martes, 12 de julio de 2011

FUNDAMENTOS DE UNA ORACIÓN PODEROSA



Para que Dios nos escuche, basta que vayamos a Su presencia con la actitud correcta, confiando en Su poder que no tiene límites.

Esto son siete fundamentos que transformarán sus oraciones, en oraciones poderosas; comenzará a moverse en la dimensión de Dios. ¡Los resultados serán sorprendentes!

1. Estar a cuentas con Dios.
Muchas personas buscan a Dios en procura de respuestas. Normal, ¿quién no lo haría?”, dirá usted. El asunto es que esa búsqueda se realiza cuando lo necesitan, en los momentos difíciles, porque es su única alternativa.

Igual, es previsible, me dirá. Pero añado algo más: procuran un hecho milagroso aún cuando caminan en pecado.

¡Esa es la diferencia! Buscar a Dios como aquél que nos resuelve los problemas, pero una vez resolvemos el asunto, distanciarnos de Él. Es una filosofía signada por la ingratitud que prima hoy día.

Cuando vamos a las Escrituras, descubrimos que es esencial que estemos a cuentas con Dios. No puede ser de otra manera. Puede que hayamos pecado, y mucho, pero si pedimos perdón a Dios, Él nos permite estar en el centro mismo de su voluntad. Es algo maravilloso porque recibiremos respuesta a nuestras oraciones, como escribe el salmista:Si no hubiera confesado el pecado de mi corazón, mi Señor no me habría escuchado. (Salmo 66:18, Nueva Traducción Viviente)

¿Quiere moverse en la dimensión de los milagros? Vuélvase a Dios. Es un paso esencial e ineludible que le permitirá recibir atención a su clamor. Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros.

2. Deje de lado toda sombra de duda.
¿Ha visto barreras que impiden a las personas avanzar en un camino? Es frecuente. ¿Qué impide recibir respuesta a sus oraciones? Uno de los obstáculos más comunes es la incredulidad. Impide las enormes bendiciones que Dios nos tiene.

Explicando a los creyentes del primer siglo acerca de la importancia de la fe, el autor de la carta a los hebreos en el primer siglo, escribió: De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad. (Hebreos 11:6, Nueva Traducción Viviente) También el apóstol Santiago escribió: Cuando se la pidan, asegúrense de que su fe sea solamente en Dios, y no duden, porque una persona que duda tiene la lealtad dividida y es tan inestable como una ola del mar que el viento arrastra y empuja de un lado a otro...” (Santiago 1:6, Nueva Traducción Viviente)

Si aplicamos la lógica al mover de Dios, no ocurrirá nada. Dios obra por encima de la racionalización humana. Tal vez evalúe que su mayor problema es pensar, una vez le pide un milagro al Padre celestial, ¿cómo va a hacer Él para responder? Ese no es problema suyo sino de nuestro Supremo Hacedor. Él es quien responde, a su manera.

3. Unirnos a otras personas en oración.
Compartir nuestras peticiones de oración con otros hermanos en la fe, resulta altamente eficaz. Es un principio que nos ayuda, de un lado a crecer en la fe y de otro, a tocar el corazón de Dios. Así lo enseñó el Señor Jesús: También les digo lo siguiente: si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra con respecto a cualquier cosa que pidan, mi Padre que está en el cielo lo hará”. (Mateo 18:19, Nueva Traducción Viviente)

Además de perseverar, unimos fuerzas. Es algo esencial y poderoso. Encontrará que los obstáculos a sus oraciones, se desmoronarán. Las barreras caerán a tierra. ¡Dios responderá con poder!

4. Asumir el principio de la intercesión.
Recuerde siempre que la oración se orienta en dos direcciones: la primera, por nosotros. Es aquí donde concentramos el alabar y exaltar a Dios, procurar respuesta a nuestras necesidades, crecimiento espiritual. Otras oraciones, se encaminan a pedir por los demás. Es lo que llamamos intercesión.

Los creyentes del primer siglo tenían claras instrucciones de interceder por los demás, tal como escribe el apóstol: Confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados”. (Santiago 5:16 a. Nueva Traducción Viviente)

La respuesta del Señor producirá hechos que rebasan toda lógica y la sanidad, en el caso que alguien padezca alguna enfermedad, incluso aquellas que la medicina considera incurables.

5. Reconozca el poder ilimitado de Dios.
Con frecuencia me escriben diciendo: Pídale a Dios por tal o cual asunto, ya que Dios a usted sí lo escucha”. ¡Tremendo error! Dios nos oye a todos. Basta que vayamos a Su presencia con la actitud correcta, confiando en Su poder que no tiene límites.

Quítese de la cabeza la idea de que el Señor oye a unos más que a otros. Eso no es así, como nos enseña la Biblia: “…La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos”. (Santiago 5:16 b, Nueva Traducción Viviente)

Si clamamos, confiando plenamente en el poder de Dios, no hay límites. Todo cuando le pidamos, podrá ocurrir. Basta que confiemos y creamos que Su poder va mucho más allá de nuestra comprensión humana.

6. Pedir en la voluntad de Dios.
Recuerdo a un joven que pedía a Dios ser un evangelista famoso. No se preocupaba tanto en extender el mensaje de Salvación, sino en la fama. Esa era su motivación central. Y se quejaba de que Dios no respondía. ¿La razón? No pedía para honrar y glorificar a Dios sino para su propio beneficio.

El apóstol Santiago explicó que esta era la razón fundamental para que nada ocurriera en la vida de muchas personas: Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer”. (Santiago 4:3, Nueva Traducción Viviente)

El problema radica, entonces, en que nos enfocamos en nosotros mismos y no en que Dios haga su voluntad. Muchos de los tropiezos que enfrentamos en la oración cambiarán sustancialmente si cambia nuestra actitud. De lo contrario, es decir si seguimos pidiendo para satisfacer nuestros deseos, ocurrirá lo que advirtió el propio apóstol Santiago: Esas personas no deberían esperar nada del Señor. (Santiago 1:7, Nueva Traducción Viviente)

7. Perseverancia en la oración.
Quien no persevera, jamás alcanza la cima. Es un principio que aplica también en la oración. No podemos pretender que las respuestas se produzcan ya, como si Dios fuera nuestro mandadero. Él tiene su propio tiempo y su propia manera de obrar.

En alguna oportunidad hizo particular énfasis a este principio. Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos”. (Lucas 18:1, Nueva Traducción Viviente)

Evalúe hasta qué punto usted es un creyente que sigue insistiendo por ese milagro. O tal vez descubre que se es de aquellos que renuncian fácilmente. Tal vez ahí estriba el que no reciba milagros.

Cambie sus oraciones.
Si duda reviste importancia que cambiemos nuestra forma de orar. Probablemente ni estemos clamando en la voluntad de Dios, ni con fe o perseverancia, sino en nuestras propias fuerzas. Eso determina que no haya respuesta. En cambio, si asumimos estos y otros principios que nos enseña la Biblia, sin duda podremos entrar en la dimensión de los milagros que tanto hemos anhelado.

A propósito, ¿Ya recibió a Jesucristo en su corazón? Es una decisión que debe tomar hoy. La mejor decisión que toda persona puede tomar, es rendirse a Cristo, Abrirle las puertas de su corazón. Es sencillo, basta que le diga en oración allí donde se encuentra: Señor Jesucristo, reconozco que he pecado y que hasta hoy, mi vida ha sido un fracaso porque la mente del viejo hombre me dominaba. Gracias por morir por mis pecados en la cruz y abrirme las puertas a una existencia renovada. Te recibo en mi corazón como único y suficiente Salvador. Haz de mi la persona que Tú quieres que yo sea. Amén”.

Puedo asegurarle que su vida jamás será la misma. Aceptar a Cristo es la mejor decisión. Ahora tengo tres recomendaciones para usted: la primera, que ore diariamente. Orar es hablar con Dios. La segunda, que lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que aprenderá principios para el crecimiento y la transformación personal y espiritual, y por último: comience a congregarse en una Iglesia cristiana. Otras personas que comparten su fe en Jesucristo, le ayudarán en el proceso de cambio.

Por: Fernando Alexis Jiménes

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