Ateniéndonos al viejo principio de… “Bien explica, quien bien distingue”, y aunque mi intención no es la de explicar y menos la de enseñar nada a nadie, sino solamente ayudar a recordar ideas y temas olvidados, para tratar de estimular, a quien tenga la paciencia de leerme, el desarrollo de su vida espiritual.
Hay que tener presente, que como siempre ocurre en el mundo de lo espiritual, que hay que partir de la base, de que no solo nuestros cuerpos, son diferentes unos de otros, aunque seamos ya casi 7.000 MM de personas las que estamos pisando este mundo, sino que también existen casi 7.000 MM de almas distintas una de otra. Y es que para Dios nada hay imposible. Y esto determina, que cada una de los 7.000 MM de almas, tiene una especial y singular relación con el Señor, bueno… los que la tengan, y esta relación es distinta, por lo que todo lo que se escribe o se haya ya escrito, en relación a este tema de la vida espiritual, nunca es exactamente aplicable a nadie, como norma de conducta, sino como consejo que en la mayoría de los casos es un fruto de experiencias personales. Así tenemos, por ejemplo el caso de la “Noche oscura”, de San Juan de la Cruz. Muchas habrán sido las noches oscuras que muchas almas hayan pasado, después de San Juan de la Cruz, para obtener su más perfecta purificación, pero ninguna de ellas ha sido exactamente lo mismo que la que personalmente nos relata San Juan de la Cruz.
Dicho lo anterior, aquí ahora, vamos a tratar sobre la influencia del mundo de las imágenes y de la imaginación, en nuestras relaciones íntimas con el Señor, sobre todo en la oración llamada meditativa. Como bien sabemos existen clásicamente tres clases de oraciones, diferenciadas: la inicial y más extendida, que es la vocal; la mental o meditación más avanzada que es más avanzada, y que sirve de trampolín, para la más perfecta de las, tres que es la contemplativa, llamada también con muy distintos vocablos, como: Oración del corazón, Oración mística, Oración de quietud, Oración afectiva, Oración de Cristo, Oración de fe, Oración de Jesús, Oración de unión, Oración del silencio, Oración mono lógica, y también, Oración simplificada.
Es en la oración mental o meditación, donde más importancia y trascendencia tienen las imágenes y a la imaginación. Cuando meditamos, con deseo consciente o inconscientemente, se nos viene a la mente una serie de imágenes, que tal como en otra glosa decíamos, esta invasión de imágenes, nos obliga a tener sujeta nuestra imaginación, que es “la loca de la casa”, tal como Santa Teresa la llamaba, ya que en nuestra vida espiritual importa mucho que nuestra imaginación sea constantemente purificada y domada.
Cuanto más controlemos nuestra imaginación, más fecunda será nuestra oración. La imaginación tiene que ser la sirvienta de nuestra inteligencia, y no al contrario como hacen algunos de emplear la inteligencia al servicio de la imaginación. La imaginación es una vagabunda y encuentra muy a menudo una cómplice en la memoria: la memoria, por su lado, en palabras de Santa Teresa de Jesús, es una golosa que se traga todo lo que la imaginación le presenta, después de que esta, lo haya recogido de aquí o de allí.
Nuestro almacén de imágenes es la memoria, y de ahí obtiene el material de imágenes nuestra mente cuando meditamos. Pero para bien distinguir, como al principio decíamos, las imágenes que almacenamos en nuestra memoria, pueden tener dos orígenes diferentes: Unas imágenes pueden ser exteriores, por haber sido captadas por nuestra vista y remitidas a la memoria, pero otras pueden ser interiores, por haber sido fabricadas por nuestra propia mente, echando mano del material acumulado en nuestra memoria. Esta producción propia de imágenes que la lleva a cabo en nuestra mente, es la llamada imaginación.
En este segundo supuesto, de imágenes creadas por nuestra imaginación, hay que distinguir entre imágenes creadas por nuestra mente y apoyadas en realidades, o aquellas otras que las crea nuestra mente, dando rienda suelta a nuestros deseos, generalmente de carácter muy íntimo, sobre todo a los malsanos, En este caso estamos ante imágenes de fantasía o fantásticas. La capacidad de crear esta clase de imágenes, en las que circulan libremente nuestros irrealizables deseos, se la denomina fantasía, la cual es un subproducto de la imaginación. Todos somos tendentes a la fantasía, pues para muchos es el medio para obtener irrealmente los secretos deseos, que todo ser humano tiene, pero unas personas son mucho más fantásticas que otros. En todo caso es de considerar que estos secretos deseos en un gran porcentaje son pecaminosos, se peca con ellos igual que si estos deseos se hubiesen materializados: "Si deseas a la mujer ajena, ya cometes adulterio" (Mt 5, 27-30).
Tenemos pues que en la oración mental, pueden ser positivas determinadas imágenes, sean su origen, producto de lo que han visto los ojos de nuestra cara, por ejemplo las imágenes que conservan de Tierra Santa, las personas que allí han peregrinado, o también puede ser positivas, las creadas por nuestra mente, como por ejemplo tratando de rememorar, lo que no vimos, como puede ser escenas de la Pasión de Nuestro Señor. Lo que nunca puede resultar positivo en la meditación, es lo que resulta ser un producto de la fantasía pura y dura sobre deseos humanos.
Pero démonos cuenta, que meditar no es exclusivamente, barajar una serie de imágenes aunque no sean dañinas, en presencia del Señor en una capilla u oratorio. Esto puede ser bueno al principio, como remedio para contener las distracciones y ganarles la guerra. Las imágenes pueden utilizarse en la meditación en los comienzos de esta, pero no olvidemos que la finalidad última de la meditación, es la de abrirnos las puertas a la oración contemplativa, por ello cuanto más vaciemos nuestra mente de imágenes y tratemos de centrar nuestros pensamientos en el amor al Señor, más cerca estaremos de la oración contemplativa.
Las imágenes pueden ser un medio inicial para comenzar la meditación, pero el demonio, tiene en nuestra imaginación una feroz aliada, que no deja nunca de utilizarla en nuestra contra. Pensemos que a efectos de la meditación solo un escaso 2 o 3% de las imágenes que almacena nuestra memoria, pueden ser buenas en la meditación, el resto nos llevará siempre a la distracción. Hace ya 500 años Blosio, Luis de Blois, escribía: “Antes de la oración, y en ella, el varón espiritual ha de alejar de su alma, todo cuanto pudiere, las imágenes y cuidados de otras cosas. Considere a Dios presente de un modo suave, devoto, simple y amoroso. Puesto delante de Dios, haga oración y lo adore en espíritu y en verdad”.
De todas formas, siempre hemos de pensar, en varios principios básicos: 1º.- Que si se persevera, las distracciones siempre terminan venciéndolas. 2º.- Aunque uno se distraiga, hay que continuar, porque la lucha es siempre positiva y más agrada a Dios la oración del que lucha contra las distracciones, que una buena oración de carácter sensible, en la que es el mismo Señor, el que proporciona el fervor. 3º.- Que si uno tiene muchas distracciones, puede ser que al demonio le esté fastidiando mucho esa oración nuestra. 4º.- Que la mala es la distracción consentida, pero no la que aparece y se lucha contra ella, pues lo nuestro en lo que estamos embarcados, se llama lucha ascética. Y hay que luchar. 5º.- No importa, si no se puede hacer más que, permanecer de rodillas durante un determinado tiempo, y combatir con absoluta falta de éxito las distracciones, nunca se está malgastando el tiempo, al contrario se están obteniendo méritos. 6º.- Que hay siempre que continuar, con distracciones y sin ellas, porque aunque la oración no sea perfecta, ya lo será, dado que siempre de la cantidad nace la calidad. 7º.- En el Kempis, se puede leer: “Donde está mi pensamiento, allí estoy yo; y con frecuencia mi pensamiento está donde está el objeto de mi amor. Al punto viene a mi mente lo que naturalmente deleita o la costumbre me hace placentero”. Lo cual si lo pensamos despacio nos hará llegar a la conclusión de que si amamos con pasión al Señor, ese amor será siempre el mejor remedio que podremos tener frente a las distracciones.
Sobre este tema Jean Lafrance, escribe: “Muy a menudo faltamos de verdad en la oración, pues en lugar de volvernos hacia Dios nos dirigimos a algo que imaginamos que es Dios…. Lo primero que tenemos que hacer, al comienzo de la oración, es buscar el verdadero rostro de Dios, el único que revela a nosotros. Muy a menudo una multitud de imágenes mentales y visuales nos impiden encontrar el verdadero rostro de Dios”. Para Lafrance: “Se ama de verdad a una persona a partir del momento en que uno no existe ya para sí, sino que se está todo entero volcado en él. Es una especie de disolución de la voluntad del hombre en la voluntad de Dios…. Y pienso que aquí está la única definición de la oración, de la conversación con Dios: estar volcado en el otro. Es la imagen del dialogo Trinitario en el que Jesús está totalmente volcado en su Padre”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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