lunes, 31 de octubre de 2011

LA MASONERÍA



EL ORIGEN DE LA MASONERÍA, SEGÚN LOS AUTORES MASÓNICOS (1)
La gnosis es el conocimiento profundo de las cosas divinas, que al parecer sólo está al alcance de los iniciados.

El texto gnóstico más difundido es la doctrina expresada en los libros de Hermes, o pseudo Hermes Trismegisto.

La semana pasada, a propósito del artículo que publiqué en este periódico bajo el título de Australia gobernada por masones”, un comentarista que firmó con el nombre de Godofredo, habló de la ignorancia y osadía del Sr. Guillamón en temas masónicos, porque no da ni una. De ordinario no suelo entrar en polémicas con quienes me contradicen, porque creo a pies juntillas en la libertad de expresión y de opinión, pero en esta oportunidad voy a hacer una excepción, en atención cortés a Godofredo, al que supongo masón por su modo de razonar.

Empecemos por el principio, porque la respuesta más o menos completa puede ir para largo. Las llamadas Constituciones de Anderson, la primera regulación de la Orden, contienen la Historia, las Obligaciones, Reglamentos & c. de esta muy antigua y muy Venerable Fraternidad”. En el largo apartado histórico el autor intenta demostrar el origen antiquísimo del oficio masónico (entendido como un precedente de la masonería filosófica moderna), tan antiguo que lo remonta al padre Adán. Data el texto en el Año de la Masonería 5723, o sea, los 4000 años atrás desde que Dios creó al hombre hasta Jesucristo, más los 1723 años delAño de Gracia (de la era cristiana) en que se publicó dicho reglamento.

Adán, nuestro primer padre, creado a imagen de Dios, el Gran Arquitecto del Universo, tuvo que poseer las Ciencias liberales, y especialmente la Geometría [...] que enseñó a sus hijos. Imaginen la ciencia infusa que tenía el primer hombre bíblico. Noe – sigue - y sus tres hijos, Jafet, Sem y Cam (fueron) todos ellos auténticos masones...” “Abraham - dice más adelante -, unos 268 años después de la confusión de Babel, fue llamado en Ur de Caldea, donde había aprendido Geometría y aquellas Artes que funcionan mediante ella, lo cual transmitió cuidadosamente a Ismael, a Isaac y a los hijos nacidos de Ketura; y por medio de Isaac a Esaú y Jacob y a los doce Patriarcas”. De modo que no eran pastores nómadas según creíamos de acuerdo con la Biblia, sino geómetras, o, en el mejor de los casos, pastores y geómetras.

Moisés - continúa narrando el autor de las Constituciones - se convirtió en el Maestro General Masón así como en rey de Israel porque era simultáneamente hábil en todos los conocimientos egipcios y divinamente inspirado por su repentino conocimiento de la Masonería. [...] Los israelitas, a su salida de Egipto, eran un completo Reino de masones bien instruidos, bajo la dirección de su Gran Maestro Moisés que les orientó frecuentemente en una Logia regular y General, mientras estaban en el desierto, y les otorgó sabias Obligaciones, Reglamentos, etcétera.

Para construir el Primer Templo - siempre según Anderson - Salomón dependió ampliamente de Hiram, el rey de Tiro, que le envió a sus masones (constructores) y carpinteros. [...] Pero sobre todo le envió a su homónimo Hiram, el Masón más perfecto de la Tierra”. “El sabio rey Salomón fue Gran Maestre de la Logia de Jerusalén y el ilustrado rey Hiram fue gran maestre de la logia de Tiro”. “El glorioso Augusto llegó a ser el Gran Maestre de la Logia de Roma.

Una de las fábulas más socorridas de los masones es la de Hiram Abif, el supuesto arquitecto del Templo de Salomón o Primer Templo de Jerusalén. Según Xavier Casinos, autor afecto a la orden (Quién es quién masónico, Ediciones Martínez Roca, Madrid, 2003, pág. 12) La Biblia narra que Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, fue asesinado por tres de sus discípulos, celosos de su saber, y con él murió el secreto del templo. Salomón mandó a tres masones en busca del cadáver para desenterrarlo y recuperar el secreto. La leyenda de Hiram y el templo de Salomón ha inspirado la estética y parte del ritual de las masonería. [...] Además, los masones se autodenominan hijos de la viuda, en referencia al arquitecto de Salomón”.

No sé en qué Biblia ha leído Casinos el relato anterior, pero desde luego no en la versión aprobada por la Conferencia Episcopal Española (edición de La Casa de la Biblia) porque semejante fábula no aparece en ella por ningún lado. Lo que dice la Biblia canónica (1R 7, 13-14) es que Salomón mandó traer a Jiram de Tiro, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de padre tirio; era un experto broncista, dotado de sabiduría, inteligencia y pericia para toda clase de trabajos en bronce. Así resulta que Hiram, el Masón más perfecto de la Tierra”, no era arquitecto, ni constructor, ni siquiera peón de albañil, sino experto broncista, fundidor en moldes de arcilla en la región del Jordán, entre Sucor y Sartán, cuya especialidad tiene poco que ver con la albañilería propiamente dicha. Tampoco hay dato alguno bíblico que haga referencia a su asesinato ni a la tumba sobre el que se planto una rama de acacia que arraigó - otro de los grandes símbolos masónicos, el de la acacia -, ni que Salomón mandase a nadie a recuperar su cadáver.

Pero aquí no acaba la cosa. Xavier Casinos dice a continuación: La leyenda sobre el templo de Salomón condujo a las cruzadas y a los caballeros templarios. Muy pronto surgieron teorías sobre el origen templario de la masonería. Ya tenemos a los misteriosos y achicharrados monjes-soldados de la orden militar del Templo de Jerusalén metidos en el baile, contagiados de gnosis, que, naturalmente, transmitieron a la masonería.

La gnosis es el conocimiento profundo de las cosas divinas, que al parecer sólo está al alcance de los iniciados. El texto gnóstico más difundido es la doctrina expresada en los libros de Hermes, o pseudo Hermes Trismegisto. Hermes es el dios griego (los romanos lo llamaron Mercurio), del comercio, del fraude, de la palabra y la elocuencia, inventor de la escritura, matemáticas, astronomía, pesas y medidas, patrono de los ladrones, de los caminos y caminantes (Manuel Guerra, Diccionario Enciclopédico de las Sectas, cuarta edición, BAC, Madrid, pag. 361). Hermes Trismegisto, por su parte, es el dios egipcio Tot, según lo llamaron los antiguos griegos. Significa tres veces grande, y, al decir de neoplatónicos y cristianos de los siglos III y IV, corresponde a un antiguo rey de Egipto del siglo XX antes de Cristo, inventor de todas las ciencias y a quien la tradición mitológica atribuye numerosísimos libros, entre ellos obras secretas de magia, astrología y alquimia.

EL MITO DE LA MASONERÍA OPERATIVA” (2)
Dejarse enredar en las alegorías y fábulas masónicas propicia estos desatinos históricos incluso en autores serios, como el diplomático e historiador, Vaca de Osma.

Hablar de la masonería operativa, esto es, de la albañilería o construcción, como precursora, con sus imaginados ritos y supuestos secretos, de la masonería especulativa o actual, según repiten todos los textos que se ocupan del tema, es un solemne tontería. Cierto que desde tiempos remotos, los constructores, igual que los miembros de otras profesiones, procuraron agruparse en asociaciones de carácter profesional que cambiaron de nombre a los largo de la historia, pero no de fines, que no eran los de proteger secretos del trabajo, sino protegerse contra intrusos, oportunistas, profanosy gobernantes depredadores que pudieran arruinar el negocio. Ahora, aquellos antiguos gremios, se llaman colegios profesionales y asociaciones patronales.

Si los masones modernos, en lugar de copiar los instrumentos (la escuadra, el compás, el mandil de los canteros, etc.) y cierto lenguaje de los constructores, hubiesen imitado a los pintores, habrían encontrado más recursos para enmascarar sus opacos propósitos, porque no hay pintor de ninguna época que no haya tenido ni tenga, algún secretillo, algún truco para singularizar su pintura, para distinguirse en ese esfuerzo creativo ansioso de originalidad. En cambio, la arquitectura termina siendo un producto de grandes proporciones en el que intervienen múltiples operarios de diversas especialidades, cuyos secretos, supuesto que existan, serán siempre secretos a voces, expuestos finalmente en la plaza pública... Bien visto, los masones especulativos no anduvieron muy acertados a la hora de elegir oficio en el que poder esconderse o aparentar algo distinto de lo que son en realidad.

Sostener, como hacen la generalidad de los autores que se ocupan del Arte Real, que la crisis del artesanado, en particular de constructores y canteros, facilitó la invasión de hermanos aceptados que acabaron suplantando a los anteriores, o sea, que terminaron alzándose con el santo y la limosna, es una tontería más de las muchas que oscurecen el nacimiento de esta congregación. Los talleres artesanales sólo empezaron a decaer cuando tomó impulso el mecanicismo o revolución industrial, iniciada en Inglaterra ya avanzado el siglo XVIII. En cambio, la masoneríaespeculativa”, que se tiene por heredera de laoperativa”, empezó a funcionar ya a comienzos de ese siglo, tiempo en el que el artesanado se hallaba todavía en pleno funcionamiento, y más que ningún otro gremio el constructor, precisamente en la capital inglesa, donde se fundaron las primera logias filosóficas”. El pavoroso incendio de Londres en 1666 destruyó más de cuarenta mil casas y cerca de noventa templos, entre ellos la catedral de San Pablo, primada de la Iglesia anglicana. La reparación de tan enorme desastre exigió un esfuerzo constructor extraordinario que duró más de un siglo.

Autores varios vienen a decir que el final del gótico y de las catedrales dejó sin trabajo a los tallistas y obsoletas las fórmulas y técnicas secretas de los francmasons (José Antonio Vaca de Osma, La masonería y el poder, Planeta, Barcelona, 1991, p. 30). Ya he explicado que si hay un gremio que difícilmente puede ocultar ningún secreto profesional es el de los arquitectos y constructores. Además, el final del gótico no supuso en absoluto que dejaran de levantarse más y mayores catedrales, sino todo lo contrario: el Renacimiento trajo consigo un auge de nuevos edificios religiosos quizá no conocido hasta entonces. Como muestra tenemos el espléndido botón de la grandiosa basílica de San Pedro en Roma, el impresionante monasterio de San Lorenzo de El Escorial, o las innumerables iglesias de la Compañía de Jesús alzadas en medio mundo. Y en cuanto al trabajo de los tallistas (canteros y escultores), ahí está la espléndida escultura renacentista, que acunada en Florencia se extendió por todo el orbe católico. En fin, que dejarse enredar en las alegorías y fábulas masónicas propicia estos desatinos históricos incluso en autores serios, como el diplomático e historiador, Vaca de Osma.

EL VERDADERO ORIGEN DE LA MASONERÍA ESPECULATIVA” (3)
En este clima sumamente revuelto, nacieron las primeras logias (lodge en inglés, alojamiento) en las tabernas exclusivas de hombres, donde, con una pinta de cerveza en la mano, se discutía de todo lo divino y humano.

La masonería que tirios y troyanos, aún los contrarios, llaman especulativa o filosófica”, nació en Londres a comienzos del siglo XVIII, y no tiene nada que ver con el trabajo de arquitectos y constructores, es decir, con la masonería operativa, según expliqué en el artículo de la semana pasada. A la masonería actual deberíamos llamarla con mayor propiedad masonería ideológica, y en sus inicios fue un fenómeno típicamente británico, imposible de entender sin tener en cuenta la convulsa historia de Gran Bretaña en los siglos XVI y XVII, los intereses de su política imperialista y el hervor empirista de la época.

Durante esos dos siglos, Gran Bretaña registró, además del cisma anglicano promovido por Enrique VIII Tudor en 1531 y hasta la llegada de la casa luterana de Hannover, convertida al anglicanismo (Jorge I, 1714-1727), cuatro dinastías: Tudor, Estuardo, Orange-Estuardo, otra vez Estuardo y, finalmente, Hannover, con una república (dominada por el puritano Cromwell) regicida y despótica en medio, originando feroces luchas entre partidarios de unos y otros.

Los enfrentamientos políticos se complicaron y endurecieron a causa del fraccionamiento religioso que sufrían las islas británicas: anglicanismo, episcopalismo escocés, presbiterianismo y sus derivados congregacionales y puritanos, los tres de raíz calvinista y los restos del catolicismo, incluidos los avasallados irlandeses y sus hermanos en la fe, que terminaron pagando los vidrios rotos. El triunfo de la coalición anglicano-calvinista (Revolución Gloriosa de 1688), que entronizó a Guillermo III de Orange o de Holanda (calvinista), con su esposa y prima María Estuardo (anglicana), hija de Jacobo II Estuardo (católico), no supuso el fin de las intrigas, conjuras y revueltas de unos y otros.

En este clima sumamente revuelto, nacieron las primeras logias (lodge en inglés, alojamiento) en las tabernas exclusivas de hombres, donde, con una pinta de cerveza en la mano, se discutía de todo lo divino y humano. Era una época de ebullición experimental, a cuyo empirismo no escapaba ninguna actividad o faceta humana, ni siquiera las más misteriosas y opacas. De estas últimas, continuadoras de las confabulaciones secretas de anglicanos y protestantes (a la gresca siempre con los estuardistas católicos), surgieron las logias masónicas de las tabernas de la Oca y el Grillo, de la Corona, del Manzano y de las Uvas. En la fiesta de San Juan de Verano de 1717 (San Juan Bautista, 24 de junio), los miembros de las cuatro logias se reunieron en la primera de ellas, sita en Saint-Paul’s Churhyarda, en el corazón de la city, junto a la catedral anglicana ya en avanzada fase de reconstrucción, y decidieron unirse bajo la denominación de Gran Logia de Londres, luego Gran Logia de Inglaterra y, por último, Gran Logia Unida de Inglaterra, el fusionarse en 1813 con la Antigua Gran Logia de Inglaterra.

En 1717, reinaba ya en las islas británicas, desde hacía tres años, el primer soberano de la casa de Hannover, gran protector, como sus sucesores, de la masonería, a la que dominaron y utilizaron a manera de caballo de Troya en campo enemigo al servicio ladino del expansionismo británico, como veremos en el artículo de la semana próxima.

DEPENDENCIA MASÓNICA DE LA CORONA BRITÁNICA (4)
Su matrimonio con la irlandesa permitió a Wharton entrar al servicio del rey de España, donde alcanzó el grado de coronel. Falleció en Poblet (Tarragona), en cuyo monasterio cisterciense quedó enterrado.

La primigenia masonería ideológica estuvo siempre, no sólo al servicio de la Corona británica desde la entronización de la casa de Hannover con Jorge I en 1714, sino dominada por la aristocracia que rodeaba a los sucesivos reyes, al menos durante un siglo, esto es, hasta 1813, en que se produjo la fusión de la Gran Logia de Inglaterra con la Antigua Gran Logia de Inglaterra o, según un tal Amando que replicaba a mi artículo de la semana pasada, Gran Logia de los Antiguosmasones Libres y Aceptados, creada por adeptos ingleses e irlandeses en 1751.

El primer gran maestre de la Gran Logia de Inglaterra, elegido el mismo día (24 de junio de 1717) de la constitución de esta obediencia, fue el caballero Anthony Sayer, al que sucedieron los grandes maestres siguientes, siempre elegidos en la festividad de San Juan Bautista (para los masones San Juan de Verano): Greorge Payne en 1718; Juan Teófilo Désaguliers en 1719 (pastor presbiteriano, hijo de un pastor hugonote francés que se refugió en Inglaterra huyendo de la persecución de Luis XIII, rey de Francia); de nuevo Payne en 1720; el duque de Montagu en 1721; el duque de Wharton en 1722; el duque Buccleuch en 1723; el duque de Richmond, en 1724; lord Paisley, conde de Abercorn en 1725, y así hasta 1813 al menos, cuyos grandes maestros pertenecieron siempre a la nobleza, y alguno a la realeza, como el príncipe de Gales, gran maestre entre 1792 y 1812.

Durante su segundo mandato, en 1720, Payne encargó la redacción de un primer reglamento masónico al pastor presbiteriano James Anderson, que contó con la ayuda de una comisión formada por unos quince ponentes. El reglamento, titulado Las Constituciones de los Francmasones, pero más conocido como las Constituciones de Anderson, que los afectos a la fraternidad consideran el evangelio masónico, vio la luz en marzo de 1723, siendo gran maestre el duque de Wharton, aunque están dedicadas al duque de Montagu, antecesor en el cargo de gran maestre.

Felipe, duque de Wharton, de confesión anglicana, fue un personaje muy peculiar. Hijo de Tomás de Wharton, alto funcionario de la corte, a quien Jorge I, al llegar al trono, lo nombró marqués y lord del sello privado, aunque murió pocos meses después. Felipe recibió el bautismo apadrinado por el rey Guillermo de Orange y su cuñada, la princesa Ana –más tarde reina-. Ocupó una posición distinguida desde muy joven en la política inglesa de su tiempo y en la masonería, pero sus excentricidades - tan pronto era tory como whig - y vida pródiga, le privaron de su gran fortuna, que dilapidó, y el favor del rey. Arruinado vino a España, donde halló refugio. En Madrid fundó, el 15 de febrero de 1728, la primera logia acreditada en nuestro país, llamada Las Tres Flores de Lis, por el nombre de la fonda francesa donde se reunían los hermanos”, exclusivamente británicos, pero no tuvo continuación. Aquí se casó en segundas nupcias, viudo de su primera mujer, con María Teresa O’Neil, católica, hija de Henry O’Beirne - capitán irlandés al decir de unos, o coronel según el jesuita zaragozano estudioso de la orden, Ferrer Benimeli - que hacía armas en el ejército español. María Teresa O’Neil era dama de la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V.

Su matrimonio con la irlandesa permitió a Wharton entrar al servicio del rey de España, donde alcanzó el grado de coronel. Falleció en Poblet (Tarragona), en cuyo monasterio cisterciense quedó enterrado. Su lápida, escrita en latín, precisa, después de una larga ristra de títulos nobiliarios, que murió en la fe de la Iglesia Católica Romana en Poblet el 31 de mayo de 1731. Contaba 32 años de edad. Franco, durante una visita a dicho monasterio (que es muy digno de ver, fundado por el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, uno de los grandes reyes de la Reconquista, para panteón de los soberanos de Aragón y, aprovechando el viaje, catar el poderoso vino del priorato), descubrió o le mostraron la tumba del que fuera gran maestre de la masonería inglesa, madre de la masonería universal. El entonces jefe del Estado mandó que sacaran extramuros los despojos del hereje”, sin conocer o reconocer que había muerto converso. Años más tarde se corrigió el entuerto y los zarandeados huesos del duque volvieron a reposar en sagrado.

Analizando las biografías de los grandes maestres de la Gran Logia de Inglaterra, caben pocas dudas respecto al origen instrumental de la masonería al servicio de la Corona británica, en concreto a la dinastía de los Hannover, para impedir, por un lado, el retorno del estuardismo católico y, por otro, para organizar secretamente, dentro de las monarquías rivales europeas, algo así como una quinta columna encargada de reclutar y apoyar bajo la bandera del racionalismo adogmático, entonces muy en boga, a los descontentos de tales naciones, con el fin de sembrar cizaña en ellas, sobre todo si eran monarquías católicas (Francia, España, Austria, los Estados Pontificios, las Dos Sicilias, etc.). En esa pugna de carácter imperialista, Francia y España apoyaron a los insurgentes de las trece colonias norteamericanas, y el Reino Unido devolvió la pelota atizando, desde las logias, la Revolución francesa y, después, la emancipación de los virreinatos españoles en tierras americanas, cuyos caudillos de las numerosas naciones que surgieron de aquel expolio, eran todos masones.

QUÉ DICE SER LA MASONERÍA (5)
¿Por qué resulta tan difícil comprender la masonería desde fuera?

Qué dice ser y qué dice querer. En los textos de la hermandad que podríamos llamar canónicos, esto es, las Constituciones de Anderson, no aparece muy claro lo que pretende la masonería y tampoco cuál es su verdadera naturaleza. El título de este documento informa que se trata de las Constituciones de los francmasones (masones libres) que contienen la historia, las obligaciones, reglamentos y c., de esta muy antigua y muy Venerable Fraternidad.

En cuanto a su historia y antigüedad, que remonta su origen al padre Adan - nunca se cita a Eva -, ya examiné el tema en un artículo anterior, al que me remito. Mayor concreción y alcance tiene su organización en forma de hermandad - hermandad opaca -, con la obligación de ayudarse mutuamente en cualquier circunstancia y lugar. Aquí tenemos una de las claves de la operatividad de la masonería, su eficacia actuante y penetrante: la fraternidad masónica universal, traducible en una especie de sociedad de socorros mutuos de alcance mundial si llega el caso. Las logias de Europa entera y de América se movieron como un solo hombre y montaron un griterío infernal contra la ejecución del anarquista masón, Francisco Ferrer y Guardia, considerado por los tribunales que lo condenaron uno de los principales instigadores de la Semana Trágica de Barcelona en 1909.

Si algo queda claro en dichas Constituciones, dentro de la ficción del lenguaje, la fabulación histórica y el barroquismo de sus ritos, es la insistencia en el secreto masónico y la obligación de ayudarse unos hermanos a otros, aparte de ser personas honorables y ejercer la caridad o filantropía.

La masonería, según sus propios ritos, pretende abrir los ojos de los candidatos a la luz, una luz que ilumina los misterios de la orden, cuyo conocimiento es tan profundo (gnóstico), que permanece completamente oculto a los profanos, que somos la infinita mayoría del género humano.

En el portal digital Fuenterrebollo, afecto a la Gran Logia de España, masonería regular de obediencia inglesa, o sea, la tradicional y auténtica, podía leerse estos años atrás - ignoro si todavía permanece colgado en esta web - el siguiente texto sobre el ser de la masonería. A su decir es una sociedad fraternal, que admite a todo hombre de buena reputación, sin distinción de raza, religión, ideario político, posición social, exigiendo únicamente que posea un espíritu filantrópico y el firme propósito de tratar siempre de ir en busca de la perfección. Está basada en la creencia de un Ser Superior, o Dios, al que se denomina Gran Arquitecto del Universo, como principio o causa de todas las cosas. La Masonería es muchas cosas, pero, por encima de todo, es un estilo de vida, trata de hacer un hombre bueno otro mejor. Sus miembros aprenden sus preceptos en ceremonias ritualísticas dramatizadas, que siguen antiguas formas, usos y costumbres de los constructores de catedrales, utilizando las mismas herramientas como guías alegóricas. En las Logias se aprende a amar a la Patria, someterse a las Leyes, respetar a las autoridades legalmente constituidas y a considerar el trabajo como un Deber esencial del ser humano.

Por su parte, la enciclopedia virtual Wikipedia, en la entrada francmasonería, bastante extensa, dice de esta orden: La francmasonería o masonería, se define a sí misma como una institución discreta, de carácter iniciático, no religioso, filantrópica, simbólica y filosófica, fundada en un sentimiento de fraternidad. Tiene como objetivo la búsqueda de la verdad a través de la razón y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser humano, además del progreso social. Los masones se organizan en estructuras de base denominadas logias, que a su vez pueden estar agrupadas en una organización de ámbito superior denominada Gran Logia’, ‘Gran Oriente o Gran Priorato’”.

Personalmente me llama la atención, en particular, su objetivo de buscar la verdad. Bien, pero la verdad de qué, la verdad sobre qué materia o cuestión. No concreta. Sin embargo, la verdad abstracta, la verdad difusa, la verdad en general, sin más precisiones o acotaciones, más parece un brindis al sol que un propósito serio de indagación antropológica y social, si es a ello a lo que se refiere la masonería.

La masonería también afirma ser filosófica, como hemos visto, pero no explica cuál es su filosofía fuera de su insistente relativismo y su sincretismo laicista, que no es propiamente una filosofía, sino una ideología. No puedo detenerme, por las limitaciones que impone un simple artículo de prensa, a comentar la simbología de la palabra perdida, el nombre acrónimo de Jahbulón o la piedra cúbica perfecta, que existe, por ejemplo, en la sede central de la ONU en Nueva York - donde no figuran, en cambio, de manera visible, crucifijos, medias lunas o estrellas de David - para que quede bien claro el espíritu que domina este organismo internacional y, por extensión, en otras esferas mundiales.

Para concluir este apunte podemos preguntarnos: ¿por qué resulta tan difícil comprender la masonería desde fuera? En mi opinión por su propia oscuridad, y en segundo lugar, porque en ella nada es lo que parece, nada tiene que ver con el entendimiento común de las cosas, sino que todo queda recubierto por un lenguaje figurado, metafórico, simbólico, alegórico, cifrado, a fin de escapar, supongo yo, a la curiosidad y conocimiento de los profanos, para que nadie sepa lo que en las logias se dice y hace, para disimular lo que realmente es.

LA MASONERÍA, ¿NO ES RELIGIOSA NI POLÍTICA? (Y 6)
Con el pretexto de que el Estado debe ser laico y lo religioso no debe imponerse a nadie, los laicista - masones incluidos - intentan imponer el laicismo institucional.

La generalidad de los textos masónicos aseguran que en las logias está prohibido hablar de política y de religión. Según explica el sacerdote Manuel Guerra, profesor de la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), la masonería no es una religión, ni una filosofía, sino solamente un método (La trama masónica, capítulo III, Styria, Barcelona, 2006). Ese aserto lo confirma Javier Otaola Bajeneta, ex gran maestre de la Gran Logia Simbólica Española y Defensor Vecinal en el ayuntamiento de Vitoria, quien asegura (La masonería hoy, Aramburu Editor, San Sebastián, 1996) que la masonería no es una doctrina, ni una institución didáctica, sino un método [...] un método de especulación intelectual y moral, diríamos una forma de reflexionar. Por consiguiente, para los miembros de la orden, método es el procedimiento de abordar los asuntos seguido en sus tenidas o reuniones. Una vez reunidos en el taller elaboran la plancha de trazar u orden del día, quizás establecido en alguna reunión anterior, donde se fija el tema o temas a debatir.

Ahora bien, si se generaliza la aplicación del método masónico - puntualiza M. Guerra -, la verdad de cualquier proposición se decide por la fuerza dialéctica de los dialogantes y por el número de opiniones y votos favorables o desfavorables, al margen de la verdad objetiva [...] Este método refleja el relativismo y conduce al mismo. Dicho método se utilizó en una asamblea del Ateneo de Madrid, allá por 1930, en la que se aprobó, por mayoría, la inexistencia de Dios. O sea que los votos deciden si Dios existe o no. Nada menos.

El relativismo, una de las nota características de la masonería, provoca la licuación de la verdad, y conduce al subjetivismo, según el cual la verdad depende no de lo que ella es por ella misma, sino de lo que cada uno quiera pensar o creer. De ahí que quienes sostienen, generalmente porque han oído campanas pero no saben dónde, que cada uno tiene su propia verdad, ignoran que la verdad existe por sí misma, al margen de lo que éste o aquél puedan creer o decir. Objetivamente sólo existe la verdad o, dicho de otro modo, sólo es verdad lo que es verdad.

La realidad de la masonería pone al descubierto su sincretismo relativista. De acuerdo con el relativismo, el francmasón rechaza cualquier fe dogmática”. Afirma el principio de racionalidad y rechaza el criterio de autoridad. Pero mientras repudia los dogmas religiosos, la masonería declara dogmáticamente su radical adogmatismo, y ella misma tiene sus propios dogmas que son indiscutibles. Por ejemplo, el que todo es relativo, todo menos el propio principio de que todo es relativo”, el dogma del relativismo.

El masón Fort-Newton reconoce (M. Guerra, o.c., p. 132): Preferimos decir que la masonería no es una religión, sino la religión, que no es una Iglesia confesional, sino un culto en el que pueden coincidir hombres de todas las religiones. (La religión en la masonería, editorial Acacia, Madrid, 1987). En conclusión, podemos considerar a la masonería como una seudo-religión sincrética relativista que pretende suplantar a las demás religiones o situarse por encima de ellas.

Por otro lado, ¿es apolítica? Es lo que dicen los propios masones, sin embargo, lo que más se conocen en todas partes son masones políticos. En la relación que aporta el periodista barcelonés Xavier Casino como apéndice de su libro Quién es quién masónico (Ed. Martínez Roca, Madrid, 2003), cita a numerosas personalidades de la historia universal reciente pertenecientes a las más diversas profesiones, pero lo que de verdad abunda en su amplia relación son políticos de primerísima fila. Si a ellos sumáramos los de niveles inferiores, la lista sería interminable. La Tercera República francesa (1870-1914), extremadamente laicista y belicosa contra la Iglesia católica, estuvo dominada totalmente por la masonería del Gran Oriente.

La sublevación de Riego y Quiroga en Las Cabezas de San Juan (Cádiz) se cocinó enteramente en las logias, lo mismo que el trienio mal llamado liberal - el liberalismo político todavía no había nacido -, así como la Revolución Gloriosa de 1868 que destronó a Isabel II, encabezada por Prim, Serrano, Topete y el perejil soriano de todas las salsas revolucionarias del siglo XIX, Ruiz Zorrilla, los cuatro masones igual que cuantos jefes y jefecillos les siguieron. Lo era también Amadeo de Saboya el Brevísimo, así como la gran mayoría de los principales dirigentes políticos de la efímera y accidentada Primera República. En la Segunda República, de los 456 diputados electos para las primeras Cortes republicanas o Cortes Constituyentes, 149 eran masones, lo mismo que muchos de los ministros de los Gobiernos de Azaña. El alcalaíno se iniciaría más tarde, el 2 de febrero de 1932, pero tras la ceremonia de su iniciación, no volvió a pisar una logia. Don Manuel no creía en la masonería ni en nada ni en nadie que no fuera en sí mismo.

Por si quedara alguna duda el respecto, basta recordar que la mayoría de las obediencias y logias adoptan como suyo el lema de la Revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Una revolución que no fue precisamente apolítica ni franciscana, sino totalmente política, sanguinaria y nefasta, inspiradora de las terribles convulsiones del siglo XX. Pero no tenemos necesidad de irnos tan lejos. Si no estoy muy confundido, muchos de los ministros –siquiera los varones- del actual Gobierno español y de los anteriores desde 2004, llevan mandil, empezando por su presidente. Eso explicaría el sectarismo y deriva laicista de no pocas leyes aprobadas en las dos últimas legislaturas.

Con el pretexto de que el Estado debe ser laico y lo religioso no debe imponerse a nadie, los laicista - masones incluidos - intentan imponer el laicismo institucional, como si éste no fuera una ideología que aspira a dominar el espacio público en perjuicio de cualquier otra forma de entender la vida y la sociedad. Y para dominar el espacio público, es necesario dominar y dirigir la política. Luego blanco y en botella.

Vicente Alejandro Guillamón

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