martes, 17 de mayo de 2011

¿POR QUÉ Y PARA QUÉ ESTAMOS AQUÍ?




La frase de Jesús "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" nos plantea qué entendemos cuando hablamos de fe cristiana.


Hace unos días, un amigo me comentaba: “antes no creía en nada, ahora no creo ni en eso. Recuerdo una chica que me dijo: “yo, técnicamente, debería contestar sin religión; en realidad, como todos creemos en algo, creo en la astrología, y un bancario me comentó que en un cursillo para ellos, surgió el tema del sentido de la vida y que, fuera de un protestante y él, católico practicante, los demás no tenían ni idea de para qué estaban en el mundo. No puedo por menos de pensar que tiene que ser muy duro el no saber por qué y para qué estamos aquí.


La frase de Jesús Yo soy el Camino, la Verdad y la Vidanos plantea qué entendemos cuando hablamos de fe cristiana. ¿En qué consiste la fe cristiana, en qué tengo que creer? Todos los cristianos, católicos, ortodoxos, anglicanos, protestantes estamos de acuerdo en que el núcleo de la fe está en los dogmas de la Trinidad, es decir creemos en un solo Dios en tres Personas, y de la Encarnación, que afirma la divinidad de Jesucristo, es decir que la segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, se ha hecho hombre, y se ha hecho hombre porque Dios nos ama y quiere salvarnos.


La gran mayoría de nosotros no sólo no entiende la Trinidad, que es un misterio y por tanto no se puede entender del todo, sino que no tiene ni idea de cuáles son sus consecuencias prácticas en nuestra vida. La Trinidad nos afecta en nuestra vida diaria en cuanto hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26). Si Dios fuese una sola Persona, podríamos pensar en Él como el perfecto egoísta. Pero al ser tres Personas y constituir en una entrega total su relación mutua, Dios se nos manifiesta como la Generosidad Perfecta, como un ser que se realiza a sí mismo dándose. Y si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, también nosotros nos debemos realizar de la misma manera, por medio de la generosidad y entrega a los demás. Por ello Teresa de Calcuta es para todos un ejemplo de vida. Otro detalle sobre la importancia de la Trinidad: la oración más elemental que hacemos, lo que se llama la señal del cristiano, su signo distintivo, el santiguarse, consiste en decir: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Invocamos en ella a las tres personas divinas, y ponemos nuestro actuar bajo su protección.


El sentido de la Encarnación se encuentra en Juan 3,16: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Unigénito Hijo, para todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna". La segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, se ha hecho hombre, uno de nosotros, para salvarnos. Es a la vez, verdadero Dios y verdadero hombre, igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Las grandes fiestas cristianas son la Navidad, es decir el nacimiento de Jesús o su venida al mundo, y sobre todo la Pascua de Resurrección, pues nuestra fe se basa en que Jesucristo resucitó y por tanto somos discípulos de Alguien que está vivo, que es nada menos que Dios y con el que entramos en contacto por la oración y los sacramentos, especialmente la Eucaristía Por ello Jesús es nuestro modelo y nos indica por donde tenemos que ir, si queremos realizarnos como personas. En consecuencia no nos extrañe que haya habido tanta gente que se ha propuesto seriamente seguir a Jesús y ha alcanzado un alto grado de perfección humana. Pensemos en Teresa de Calcuta, en Juan Pablo II, en tantos grandes santos y en algunas personas de muestro alrededor, a las que consideramos grandes personas y que toman de su fe cristiana la fuerza para ser gente ejemplar.


Las verdades de fe nos enseñan que lo principal del Cristianismo es el amor, siendo nuestra tarea más importante cómo realizar el amor en nuestra propia vida. Dios nos muestra con su ejemplo que para ello es necesario desarrollar en nosotros la generosidad y combatir al máximo el egoísmo. Igualmente debes tener muy claro que nuestra fe, más que creer en Algo o en un conjunto de verdades, es sobre todo creer en Alguien, es decir en Dios y en sus manifestaciones de amor hacia nosotros, de las que la más importante es la venida de Jesús al mundo.


Pero también hay culturas y valores negativos. Por ello hablamos con toda razón de una cultura marcada por la preocupación de tener, la obsesión por la satisfacción inmediata, el afán de riquezas, el hedonismo o búsqueda del placer sin tener en cuenta los principios morales, la mentalidad antivida que lleva al rechazo del hijo, al aborto y a la eutanasia, y a la que el Papa llama cultura de la muerte. Es una cultura que renuncia a buscar la Verdad y el Bien, y piensa que no se puede adoptar ningún compromiso definitivo, ya que todo es fugaz y provisional. La única medida y criterio de la verdad es el subjetivismo, es decir soy yo quien decide lo que me conviene o no me conviene, lo verdadero y lo falso. La fe cristiana, la fe virtud teologal, se dirige a la persona humana en su totalidad, y es toda ella la que debe ser evangelizada. El mundo del trabajo, del estudio, del descanso, del deporte, del arte, de los viajes y del turismo constituyen dimensiones vitales muy importantes en las que la fe tiene que estar presente. El trabajo es mi modo de ganarme la vida, pero también mi servicio a la sociedad. El estudio no sólo me capacita para poder ejercer responsablemente mi vida profesional futura, sino que incluso en la vida profesional hay que seguir con él para estar al día y supone siempre un gran enriquecimiento personal. En cuanto al descanso tiene que quedar abierto al tiempo libre y a las actividades culturales. El deporte puede favorecer la salud física y las relaciones interpersonales, pero también puede desnaturalizarse por intereses comerciales o rivalidades locales o nacionales, o el excesivo deseo de triunfar a cualquier precio, por lo que hay que fomentar sus auténticos valores educativos. El arte es una búsqueda de la belleza, y el arte religioso, tan importante para entender la cultura europea, en la que fe y cultura se entrelazan, es una fuente fecunda de inspiración evangélica que pone a muchos en contacto con la fe cristiana. Los viajes y el turismo ojalá supongan el contacto con otras gentes y produzcan en nosotros una apertura de la mente y una mayor comprensión de lo que significan la fraternidad y la solidaridad.


La gran pregunta que tenemos que hacernos es: ¿hasta qué punto la fe impregna mi vida hasta lo más profundo de mi ser, o, aun suponiendo que la tenga, es poco más que un añadido, al modo de un sombrero, que no afecta en nada o casi nada a mi persona?


Pedro Trevijano

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