domingo, 10 de julio de 2011

EL MILAGRO DE GALLIPOLI



Los billetes que dejaba Teresita de Lisieux desde el Cielo para salvar a un monasterio de la ruina.

Es muy poco conocido y, sin embargo, es uno de esos milagros tan transparentes y claros que no dejarán indiferentes a casi nadie.

Se cumple el centenario de uno de los milagros más sorprendentes y llamativos de santa Teresita de Lisieux, el llamado «Milagro de Gallipoli», por el cual la santa del «pequeño camino» solventó los gravísimos problemas económicos del Carmelo de Gallipoli (Italia).

El monasterio, en la ruina.
En 1910, tener una deuda de 300 liras era estar prácticamente en la bancarrota. Eso le pasaba a una comunidad de religiosas del Carmelo de Gallipoli. Ni las hostias que con tanto cariño elaboraban para las distintas iglesias de la zona, ni los trabajos de bordados, suponían unos ingresos suficientes como para pagar las deudas acumuladas y la manutención de la comunidad.

La priora, un tanto angustiada, decidió celebrar un triduo a la Santísima Trinidad para solicitar, por la intercesión de Teresita del Niño Jesús, una solución a sus males económicos.

Una aparición en sueños.
La respuesta no se hizo esperar. A los pocos días, la priora del convento, madre María Carmela, tuvo un sueño. Soñó que se le aparecía una carmelita más bien joven, que le sonreía y le invitaba a ir juntas a la habitación del torno en dónde se guardaba la cajita que contenía un papel que representaba la deuda del convento.
«Oye - le dijo la carmelita a la madre María Carmela -, el Señor se sirve de los Celestes como de los terrestres; aquí tienes quinientas liras con las que pagarás la deuda de la comunidad».

Pero la priora, con cierto sentido de justicia le recordó a la joven que se le aparecía en sueños que la deuda era de 300 liras. «Entonces las otras sobrarán, pero tú no puedes tenerlas aquí en la celda, ven conmigo».

¿Será la Virgen?
La madre María Carmela a pesar de soñar con una joven carmelita creía que estaba ante la mismísima Virgen y, así se lo hizo saber a su interlocutora. «No, hija mía, no soy nuestra Santa Madre, soy la sierva de Dios sor Teresa de Lisieux».
A la mañana siguiente, toda la comunidad se reunió delante de la cajita de la habitación del torno para comprobar si la historia fantástica que había contando la priora, se sustentaba verazmente. Y así fue. Al abrirse la cajita apareció un billete nuevo de 500 liras. El jolgorio, asombro y satisfacción de la comunidad fue tal que la madre María Carmela decidió escribir al convento originario de Teresa de Lisieux para contar lo sucedido.

Más milagros en Gallipoli.
Al primer milagro le siguieron otros «regalos del Cielo» y siempre con el mismo fin: cancelar las deudas contraídas por el monasterio.

En el mes del primer milagro sucedió otro hecho extraordinario: de forma asombrosa aparecieron 25 liras en la cajita del torno. Y así se fueron repitiendo sucesos similares durante los siguientes cuatro meses.

Más billetes.
Al quinto mes del primer milagro Teresita del Niño Jesús volvió a aparecerse en sueños a la priora del convento para informarle de sus nuevas intenciones. La santa le prometió otro billete de cincuenta liras que encontraría en la cajita.

Pero no había un billete, sino tres de esa cantidad. Y unos meses después apareció otro billete de cien liras. La comunidad estaba como en éxtasis. Cada una de las hermanas podía palpar con sus propias manos los milagros que se sucedían una y otra vez en su recinto.

El obispo es informado.
El obispo de Nardò, monseñor Nicola Giannattasio, circunscripción eclesial a la que pertenecía el convento de Gallipoli, fue informado de los sucesos milagrosos que trancurrían dentro de los muros del monasterio. Y con intención de manifestar su devoción a la que años más tarde sería proclamada santa y doctora de la Iglesia, ofreció al convento 500 liras para ayudar a las obras de rehabilitación del templo.

El obispo introdujo el billete en un sobre cerrándolo con un sello de cera. Pidió a la madre superiora que lo introdujera en la cajita del torno y no lo abriera hasta su nueva visita al convento. Cuando llegó el día señalado, la priora abrió la cajita delante del prelado y le pasó el sobre para que viera su contenido. El obispo, tras rasgar el sobre, se quedó asombrado al comprobar que seguía su billete de 500 liras, pero habían otros cuatro billetes: dos de 100 liras y otros dos de 50.

Las monjas seguían pidiendo con tanta confianza a Teresa del Niño Jesús para abordar unas nuevas obras para embellecer su iglesia, que la santa, desde el Cielo, continuaba respondiendo a esas peticiones.

«Bajaré a la tierra»
Poco antes de morir, infectada por la tisis y exhausta por la dureza de la enfermedad, Teresita de Lisieux le confesaba a su hermana, entonces priora del convento, madre Inés de Jesús, uno de sus últimos pensamientos: «Nada me para entre las manos. Todo lo que tengo y todo lo que gano es para la Iglesia y para las almas. El Salvador tendrá que satisfacer todas mis voluntades en el Cielo, porque yo no he hecho nunca mi voluntad aquí en la tierra». Su hermana carnal le preguntó: «Nos mirarás desde lo alto del Cielo, ¿no. Teresita le respondió con contundencia: «No, bajaré».

Luis del Real

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