CIUDAD DEL VATICANO, domingo 4 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Los jóvenes que participaron en la clausura de la Jornada Mundial de la Juventud aprendieron junto a Benedicto XVI el sentido de la “comunión espiritual”, explica el portavoz de la Santa Sede.
Esta es la lección que saca de ese evento, que convocó a unos dos millones de personas, el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en el balance que ha presentado en el editorial de la última edición de “Octava Dies”, semanario del Centro Televisivo Vaticano.
El sacerdote recuerda el momento culminante de las jornadas de Madrid, la vigilia y la misa en Cuatro Vientos, “encuentro con el Papa, pero más aún celebración comunitaria junto al Papa en presencia de Cristo”.
Según el portavoz, hay dos aspectos característicos que se desprenden del evento y que serán cruciales para la reflexión de los jóvenes y de la Iglesia, sobre la relación con Jesucristo presente en la Eucaristía.
Ante todo la adoración vespertina, aclara. “Desde la Jornada de Colonia en el 2005 la adoración eucarística tiene un lugar central en la Vigilia, y el silencio absoluto de centenares de millares de jóvenes en oración, ayuda a toda la Iglesia a redescubrir la importancia de la adoración eucarística, que muchos habíamos subestimado u olvidado. Estar en silencio con Jesús: así se puede comenzar a escuchar y a hablar con él, se puede alimentar y profundizar la comunión con él”.
Luego la “comunión espiritual”, insiste.
“El hecho que durante la misa, por causas no previsibles, numerosos jóvenes no han podido recibir la comunión sacramental, nos ha ayudado a recordar las preciosas palabras de un reciente documento del Papa, que ponen en guardia de un cierto automatismo, casi como si por el sólo hecho de estar en la iglesia durante la liturgia se tenga el derecho o tal vez el deber de participar a la mesa eucarística”.
“También cuando no es posible recibir la comunión sacramental, la participación a la santa misa permanece necesaria, valida, significativa y fructuosa”. En estas circunstancias es necesario “cultivar el deseo de la plena unión con Cristo”, como dice una antigua y bella tradición, hacer la “comunión espiritual” (Sacramentus caritatis, n.55).
“En la misa la comunidad de la Iglesia celebra la muerte y la resurrección de Jesús, vivo y presente. Recibirlo sacramentalmente sigue siendo un don gratuito; el deseo intenso de estar unidos a él es también una eficaz fuente de comunión. Esta es una palabra importante de esperanza y de solidaridad para todos aquellos que por tantos motivos – prácticos o ligados a la condición de vida familiar - no pueden hoy recibir la comunión sacramental. Es un gran mensaje positivo del no deseado ayuno eucarístico de un millón de jóvenes en Cuatro Vientos”, concluye el padre Lombardi.
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