Los santos son norma, canon, de cómo el Evangelio puede ser realmente vivido y cómo la gracia va transformando al hombre haciéndolo semejante a Cristo en medio del mundo, sin ser del mundo pero sin sacarlo del mundo.
Un santo es el fruto maduro de la Redención de Cristo y la demostración palpable de que es posible vivir en entrega al Señor. Son espejos que nos devuelven nuestra propia imagen, los mejores hijos de la Iglesia que se constituyen en estímulo para el seguimiento del Salvador. Más que para admirarlos, los santos se nos ofrecen para imitarlos por su concreción, por su cercanía. Son evangelios vivos, con diferentes edades, carismas y vocación, circunstancias y momento histórico, y en ellos cada uno puede ver reflejada su propia lucha, su sed de Dios, sus dificultades, su trabajo y profesión.
Este valor pedagógico-catequético de los santos se presenta como una ayuda para la catequesis de adultos. El alto nivel de vida cristiana que representa la santidad, el Evangelio anunciado en catequesis, tiene luego personas que lo han vivido. Cuando se conocen a estas personas, despojando la hagiografía de leyendas y anécdotas piadosas y devocionales, son una ayuda en el proceso formativo de los adultos.
Cada mes se puede entregar una biografía amplia (hay libros que son compendios de hagiografías de 10-12 páginas, muy útiles) de algún santo contemporáneo, preferiblemente seglar en los primeros meses (Luigi Beltrame y su esposa, el doctor José Moscati, Pier Giorgio Frassati...) para conocer modelos seglares de santidad. De paso, se inculca así la vocación a la santidad, común a todo bautizado.
¿Qué se puede aprender leyendo estas vidas de santos?
Entre otras cosas:
· que Dios va conduciendo a cada persona
· que la santidad supone una respuesta libre y absoluta al Señor
· que las dificultades las vivieron todos los santos, pero supieron superarlas
· que la santidad no es lo extraordinario-milagrero, sino una vivencia cristiana plena en aquello que se es y se vive (matrimonio, trabajo, amistad, deportes...)
· que no existe un único modo de santidad, sino tantos caminos como personas.
Entre otras cosas:
· que Dios va conduciendo a cada persona
· que la santidad supone una respuesta libre y absoluta al Señor
· que las dificultades las vivieron todos los santos, pero supieron superarlas
· que la santidad no es lo extraordinario-milagrero, sino una vivencia cristiana plena en aquello que se es y se vive (matrimonio, trabajo, amistad, deportes...)
· que no existe un único modo de santidad, sino tantos caminos como personas.
La catequesis de adultos, la dirección espiritual, la misma teología, se enriquecen mostrando esta "teología viva" que son los santos, donde Cristo ha plasmado en cada uno un aspecto distinto de su Misterio insondable. Aquí han aparecido alguna que otra vez la vida de algún santo con ese motivo y esa perspectiva: Santo Domingo, Edith Stein, los mártires españoles (1931-1939), San Juan de la Cruz...
Es algo más que contar anécdotas o narrar milagros; es ver cómo reflejan a Cristo y así suscitar en nosotros el deseo de la santidad y la disponibilidad a la Gracia, en el propio estado de vida, en la personalísima vocación o carisma que Dios nos haya otorgado.
Javier Sánchez Martínez
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