Misa de despedida en el aeropuerto turístico de Friburgo.
Casi al término de su viaje apostólico a Alemania, el Papa exhorta a la Iglesia en Alemania a "permanecer unida a Pedro".
El Papa Benedicto XVI exhortó hoy a los católicos alemanes a una renovación espiritual para que la Iglesia en este país pueda “superar los retos” actuales, para lo cual debe “permanecer unida” al Sucesor de Pedro.
En una mañana soleada, en la explanada del aeropuerto turístico de Friburgo y en presencia de los obispos de las 27 diócesis de la República Federal, Benedicto XVI habló a los miles de fieles congregados para la Misa sobre la necesidad de una “fe renovada” y una “conversión”.
“La Iglesia en Alemania superará los grandes desafíos del presente y del futuro y seguirá siendo fermento en la sociedad”, afirmó, “si los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos que creen en Cristo, fieles a su vocación especifica, colaboran juntos”.
También, añadió, “si las parroquias, las comunidades y los movimientos se sostienen y se enriquecen mutuamente; si los bautizados y confirmados, en comunión con su obispo, tienen alta la antorcha de una fe inalterada y dejan que ella ilumine sus ricos conocimientos y capacidades”.
“La Iglesia en Alemania seguirá siendo una bendición para la comunidad católica mundial, si permanece fielmente unida a los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles”, agregó el Papa, exhortando también a “la colaboración con los países de misión”, y a dejarse “contagiar” por “la alegría en la fe de las iglesias jóvenes”.
La unidad, afirmó el Papa, debe ir acompañada de la humildad; “es una virtud que hoy no goza de gran estima, pero los discípulos del Señor saben que esta virtud es, por decirlo así, el aceite que hace fecundos los procesos de diálogo, fácil la colaboración y cordial la unidad”.
“Las personas humildes tienen los pies en la tierra. Pero, sobre todo, escuchan a Cristo, la Palabra de Dios, que renueva sin cesar a la Iglesia y a cada uno de sus miembros”, dijo Benedicto XVI.
Necesidad de conversión.
La homilía del Papa, tomando pie del evangelio del día sobre la parábola de los dos hermanos que son enviados a trabajar a la viña por su padre (Mt 21, 29-32), fue una llamada a los católicos alemanes a no quedarse en una fe vacía que “ya no interpela al corazón”.
La homilía del Papa, tomando pie del evangelio del día sobre la parábola de los dos hermanos que son enviados a trabajar a la viña por su padre (Mt 21, 29-32), fue una llamada a los católicos alemanes a no quedarse en una fe vacía que “ya no interpela al corazón”.
La parábola de Jesús, afirmó el Pontífice, se dirige “a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los que entienden de religión en el pueblo de Israel. En un primer momento, ellos dicen "sí" a la voluntad de Dios, pero su religiosidad acaba siendo una rutina, y Dios ya no les inquieta”.
Si esta parábola se tradujera a la actualidad, añadió, diría: “los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; las personas que sufren a causa de nuestros pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cercanos al Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ya solamente ven en la Iglesia el boato, sin que su corazón quede tocado por la fe”.
“Esto no significa en modo alguno que todos los que viven en la Iglesia y trabajan en ella deban ser considerados alejados de Jesús y del Reino de Dios”, aclaró el Papa, sino que “se necesita algo más: un corazón abierto, que se deja conmover por el amor de Cristo”.
Por ello, les exhortó a cuestionarse su “relación personal con Dios, en la oración, en la participación a la Misa dominical, en la profundización de la fe mediante la meditación de la Sagrada Escritura y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica”.
“Queridos amigos, en último término, la renovación de la Iglesia puede llevarse a cabo solamente mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada”, añadió.
Dios lo puede todo.
El Papa concluyó su homilía exhortando a los presentes en el poder de Dios, que “no abandona a su pueblo” frente a las dificultades.
El Papa concluyó su homilía exhortando a los presentes en el poder de Dios, que “no abandona a su pueblo” frente a las dificultades.
“Ante todas las cosas terribles que suceden hoy en el mundo, hay teólogos que dicen que Dios no puede ser omnipotente”, reconoció.
Pero no, Dios “es todopoderoso”, afirmó. “Pero, al mismo tiempo, debemos darnos cuenta de que Él ejerce su poder de manera distinta a como suelen hacer los hombres”, pues Dios mismo “ha puesto un límite a su poder al reconocer la libertad de sus criaturas”.
“Cuando vemos las cosas tremendas que suceden por su causa, nos asustamos. Confiemos en Dios, cuyo poder se manifiesta sobre todo en la misericordia y el perdón”, exhortó el Papa. “Siempre, y sobre todo en los tiempos de peligro y de cambio radical, Él nos acompaña, su corazón se conmueve por nosotros, se inclina sobre nosotros”.
“Pidamos a Dios el ánimo y la humildad de avanzar por el camino de la fe, de alcanzar la riqueza de su misericordia y de tener la mirada fija en Cristo, la Palabra que hace nuevas todas las cosas”, concluyó.
Zenit
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