No hay en el mundo lengua con que poder expresar la grandeza y el valor de la Santa Misa.
Si la verdad es que Cristo se ofrece al Padre Eterno todos los días en la Santa Misa por la salvación de los hombres, por la salvación de todo el mundo ¿vas a dejarlo sólo?.
La Santa Misa es el acto más grande, más sublime y más Santo, que se celebra todos los días en la tierra. Nada hay más sublime en el mundo que Jesucristo, y nada más sublime en Jesucristo que su Santo Sacrificio en la Cruz, actualizado en cada Misa, puesto que la Santa Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz.
El Calvario fue el primer Altar, el Altar verdadero, después todo el Altar se convierte en Calvario.
Con la asistencia a la Santa Misa, rindes el mayor homenaje a la Humanidad Santísima de Nuestro Señor Jesucristo.
Durante la Misa te arrodillas en medio de una multitud de Ángeles que asisten invisiblemente al Santo Sacrificio con Suma Reverencia.
Recuerda que durante la Santa Misa estás tan presente a los pies de la Cruz, como lo estuvo la Santísima Virgen María.
A la hora de tu muerte, tu mayor consuelo serán las Misas que con devoción hayas oído durante tu vida.
Cada Misa que oíste, te acompañará al Tribunal Divino, y ahí abogará por ti para que alcances el Perdón.
Durante la celebración de la Misa, se suspenden las penas de las Almas por quienes ruega y obra el sacerdote, y especialmente de aquellas por quienes se ofrece la Misa. (San Gregorio el Grande)
La Misa es el don más grande que se puede ofrecer al Señor por las Almas, para sacarlas del Purgatorio, librarlas de sus penas y llevarlas a gozar de la Gloria. (San Bernardo de Sena)
Por cada Misa celebrada u oída con devoción, muchas Almas salen del Purgatorio, y a las que allí quedan se les disminuyen las penas que padecen. (San Gregorio el Grande, Papa)
Acuérdate también de que con ella acortas tu Purgatorio. Puedes ganar Indulgencia Plenaria todos los lunes del año ofreciendo la Santa Misa y Comunión en sufragio de las Benditas Almas del Purgatorio. Se suplica que apliques todas las Indulgencias en sufragio de las Almas del Purgatorio, pues Dios Nuestro Señor, y ellas te recompensarán esta caridad.
Si oyes Misa con devoción todos los días, Dios te librará de una muerte trágica y tu Ángel de la Guarda tendrá presente los pasos que distes para ir a Misa, y Dios te los premiará en tu muerte.
Una Misa bien oída mientras vivas te aprovechará mucho más que todas las que se ofrezcan por ti después de tu muerte.
Con cada Misa que oigas te ganas un mayor grado de Gloria en el Cielo.
La Bendición Sacerdotal que recibes en la Santa Misa es confirmada por el mismo Dios en el Cielo. Por ella pierde también el demonio dominio sobre ti.
Todas las buenas obras del mundo reunidas, no equivalen al Santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras que la Misa es obra de Dios. (El Santo Cura de Ars)
El que oye Misa, hace oración, da limosna o reza por las Almas del Purgatorio, trabaja en su propio provecho. (San Agustín)
Cuando oyes Misa en honor de algún Santo en particular, dando gracias a Dios por los favores concedidos a ese Santo, no puedes menos que granjearte su protección y especial amor, por el honor, gozo y felicidad que de tu buena obra se le sigue.
Santa Teresa suplicaba un día al Señor, le indicara cómo podría pagarle todas las mercedes que le había dispensado y le contestó: oyendo una Misa.
A ti, que tanto te gusta hacer el bien, ¿vas a dejar pasar diariamente la ocasión de unirte a la obra más grande que se realiza en la Tierra por el mismo Cristo?
Busca la media hora diaria para unirte a Jesús en la Santa Misa, para adorar al Padre y darle el honor que se merece, para darle gracias por tantos favores recibidos, para aplacar su ira irritada por tantos pecados y darle plena satisfacción por ellos e implorar Gracia y Misericordia para todos los hombres del mundo, en fin, para agrandar el Cielo y hacer más Gloriosa la Pasión de Cristo.
Lee, piensa y medita muchas veces esta INVITACIÓN que el Señor te hace; y ten siempre presente, que... AMOR CON AMOR SE PAGA.
Que Dios te bendiga y premie tu generosidad.
Elena Matres
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