miércoles, 13 de julio de 2011

CINCELAR LA VISIÓN DE NUESTRA ALMA



Como sabemos, nuestra mente es una de las tres potencias de nuestra alma.

Tradicionalmente se ha considerado que son tres las potencias del alma, es decir, en una definición para andar por casa diremos que las potencias del alma, son los medios de que esta se vale, para crecer y alimentar su propia vida, que lógicamente es la vida espiritual o vida interior, propia de la persona humana.

Sin embargo para Santo Tomás de Aquino en su Summa thelógica, entiende el Aquinate, que estas son más de tres, y hay una primaria distinción entre las que las corpóreas, o sea aquellas que necesitan de algún órgano del cuerpo para ejercitarse y son meros actos corporales: las potencias sensitivas y vegetativas, y las que son incorpóreas, que no necesitan nada del cuerpo para ejercitar su actividad, esencialmente el entendimiento y la voluntad. Esto es en resumen lo que nos dice Santo Tomás.

POTENCIAS-CLASE DE VIDA-FACULTADES O POTENCIAS
Incorpóreas: Vida intelectiva - Entendimiento. Voluntad.
Corpóreas: Vida sensitiva - Sentidos externos: (Son los cinco sentidos corporales).
Sentidos internos: (Son Sentido común, Imaginación, Estimativa y Memoria). Apetitos sensibles: (Deseos sensibles, Instintos).
Facultad locomotriz: Vida vegetativa - Generativa. Aumentativa (crecimiento). Nutritiva.

Para Santo Tomás, las potencias corpóreas son o bien las relativas a la vida sensitiva, o las relativas a la vida vegetativa. Y dentro de la vida sensitiva tenemos cuatro distintas clases de facultades.

Bien ya sabemos que según Santo Tomás, el entendimiento y la voluntad son potencias extracorpóreas, pero,… Y entonces, más de uno se preguntará: Y la memoria como potencia del alma ¿dónde está?

De las tres potencias clásicas, vemos que dos de ellas Entendimiento y Voluntad, son extracorpóreas, mientras que la memoria es corpórea. Dicho en otras palabras las dos extracorpóreas son de exclusiva pertenencia del alma humana, y cuando seamos llamados a la otra vida, nuestro cuerpo material se quedará aquí abajo, y con él las facultades o potencias de orden corporal, antes reseñadas y según el planteamiento de Santo Tomás. Si esto es así, se puede pensar que perderemos nuestra memoria actual, que realmente se encuentra materializada en las células de nuestro cerebro, cuando salgamos de este mundo. Pues sí y no, porque efectivamente la potencia de la memoria del alma se perderá, pero quedará restituida desde el momento en el que entraremos en la eternidad porque allí, el dogal del tiempo nos desaparecerá, siendo todo actual, tanto lo pasado con lo presente y lo futuro.

Santo Tomás nos dice, en el alma utiliza como facultad corpórea, los cinco sentidos corporales: vista, oído, olfato, tacto y gusto. Y por otro lado en literatura exegética de santo y autores encontramos numerosas referencias a los llamados ojos del alma, que son el instrumento, que nos permite un mejor desarrollo de nuestra vida espiritual. Así por ejemplo nos dice San Pablo: “…, iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por Él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por Él en herencia a los santos. (Ef 1,18). San Agustín reconoce la existencia de los ojos del alma, con independencia de los del cuerpo, al decir que: Todo empeño durante esta vida debe de dirigirse a mantener sanos los ojos del espíritu para poder ver a Dios. Y también manifiesta: A ti no se te permitirá ver con corazón inmundo lo que solo se puede ver con un corazón puro; serás rechazado, arrojado de allí, no verás nada”.

Santa Teresa de Jesús, varias veces alude a este tema de los ojos del alma y dice: Se me presentó Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo mucho que aquello le dolía. Le vi, con los ojos del alma más claramente que lo que pudiera verle con los ojos del cuerpo. En otro párrafo nos dice: Me hizo mucho daño creer que no era posible ver nada si no era con los ojos del cuerpo, y el demonio influyó en que lo creyese así y en hacerme entender que era imposible ver sin los ojos del cuerpo”. Y en otro párrafo nos dice: Esta visión (la de Nuestro Señor de cuerpo entero), aunque es imaginaria nunca la vi, con los ojos corporales, ni ninguna otra, sino con los ojos del alma. Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta la pasada que esta y esta lo es mucho más que las que se ven con los ojos corporales. La que se ve con los ojos corporales dicen que es la más baja y a donde más ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces yo no podía entender tal cosa”.

Por su parte San Ambrosio, manifestaba: No creas, pues, solamente lo que ven tus ojos corporales; más segura es la visión de lo invisible, porque lo que se ve es temporal, lo que no se ve es eterno. La visión interna de la mente es superior a la mera visión ocular. El obispo Fulton Sheen, escribe diciéndonos: Se ungen los ojos del candidato porque la Iglesia dice: “Yo te signo los ojos para que puedas ver la gloria de Dios”. Con esto se simboliza un nuevo género de visualidad: la de las cosas de Dios en adicción a las cosas de la tierra: “Fija los ojos en lo invisible, no en lo que podamos ver. Lo así visible dura un momento, pero lo invisible es eterno”. (3Cor 4,18). Nuestro Señor habla de quienes tienen ojos y están ciegos, porque carecen de fe. Tenéis ojos y no veis”. (Mc 8,18)”.

Son muchas las referencias que podemos dar acerca de la doble visión que nuestra alma tiene. Por un lado aprovechándose de los ojos materiales corporales de nuestra cara, ve lo material, pero más importante son sus propios ojos que le permiten ver lo espiritual. ¡Más ah..! Para poder ver con los ojos de nuestra alma, primeramente hemos de abrirlos, después quitarle las legañas del pecado, y perseverantemente, ir poco a poco, como siempre ocurre en el mudo de lo espiritual, cincelando, es decir, agudizando la vista de estos ojos espirituales, que nuestra alma tiene y que desgraciadamente una inmensa de cristianos católicos, aun no se han enterado que tienen. Y para que todo esto ocurra, hay que pensar que de la misma manera que los ojos corporales, necesitan de la luz material del sol o del fuego, los ojos del alma también necesitan para tener visión del don de la luz divina que se genera en el mucho amor al Señor.

Son muchas las maravillas que una persona va descubriendo poco a poco, con el desarrollo de su vida espiritual, y subsiguiente fortalecimiento y capacidad de su alma, pero desgraciadamente no son muchas las que se preocupen por este tema, olvidándose de algo muy fundamental y es que es ahora cuando podemos engrandecer nuestra alma, cuando seamos llamados con el alma que hayamos desarrollado con esa nos quedaremos, para toda la eternidad. Por esto a una glosa anterior le puse un título que decía: Salvarse si, ¿pero…?

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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