Cada día te vuelve a recordar que tiene necesidad de tu tiempo, de tus cualidades, de tu persona.
Dios te necesita, porque ha querido necesitarte, y, porque te necesita, te lo está pidiendo desde el día que te llamó por tu nombre.
Cada día te vuelve a recordar que tiene necesidad de tu tiempo, de tus cualidades, de tu persona. Sin falsa soberbia, con humildad verdadera, entiende que, si Dios te necesita, lo mínimo que debes hacer es ponerte a su entera disposición; le debes tanto, le has costado tanto, que tu gloria consiste en corresponderle un poco; y debes sentirte tan humildemente grande, tan profundamente feliz de poder ayudar a un Dios Todopoderoso y en una tarea eterna.
Es como si Dios te pidiera ayuda para mover una estrella, para componer una galaxia; más que eso, es para salvar un alma inmortal que vale más que todas las estrellas y galaxias juntas.
Tú le ayudas a Dios; y, si no le ayudas, Él no puede, no puede solo. Dile con profunda convicción: “Aquí están mis manos, aquí están mis pies, aquí está mi lengua, déjame ayudarte, Creador de mundos; enseguida vengo a echarte una mano, Redentor de las almas”.
Autor: P. Mariano de Blas LC
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