay tres formas de vivir con Quienes viven para Dios, viven con otras gentes, y viven en las actividades de su comunidad. Su vida es lo que hacen. Quienes viven con Dios tambiérespecto a Dios: Algunos viven para Dios, algunos viven con Dios, y otros viven en Dios. Quienes viven para Él, pero no viven en lo que hacen para Él, viven en lo que son ante Él, Sus vidas lo reflejan mediante su propia simplicidad y mediante la perfección de su ser reflejada en su pobreza. Quienes viven en Dios no viven con otros hombres o en sí mismos, ni todavía menos en lo que hacen pues Él, hace todas las cosas en ellos”.

A estas tres formas de relacionarse con Dios, creo necesario añadir una cuarta y quizás también una quinta, para encuadrar en ellas, no solo a los que viven tratando de encontrar a Dios, por caminos equivocados y creyendo que están en la buena dirección y no se molestan en mirar si hay algo más, sino también aquellos otros que con respecto a Dios viven de espaldas a Él.

Para nosotros, nos es aquí importante, referirnos a la tercera forma de Mertón, que se refiere a los que se han abierto al Señor, y Él les ha concedido el don eremítico, los cuales pueden ser eremitas de realidad o de deseo; por ello dice que: No viven con otros hombres o en sí mismos, ni todavía menos en lo que hacen pues Él, hace todas las cosas en ellos Concretando más, se está refiriendo aquellos que se abandonan o entregan al Señor, sea en la soledad del desierto de un eremita, sea luchando en este mundo, lo cual resulta ser más difícil. Pero recordemos siempre, si es que ha nacido en nosotros la voluntad de entregarnos al Señor, que Él nos ha situado en una posición determinada en esta vida, y desde ella hemos de efectuar nuestra entrega, no pensando que hay que retrasar la entrega hasta que puede encontrar un desierto. Si tu voluntad es firme y determinante, no te preocupes, Él ya se encargará de procurarte el mejor desierto, aunque este no se aquel con el que tú habías soñado, pero siempre será el que más te conviene. Ante todo ama su voluntad, lo demás siempre se te dará por añadidura.

Jean Lafrance habla del santo abandono o entrega a la voluntad divina, diciendo que: Entregarse es más que dedicarse, es más que darse, es incluso más que abandonarse a Dios…. Entregarse, en definitiva, es morir a todo y a sí mismo, no ocuparse del yo más que para tenerlo siempre vuelto hacia Dios. Entregarse es, además, no buscarse en nada ni para lo espiritual ni para lo corporal, es decir, no buscar ya satisfacción propia, sino únicamente el placer divino”. Como se ve, Lafrance distingue entre abandono y entrega y evidentemente media una diferencia. Pero estamos todos tan lejos de estas situaciones, que no es el caso de alargar esta glosa con esta distinción que solo muy pocos, con inquietudes de esta naturaleza y tratadistas la pueden aprecian.

El Señor, está siempre ansioso de encontrar un alma en la que poder derramar su infinito amor, y cuando la encuentra se vuelca en darle facilidades. Naturalmente estoy hablando de facilidades espirituales nunca materiales, es más, puede ser que la vida material de la persona que tiene esa alma, no solo no se le facilite, sino que se le complique, pues los caminos Señor ya sea en orden material o en el espiritual nunca suelen coincidir con los nuestros. Cuando una persona toma la firme resolución de entregarse al Señor, querer ser uno de sus elegidos, no ha de preocuparse de nada, el Señor se lo va a dar todo hecho, le allanará todos los caminos y dificultades, espirituales e incluso materiales, que se le pongan a uno por delante. Personalmente puedo dar fe de esta realidad, por circunstancias y hechos que he conocido. Nunca hay que angustiarse, por grande que sean los problemas, solo hay que perseverar en el empeño de entregarse a Él y tener paciencia. Él no defrauda a nadie y mucho menos al que tiene el firme deseo de ser una víctima de su amor infinito.

Pero hay que tener presente varias cosas. La primera es tener siempre la certeza de que el Señor está siempre a nuestro lado ayudándonos, pero jamás vamos a tener certeza de esto; siempre hay que confiar ciegamente en Él, y jamás dudar de que si nos llegará o no su ayuda. Seguro que llegará, aunque a lo mejor para nosotros nos llega de una forma inesperada, y no de la forma y por el camino que nosotros esperábamos. Tanto al Señor como al maligno, les gusta operar en las sombras, sin que se tome conciencia de la actuación del Uno o del otro. Solo cuando hemos conseguido limpiar, una buena parte de las legañas de los ojos de nuestra alma, es cuando veremos siempre en los acontecimientos de este mundo la mano del Señor y la del maligno. Si comentamos a alguien: Eso es obra del demonio, lo más seguro es que se tomen a broma y hagan algún comentario jocoso, o lo que es peor nos miren compasivamente pensando, este está chalao. Prácticamente casi todo el mundo, no tiene en cuenta que la intervención del demonio en el mal que nos rodea es absoluta, y no llega a intervenir con más ahínco, porque el Señor no se lo permite, si se lo permitiese de un plis plas, nos borraba a todos del mapa de este mundo.

Entregarse a Dios, nunca puede ser parcialmente. Muchos quieren ir hasta un cierto punto y quieren reservarse un cierto rincón en su alma donde esconder sus más íntimos sueños y deseos, y no comprometerse ni avanzar más. ¡Craso error! Entregarse a Dios es correr un riesgo porque el Señor no se contenta compartiendo: lo quiere todo. Entregarse al Señor, es abandonar totalmente el timón de la nave de tu vida y Él te llevará allá donde no quieres ir: "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: Sígueme. (Jn 21,18-19).

Pero no te asustes por lo anterior, si de verdad estás dispuesto, quieres entregarte de verdad, el Señor te dará unas facilidades que nunca vas a poder creerte y ten por seguro que irás encantado a ese lugar a donde ahora te aterra ir.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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