jueves, 14 de abril de 2011

A LOS JUSTOS LES IRÁ BIEN


Somos herederos de Dios por eso debemos acercarnos a Él confiando en Su amor y ofreciéndole actos de justicia.

La justicia y misericordia son dos valores muy diferentes aunque se relacionan. Cuando tenemos misericordia con otros, Dios es justo con nosotros y cuando Él tiene misericordia con nosotros, debemos obrar con justicia hacia los demás.

Seamos justos con Él y con nuestros semejantes, especialmente con aquellos que han tenido misericordia de alguna forma. Por ejemplo, un trabajador a quien se le ha perdonado alguna falta, debe ser justo con su jefe y no solamente dejar de hacer lo incorrecto que se le perdonó, sino también compensar de alguna forma lo que hizo. Si robó, debe devolver lo robado, además de trabajar el doble para suplir su falta. En otras palabras, dejará de hacer lo malo y hará algo muy bueno a cambio.

Yo sorprendí a un trabajador robándome. Era una buena persona que cometió un error, así que le perdoné. Cuando me dijo que se iría por haber robado, le respondí: “Espera, sufrí las consecuencia de tu pecado ahora quiero disfrutar de los beneficios de tu arrepentimiento. Claro que devolverás lo que tomaste, además de vender más de lo que tenías establecido para compensar con una buena actitud”.

Es necesario hacer obras de justicia para quien tuvo misericordia con nosotros. Si tu esposa te perdonó la infidelidad, además de no volver a engañarla, debes compensarla con mucho amor y detalles. No se trata de empatar la situación, sino de superarla con lo bueno.

Ofrece gestos de justicia a quienes te han mostrado misericordia. Aplica ese mismo principio con Dios que te perdona constantemente. Si debemos perdonar setenta veces siete las faltas de nuestros hermanos, Él nos perdona más aún, entonces, ¡imagina cuántas expresiones de justicia debemos darle! No abuses de Su misericordia y demuestra que la valoras, ofreciéndole actos de justicia. Servir sin condiciones.

Mateo 20:8-15 no cuenta sobre la justicia: Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Recordemos que esta historia nos habla del dueño de una viña que contrató obreros. A los primeros que envió a trabajar desde el inicio de la jornada, les pagó según lo pactado y a quienes contrató cuando ya solamente quedaba una hora de trabajo, les dijo que recibirían lo justo, aunque no sabían cuánto. Estos últimos confiaron en él y no exigieron ningún contrato, como los primeros.

Muchas veces queremos hacer negociaciones con Dios y lo condicionamos, diciéndole que le serviremos pero pedimos algo a cambio. Esa actitud no es la correcta ya que debemos servirle sin esperar nada porque estamos seguro que Él nos dará lo justo. Dios siempre prueba las intenciones de nuestro corazón. En esta parábola, el señor de la viña probó a los últimos trabajadores cuando los contrató diciendo que pagaría lo justo y ellos aceptaron, confiando en él, agradecidos por la oportunidad de trabajar aunque fuera sólo una hora. Seguramente fue a ellos a quienes contrató para el siguiente día y si les pagó un denario por hora de trabajo, les pagaría doce denarios por doce horas. ¡Así es la justicia del Señor que nos da más de lo que imaginamos!

Aprendamos de ellos y aprovechemos las oportunidades, por pequeñas que parezcan porque seguramente son las correctas en ese momento de tu vida. A veces somos llenos de cuentosy actuamos con arrogancia, esperando solamente grandes oportunidades, pero sólo quien demuestra valor en lo poco será puesto en mucho. Lo pequeño abre las puertas a lo grande. ¡Aprovecha todo lo que venga!

Entonces, a quienes contrató de primero, los probó de último, en el momento de la paga y no superaron la prueba porque actuaron con rebeldía, criticando sin agradecimiento.

Dios es astuto.

A veces nuestras peticiones son como manipulaciones. Le decimos: Sáname porque soy tu siervo y te sirvo”. No nos damos cuenta que ¡Él nos sana porque en la cruz del Calvario pagó el precio por bendecirnos, lo hace porque nos ama y porque por Su herida fuimos sanados! No pienses que tu pequeño grupo en casa te sirve para manipularlo. Nos dio la vida eterna por amor, no por agradecimiento a los coros que le cantamos. Adóralo por lo que te ha dado, no para manipularlo.

Cuando Pedro, se estaba hundiendo, no empezó a cantar coritos, sino que fue al grano y pidió misericordia, lo mismo hice yo cuando Sonia y mi hija estaban en peligro de muerte en la sala de partos. Allí, el Señor me hizo ver que Su misericordia nos alcanzaría y así fue. Somos hijos de Dios, más que pertenecer a una religión, somos Sus herederos por eso debemos acercarnos a Él confiando en Su amor y ofreciéndole actos de justicia.

Mis hijos me enseñaron cómo funciona esa relación. Yo siempre les traía algún regalo de cada viaje porque pensaba que si bendecía a otros, mi familia también merecía bendición. Así que ellos siempre esperaban que yo le diera algo cada vez que regresaba de algún lugar. Prácticamente se le tiraban a la maleta o hacía como los israelitas ante Jericó, rodeándola siete vueltas para conquistarla. Con el tiempo se pusieron religiosos porque con mucho tacto me preguntaban: “¿Cómo te fue papá?, ¿Hubo personas que se entregaron al Señor?”. Me hacía gracia porque sabía que esperaban ansiosos que les diera el regalo que les llevaba.

Dios es tu Padre y te ama, esa es la razón por la que te da bendición y por eso, merece tus actos de justicia. Si has servido desinteresadamente al Señor y has confiado plenamente en Su justicia, te aseguro que está por venir el segundo día de trabajo, ese cuando te pagará más de lo que imaginas. Te dará doce veces más, te bendecirá en abundancia, no lo dudes. No le pongas condiciones a Dios para servirle. ¡Debes romper los contratos espirituales! Dile: Señor, te firmo un documento en blanco, te serviré sin condiciones y sé que me darás lo que es justo. No lo limites, déjale hacer conforme a Su justicia.

Recibir lo justo.

Isaías 3:10-11 promete y advierte: Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos. !Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado. Todos, justos e injustos reciben fruto de su trabajo. Le irá bien a quien hace lo correcto porque trabaja y se esfuerza. De igual forma, le irá mal a quien no obra con justicia y desperdicia las oportunidades. Esfuérzate haciendo el trabajo que te corresponde y Dios te bendecirá. No esperes a ser gerente para demostrar que eres capaz de lograr grandes cosas. Alcanza tus metas siendo operario, oficinista o director general de la empresa donde trabajas. No seas como los que tuvieron trabajo todo el día y protestaron por lo que el amo hacía con su dinero.

Cumple con tu parte y recibirás lo justo.

Proverbios 3:9-10 asegura: Honra a Yahvé con tus bienes, y con las primicias de todo y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. Dios llena hasta rebalsar los graneros de los justos que le honran con las primicias de sus cosechas. Así era en aquellos tiempos. Lo primero de una cosecha se consagraba al Señor porque era la forma de asegurarse abundancia de fruto. Los graneros estaban construido calculando la cosecha y sabían que al honrar a Dios, esos graneros rebosarían, pero si no lo hacían, sobraría espacio y la cosecha no sería abundante.

La economía bíblica no está ligada a la misericordia sino a la justicia. Al hacer lo correcto, Dios, justamente, nos bendice. Leyes justas y con promesa. Efesios: 6:1-3 recuerda: Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Los mandamientos de Dios son dulces como la miel, justos y verdaderos, relacionados con promesas. Si los cumples, recibes bendición, fruto de tus buenas obras. Por eso, Dios nos pide que obedezcamos a nuestros padres ya que la desobediencia es un acto de injusticia. Claro que se refiere a obedecerles en el Señor, es decir, haciendo lo bueno y santo, no lo que sabemos que es pecado. Un padre nunca debe pedirle a un hijo que le lleve el cheque a la amante o le vaya a comprar drogas porque su hijo, con justicia, puede negarse. Una esposa no obedecerá a su marido si éste le pide acostarse con otro hombre.

La obediencia y sujeción deben ser en el Señor y según Sus leyes. Obediencia y honra son dos cosas diferentes. Puedes obedecer sin honrar, pero jamás honrar sin obedecer. Obedecer a los padres es muy importante porque está ligado a una gran promesa de bendición y de larga vida sobre la tierra. Es como si le dijeras a tu hijo que le darás un premio por sacar buenas notas y además, te darás algo extra si saca 90 puntos en matemática. De esa forma le dices que la matemática es lo más importante. Lo mismo sucede con este mandamiento. Dios nos promete bendición extra si lo cumplimos, eso significa que es muy, muy importante.

En la década de los 80’s cuando gané mi primer sueldo en planilla como analista de sistemas en la empresa de telecomunicaciones de Guatemala, pensé en honrar a mi madre y no sabía de qué forma. Así que le pedí consejo a una tía y me dijo que le diera mi primer salario completo. Yo dudé, pero ella me dijo: Me pediste un consejo y te lo di, ahora tú decides”. Al final, hice más que eso porque le compré un reloj que me costó un poco más de tres salarios, pero era poco para lo que mi madre merecía. Recuerdo que fui a la joyería más exclusiva y le compré un reloj de oro de 18 quilates con un brillante. Ella tal vez no necesitaba un reloj, ni mi dinero, pero yo necesitaba honrarla. ¡Para lograrlo, tuve que apretarme el cincho y pasé comiendo tortillas con salchicha durante tres meses!

Algunos tienen regalos pendientes que deben proponerse dar a sus padres para honrarlos. Podemos justificarnos de muchas formas para no hacerlo o esforzarnos para cumplir. Si quieres tener larga vida sobre la tierra y que te vaya bien, honra y obedece a tus padres. Esa es la justa promesa del Señor. Ahora yo he recibido muchos relojes y cosecha por la honra que le doy a mi madre. Lo mismo puede suceder contigo, aunque la intención de tu corazón debe ser amarlos y ser justo. La recompensa vendrá por añadidura.

Por: Cash Luna

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