El Misterio de Jesús Crucificado en la Santa Misa según una Visión de la Hermana Lucia de Fátima. La Virgen está siempre con su Hijo.
La Santísima Virgen dijo en Garabandal a Mari Loli que durante la Santa Misa pensase en Jesús Crucificado. Las niñas, en éxtasis, durante el rezo del Credo, a "Santa Iglesia Católica" añadían: "Apostólica y Romana" para que siguiésemos siempre en Obediencia al Papa en Roma.
El significado de todo esto lo explican San Pío de Pietrelcina y la venerable Ana Catalina Emmerick.
SAN PÍO DE PIETRELCINA
Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual de San Pío de Pietrelcina. El P. Pío me ha explicado, poco después de mi ordenación sacerdotal, que: Celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trata de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el Sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.
SAN PÍO DE PIETRELCINA
Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual de San Pío de Pietrelcina. El P. Pío me ha explicado, poco después de mi ordenación sacerdotal, que: Celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trata de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el Sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.
Desde la Señal de la Cruz inicial hasta el Ofertorio.
Es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní.
Hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a Él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que Él ha venido a traernos, no será recibida o será recibida muy mal por los hombres. Hay que escuchar las lecturas de la Santa Misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.
Es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní.
Hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a Él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que Él ha venido a traernos, no será recibida o será recibida muy mal por los hombres. Hay que escuchar las lecturas de la Santa Misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.
El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado.
El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora".
El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora".
Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración.
Nos encontramos con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presente en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.
Nos encontramos con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presente en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.
La Consagración es, místicamente, la crucifixión del Señor.
La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Por esto San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.
La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Por esto San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.
Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.
El "Por Él, con Él y en Él" corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu".
Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombre ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: "Padre Nuestro".
La fracción del Pan marca la muerte de Jesús.
El momento de la Resurrección.
El instante en el que el Sacerdote, habiendo quebrado la Hostia, símbolo de la muerte de Jesús, deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.
El momento de la Resurrección.
El instante en el que el Sacerdote, habiendo quebrado la Hostia, símbolo de la muerte de Jesús, deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.
La bendición del Sacerdote.
Marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno.
Marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno.
Se comprende que después de haber oído de la boca del P. Pío esta explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino, lo que hago cada día y con ¡cuánta alegría!.
La Misa es el Sacrificio incruento de la Cruz.
Dice la venerable hermana Ana Catalina Emmerick, religiosa alemana estigmatizada: El mismo divino Salvador es quien vive con nosotros en este orden, y se nos da en todo tiempo como Sacrificio y manjar para que todos seamos Uno sólo en él. ¡Cuán misericordiosa es la constante solicitud con que todos los días ofrece por nosotros de una manera incruenta a su eterno Padre en tantos miles de misas como se celebran, el sacrificio de expiación, su cruenta muerte de cruz!.
Dice la venerable hermana Ana Catalina Emmerick, religiosa alemana estigmatizada: El mismo divino Salvador es quien vive con nosotros en este orden, y se nos da en todo tiempo como Sacrificio y manjar para que todos seamos Uno sólo en él. ¡Cuán misericordiosa es la constante solicitud con que todos los días ofrece por nosotros de una manera incruenta a su eterno Padre en tantos miles de misas como se celebran, el sacrificio de expiación, su cruenta muerte de cruz!.
Este sacrificio, que se consumó en la cruz, es un sacrificio perpetuo, un sacrificio de eficacia imperecedera, siempre nueva, infinita, para bien de los hombres en el tiempo, que es finito y puede contarse y medirse.
Por lo cual desde que fue instituido por el Hijo de Dios hecho Hombre, este sacrificio se renueva y se repite, hasta que el tiempo no se pueda contar y pase la figura de este mundo, ofreciéndose el mismo Jesucristo por las manos del sacerdote legítimamente consagrado, aunque sea indigno, al eterno Padre bajo las especies de pan y de vino en sacrificio de expiación.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo.
Dice Ana Catalina Emmerick: "Ahora comprendo lo que es la Iglesia; la Iglesia es infinitamente más que un conjunto de hombres que piensan de la misma manera: Es el Cuerpo de Cristo que, como su Cabeza, está esencialmente unido y se comunica con ella. Ahora conozco el inmenso tesoro de gracias y bienes que la Iglesia tiene de Dios; tesoro que sólo por ella y en ella puede ser recibido".
Dice Ana Catalina Emmerick: "Ahora comprendo lo que es la Iglesia; la Iglesia es infinitamente más que un conjunto de hombres que piensan de la misma manera: Es el Cuerpo de Cristo que, como su Cabeza, está esencialmente unido y se comunica con ella. Ahora conozco el inmenso tesoro de gracias y bienes que la Iglesia tiene de Dios; tesoro que sólo por ella y en ella puede ser recibido".
En una ocasión, se le acercó una persona a visitar a la estigmatizada que le dijo que la Iglesia era la comunidad formada por todos los hijos de Dios sin distinción de confesiones externas. La santa se sorprendió no poco con esa definición y refutó con severas y concluyentes palabras las alabanzas que esa persona había hecho de aquellos que, aunque exteriormente separados, permanecían unidos en espíritu como hermanos que forman parte de la Iglesia universal.
Dice Ana Catalina: "Sólo hay una Iglesia, la Iglesia católica romana; y añadió: Aunque no hubiera en la tierra sino un solo católico, ése sería la Iglesia única y universal, esto es, la Iglesia católica, la Iglesia de Jesucristo, contra la cual no prevalecerán las puertas del infierno".
Habiéndole replicado el visitante que todos los que creen en Cristo son hijos de Dios, ella añadió: "Pues que Jesucristo ha dicho que los hijos deben honrar y amar a Dios como a un padre, es indudable que también deben dar el nombre de madre a la Madre de Dios y tenerla por madre. El que no entiende esta verdad, y no la pone por obra, ése está lejos de ser hijo de Dios, y en sus ojos el Padrenuestro es sólo una manera de hablar, vacía de sentido".
Dice Ana Catalina sobre la Iglesia: "El conocer la grandeza y majestad de la Iglesia, en la cual se conservan los sacramentos inviolablemente santos en toda su virtud, ha llegado a ser en nuestros días cosa por desdicha rara aun entre sacerdotes". "Por lo mismo que muchos sacerdotes no saben lo que son, muchos fieles desconocen su propio carácter, e ignoran lo que es la Iglesia de que forman parte". "Para que ninguna potestad humana pueda destruir a la Iglesia, Dios ha elevado la consagración sacerdotal a carácter indeleble". "Mientras quede en la tierra un solo Sacerdote debidamente consagrado, vivirá Jesucristo como Dios y como Hombre en la Iglesia en el Santísimo Sacramento del Altar; y el que habiendo sido absuelto de sus pecados por el sacerdote, reciba este sacramento, ése estará verdaderamente unido con Dios".
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