Por si hay entre los lectores alguno que ignora el significado de la palabra “eremita” le contesto que es sinónimo de “ermitaño” y con el diccionario de la RAE en la mano, es “la persona que vive en soledad como el monje y que profesa vida solitaria”.
Pues bien, es el caso que la Providencia divina ha permitido, que me ponga en contacto epistolar con un viejo amigo que, desde años, lleva este género de vida en un pueblo de Cáceres y servidor, curioso por naturaleza, le he hecho unas cuantas preguntas cuyas respuestas doy - con su permiso - a pública difusión, por si su contenido pudiera ser de provecho a alguna persona interesada por el tema.
He aquí la respuesta que me ha dado a la primera de mis preguntas sobre si sentía alguna tendencia distinta a otro estilo de vida que no sea éste que está llevando en la actualidad.
-“No siento ninguna tendencia hacia ninguna otra parte. Desde hace 10 años, el Señor me ha hecho saber, por varias citas bíblicas que me interpelan con mis oraciones, sacrificios y mi inmolación interior, cooperando con Cristo a la redención del mundo por la oblación de mi propia vida, unida a la oblación de Cristo con las disposiciones de su Corazón redentor, que es la verdad fundamental que marca y cristaliza la espiritualidad del Apostolado de la oración. Lo mismo que Sta. Teresita del Niño Jesús, ayudaba con sus oraciones y sacrificios, a los misioneros que se hallaban a miles de kms de distancia, en virtud del misterio de la comunión de los santos, que existe en la Iglesia".
Ya decía el Papa Pio XII:
-“Los que ejercen en la Iglesia el oficio de la oración y de la continua penitencia, contribuyen al incremento de la Iglesia y a la salvación de las almas mucho más que los que cultivan el campo del Señor con su actividad; pues, en efecto si aquellos no imprecasen del cielo la abundancia de las gracias divinas para regar el campo, los obreros evangélicos, cosecharían, ciertamente más escaso fruto de su trabajo”.
-“Los que ejercen en la Iglesia el oficio de la oración y de la continua penitencia, contribuyen al incremento de la Iglesia y a la salvación de las almas mucho más que los que cultivan el campo del Señor con su actividad; pues, en efecto si aquellos no imprecasen del cielo la abundancia de las gracias divinas para regar el campo, los obreros evangélicos, cosecharían, ciertamente más escaso fruto de su trabajo”.
Pongo aquí punto y final a esta intervención de mi amigo eremita con el propósito de ir publicando, más adelante, otras interesantes respuestas que responden a la experiencia de una vida concreta y vivida, más que a teorías abstractas y frías.
Miguel Rivilla San Martín
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