lunes, 16 de mayo de 2011

OBJETIVO: EDUCAR EN EL OPTIMISMO



La educación será siempre un tema apasionante y de palpitante actualidad.

Acaso muchos de nuestros problemas se deriven precisamente de esa falta de una buena educación que nos prepara a afrontar la vida con rigor, audacia y optimismo. Ha caído en mis manos un pequeño trabajo sobre uno de los perfiles importantes de la educación, como es el optimismo. Objetivo: educar en el optimismo. Y a continuación, se ofrecen una serie de consejos sencillos para los padres.

Primero, dar a los hijos una imagen valiosa de sí: "admirar a vuestros hijos y demostrarles vuestra estima, confianza y responsabilidad. El mejor modo consiste en implicarlos cada vez más en la vida de la familia".
Segundo, darles puntos de referencia: el instrumento más adecuado son los "no" que, sobre todo en los primeros años de vida, marcan el camino físico y espiritual de los hijos.
Tercero, enseñar a los hijos que los problemas se resuelven: educar a un optimista no significa en absoluto construir un iluso que vive beatíficamente, sino todo lo contrario. Los optimistas son bien conscientes de que viven en un mundo imperfecto donde el amor es frágil, los ingenuos quedan liados y los enfermos mueren. Sin embargo, los optimistas saben que existen siempre alternativas y prevén los problemas.
Cuarto, acostumbrarlos a apreciar lo que tienen: los verdaderos optimistas se centran en las cosas que tienen y de ese modo no tienen ya tiempo de fijarse en motivos de tristeza.
Quinto, proponer metas y alcanzarlas juntos: las incertidumbres, la ociosidad y "bricolaje" moral provocan siempre hastío y pesimismo. El potencial humano es asombroso si decidiésemos usarlo.
Sexto, animarlos siempre y habituarlos al esfuerzo: evitar los falsos estímulos. Un estimulo falso es, en general, lo último que un chico o una chica necesitan. Hay personas que viven en un catastrofismo permanente, prevén un tropiezo a cada paso, se sienten incapaces, inadecuados, culpables de todo.
Séptimo, buscar para si y para los hijos, la compañía de personas ricas en experiencia: buscad un repuesto social positivo.
Octavo, cultivar la fantasía y la creatividad: dadles hábitos intelectuales, acostumbradles a ver lo bello, reíd con frecuencia.
Noveno, ayudarles a vencer los puntos débiles: deben ser y sentirse "competentes" en algo.
Décimo, alimentar con cuidado el espíritu: lo peor que puede sucederle a una persona es perder la fuerza del espíritu. En este sentido, vale la pena cultivar grandes valores como la entrega, la bondad, la generosidad.

Este Decálogo para educar en el optimismo puede abrirnos grandes horizontes, ahora precisamente, cuando el mundo se tambalea en muchos de sus cimientos y difíciles nubarrones amenazan nuestro caminar. No importa. El futuro siempre es nuestro y podemos superar las más grandes catástrofes.

Antonio Gil

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