viernes, 8 de abril de 2011

¿CAMINAR EN LA LUZ O CAMINAR EN LAS TINIEBLAS?


No cabe la menor duda, a todo el mundo le gusta caminar en la luz.

Es mucho más agradable viajar, de día que de noche. De día podemos contemplar la belleza del paisaje que Dios ha creado para nuestro deleite. Cuando amanece todo vuelve a tomar el color, que las tinieblas de la noche le secuestraron. Las personas, los animales, las plantas, las flores los árboles, todo despierta a la vida. El silencio de la noche desaparece, invadido por los ruidos de la vida, porque todo lo que se mueve es porque tiene vida, y los que se mueve produce el ruido que nos da fe de la vida.

El ser humano y los animales aman la luz, sencillamente porque han sido creados por la propia Luz, ya que en síntesis podemos decir, que el Señor, es una eterna luz de Amor.

Las tinieblas, la oscuridad, como tal no existe, simplemente es la carencia de luz, llamamos tinieblas a la ausencia de la luz. La luz nos reconforta nos alumbra, nos da amor y bienestar, es la luz la que nos gusta. Es la luz la que nos permite usar nuestro sentido más querido que es la vista.

Si hay algo a lo que las personas no les gustarían que les pasase, es quedarse sin vista, a quedarse ciego. El que carece de tacto o de gusto o inclusive el sordo, no nos inspira compasión, pero si nos la inspira el ciego.

Las tinieblas siempre nos inspiran miedo, nos alejan de la seguridad que todo ser humano ansía, la luz nos sosiega y nos tranquiliza. A muchos niños, sus madres no les pueden apagar la luz de su dormitorio, porque el niño tiene miedo. Instintivamente las tinieblas nos producen repulsión, y ello es, porque sencillamente todos estamos hechos para la luz, estamos hechos por la propia Luz y para la Luz de amor que es el Señor.

Dios es Luz de amor, tal como más de uno de nosotros lo ha definido, cuando han vuelto después de una experiencia NDE, de muerte aparente. Estas personas siempre nos hablan de una luz que es maravillosa, pero que ellos se consideran incapaces de describir, solo saben decir, que es deslumbrante, sin deslumbrar, y que de ella emana un inmenso amor que envuelve al que contempla la Luz.

¡Dios mío!, como serás si todos los que solo han visto pequeños destello de Ti, así te describen. Y si nos vamos a las descripciones que hacen los santos enamorados del Amor que emana de esa Luz, quedaremos aún más sobrecogidos. Y eso que tampoco estos santos, que han escrito estos relatos, jamás llegaron a ver en su plenitud el rostro de Dios, sino solo vislumbraron a lo lejos unas chispas de la gran hoguera de Luz y Amor que es Dios.

Indudablemente que todos identificamos a Dios con la luz y al maligno con las tinieblas. Hasta 115 veces se menciona las tinieblas en la Biblia. Los evangelios, están llenos de pasajes en los que se contrapone la Luz a las tinieblas.

Con el sentido de esta contraposición inicia San Juan su Evangelio, con el pasaje que luego reseñaremos. El Evangelio de San Juan, es el más profundo y espiritual de los cuatro Evangelios, siendo los otros tres los llamados sinópticos. Se denominan así, porque la palabra "sinóptico" indica que los contenidos de estos tres evangelios pueden ser dispuestos para ser "vistos juntos", bien en columnas verticales paralelas, bien en sentido horizontal.

En otro pasaje más explícitamente, el Señor nos dice: Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día (Jn 12,46-48).

En este pasaje claramente Jesús al afirmar categóricamente que Él es la Luz, nos está diciendo: Yo, soy Dios, y por amor a vosotros aquí he venido, para que mi Luz, os saque de las tinieblas del pecado y del mal que os tienen esclavizados. Con la llegada del Señor, se nos abrió a toda la humanidad el camino de la Luz, por ello en el Evangelio de San Mateo se puede leer: El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitan en parajes de sombra de muerte una luz les ha aparecido(Mt 4,16).

Y en el canto del Benedictus, que exclamó Zacarías al recobrar el habla el día del nacimiento de su hijo San Juan Bautista, Zacarías exclamó en uno de las partes de este canto: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.

Es el anuncio del nacimiento de Nuestro Redentor. Pero la llegada del Redentor, no fue como el pueblo elegido esperaba que fuese. Narra Platón, premonitoriamente 450 años antes de Cristo, el mito de la caverna. Cuenta que unos hombres se vieron en la obligación de vivir sumergidos en la oscuridad de una caverna, y se acomodaron a vivir inconfortablemente en esta situación pensando que un día vendría uno a señalarles el camino para ver los rayos de sol.

Llegó este hombre y los habitantes de la caverna habituados ya a su género de vida, rehusaron la proposición de ver el sol. Son las palabra de San Juan En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombre. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no lo acogieron. Hubo un hombre enviado de Dios, de nombre Juan. Vino este a dar testimonio de la luz, para testificar de ella y que todos creyeran por él. No era el la luz, sino que vino a dar testimonio de la luz. Era la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre. Estaba en el mundo y por Él fue hecho el mundo, pero el mundo lo le conoció. Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron (Jn 1,1-18).

Todo lo anterior nos hace ver claramente que para el hombre que nace, este puede recorrer el camino de esta vida, en la Luz o en las tinieblas, en el amor o en el odio, en la verdad o en la mentira. El resultado final todos lo sabemos, y sin embargo, muchos son los que siguen el camino de las tinieblas, pensando que antes de morir tendrán tiempo de pegar un salto al otro camino. Se quiere jugar con dos barajas, y se juega con fuego y ya se sabe que el que con fuego juega, al final termina quemándose. Pero se agarran a la misericordia del Señor, y tan insensatamente se agarran que llegan a olvidar que para que esta funcione debe de haber previamente un arrepentimiento.

Antes de su Ascensión al cielo, el Señor dijo: Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas, no sabe a dónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos (Jn 12,35-36). Este último mensaje es claro. Mientras tengamos vida estamos a tiempo, pero cuando menos lo esperemos se acabará el camino y tal como estemos en ese momento, así nos quedaremos eternamente en el lado de la balanza que hayamos escogido, de acuerdo con el camino de luz o tinieblas que hayamos recorrido.

Aún estamos a tiempo y cuando el Señor habló no lo hizo por asustarnos, sino para que fuésemos conscientes, de que, lo que escojamos eso mismo vamos a tener: "Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios”. (Jn 3,20-21). Ni tampoco, refiriéndose a los que no se toman en serio la cuestión, dijo, y no lo dijo a humo de paja: Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, más pocos escogidos”. (Mt 22,13-14). Y también nos dejó dicho: Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes (Mt 25,30).

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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