miércoles, 2 de noviembre de 2011

PROMISCUIDAD SÍ, CASTIDAD, NO



¿Reciben en las aulas nuestros niños y adolescentes una buena educación sexual, es decir una educación positiva y prudente o es peor el remedio que la enfermedad?

Estamos empezando un nuevo curso. Prácticamente todo el mundo cree conveniente que se dé educación sexual, empezando por la propia Iglesia, que ya en el Concilio Vaticano II afirmó: Los niños y jóvenes deben ser instruidos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual (Declaración Gravissimum educationis nº 1). Parece por tanto en principio conveniente que nuestros niños y adolescentes reciban esa educación sexual, tanto más cuanto que si hay algo indiscutible es que la ignorancia no es una buena educadora.

Pero hay una palabra clave: ¿reciben en las aulas nuestros niños y adolescentes una buena educación sexual, es decir una educación positiva y prudente o es peor el remedio que la enfermedad?, ¿qué tipo de educación sexual se da en nuestras aulas?

En estos momentos en nuestra sociedad se enfrentan dos concepciones distintas de la sexualidad.

En la concepción cristiana la realización del amor es el principal objetivo de la sexualidad. La educación sexual es una educación para el amor en orden a una completa formación moral de los niños y jóvenes. La cual supone una actitud sana y positiva hacia la sexualidad humana, basada en el respeto a la dignidad de la persona, en la virtud de la castidad y en la práctica de la autodisciplina. Una vida familiar equilibrada, en la que los padres sean fieles practicantes y totalmente entregados el uno al otro y a sus hijos, constituye la escuela ideal para la formación en los sanos valores morales.

En la concepción materialista es la obtención del placer el principal objetivo de la sexualidad, que cada uno puede tratar de alcanzar según le venga en gana. La permisividad absoluta y el rechazo de toda moral que no identifique bien con placer son el denominador común de este tipo de corrientes, que coinciden en una visión físico-anatómica del sexo, como si se tratara de un fenómeno puramente biológico, sin ninguna trascendencia ni significación. Es una visión laicista y atea de la sexualidad, en la que prima la ideología de género, dando igual ser homo que heterosexual, juntarse por una temporada que casarse definitivamente, tener hijos que no tenerlos, aceptarlos que destruirlos antes de que nazcan. Cada uno es dueño absoluto de su vida, y, en parte, también de la vida de los demás, como ocurre en el caso del aborto provocado. Se separa la sexualidad del matrimonio y de la procreación, evitando el comprometerse, y, finalmente, se desvincula la sexualidad del amor, para acabar en el simple hedonismo. Tan sólo se quiere satisfacer el instinto, con la búsqueda del placer y del orgasmo, procurando únicamente evitar los embarazos y las enfermedades de transmisión sexual.

Desgraciadamente es esta concepción materialista y relativista la que se enseña en muchos de nuestros centros escolares. Incluso con la nueva Ley del Aborto es la ideología de género la que hay que implantar oficialmente en las escuelas y colegios de España. Mientras en otros países como Francia, con una visión laicista pero no sectaria de la sexualidad, se habla a los alumnos de la fórmula ABC, es decir Abstinencia, Fidelidad (Be faithful), Condón, aquí prescindimos directamente de los dos primeros y nos vamos al condón, al que por cierto se presenta como sexo seguro, cuando sólo lo es en un 85 por ciento de los casos, por lo que es bastante inseguro, si bien disminuye riesgos, pero desde luego no los neutraliza del todo. Es decir no se habla de la castidad, no sé si porque la consideran ideologizar a los alumnos o simplemente se pasa de ella porque se la tiene como algo imposible, lo cual indica el talante moral y la fe en la libertad humana de quienes dan estas charlas, pero en cambio se tiene el máximo respeto a la promiscuidad, porque como he oído con mis propios oídos: a nosotros nos merece tanto respeto un chico o una chica que se acuestan como unos que no se acuestan”, con lo cual la conclusión lógica, si encima les dicen que no pasa nada si lo hacen con preservativo, es que el que no se acuesta es idiota.

Esto es lo que está pasando en muchas aulas, especialmente de colegios públicos, pero también en unos cuantos concertados, porque hay mucha gente que está en la luna. No dejéis que en nombre de una pretendida educación sexual, se corrompa sexualmente a nuestros niños y adolescentes y sabed los padres que nuestra Constitución, en concordancia con la Declaración Universal de Derechos Humanos, dice en su artículo 26 apartado 3 lo siguiente: Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

Padres, ejercitad vuestros derechos en favor de vuestros hijos, exigiendo el cumplimiento de la Constitución. Enteraos e intervenid para que no sea realidad lo que ya está pasando con la pretendida educación sexual y que da título a este artículo: Promiscuidad sí; castidad no.

Pedro Trevijano

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