Al menos nadie puede dar noticia de algo que en el orden material sea eterno.
Este mundo tan maravilloso, al que tanto nos apegamos, con todos sus bellos paisajes, inmensos mares y océanos, majestuosas montañas coronadas de blanca nieve, con sus bucólicos valles de verdes praderas, esas selvas e intrincadas junglas, o esos bosques llenos de misterios y bellos animales,… etc. etc. Todo incluidos los seres humanos, si es que por entonces Dios quiere que sigamos aquí, desaparecerá convertida toda la tierra, en un agujero negro del sistema cósmico, tal como nos dicen los astrónomos que ya han desaparecido muchas estrellas y planetas en el universo.
Pero tranquilos, todavía nos queda mucho tiempo, para que esto suceda, aunque no personalmente para cada uno de nosotros. Aunque nuestro tiempo Señor, nos lo hiciste corto: “A mis días no les diste más de una cuarta y mi existencia es nada para ti” (Sal 38,6). Si es que lo comparamos con los millones de años que tiene la ya tierra, y los millones de años que aún le pueden restar. Y es que para Ti Señor: “Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna” (Sal 89,4). Tú vives en la eternidad, porque Tú eres la eternidad, una eternidad de amor.
El tema es muy sencillo, hay un orden superior que es el espiritual y este que es Dios, porque en su esencia, Él es Espíritu puro, creó otro orden que es el material y nuestro mundo, la tierra forma parte, es un ínfima parte, de este mundo material, que exactamente ni conocemos sus límites, ni sabemos prácticamente nada, solo a través de nuestra mirada por medios mecánicos, hemos calculado que existen un gran número de galaxias, que estas a su vez están compuestas, por millones de estrellas, una de las cuales es el sol, y estas a su vez disponen de un gran número de planetas y satélites de estos planetas, estando todo ello a millones de millones de años luz de nuestra tierra.
Y nosotros, si estamos bautizados, hemos adquirido la condición de hijos de este Dios inmenso, que crea y domina con amor, todo el universo material y el espiritual, lo visible y lo invisible para nosotros. Y lo que ahora nos resulta invisible, llegará un día en si lo queremos será visible, porque tal como escribe San Juan: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es” (1Jn 3,1-2).
Nosotros sabemos que somos parte de estos dos mundos, el espiritual y el material, porque somos cuerpo y espíritu. Ahora estamos peregrinando por el mundo material, pero aquí a pesar de lo que nos atrae este mundo, por su inmensa belleza, solo estamos de paso para superar una prueba, una prueba de amor al que todo lo hizo, lo visible material y lo invisible espiritual. Y si tan fantástico es este mundo es el universo material, figuraos, como será. Él que lo ha creado todo, que inexplicablemente incluso para ángeles y demonios, nos ama desesperadamente y constantemente está buscando nuestro amor, casi se podría decir con la malicia que poseemos los humanos, que no está mendigando. Mirad si nos ama, que: “Tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna; pues Dios no ha enviado a Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (Jn 3,16-17).
Por ello hemos de ser conscientes, de que este mundo pasará, lo mismo que pasaremos nosotros, que un día nos marcharemos, unos pocos con ansia de partir, la mayoría con ansia de un imposible, que es el no partir y quieren llevarse todo lo acumulado, pero lo único que consiguen es llegar a ser los más ricos del cementerio.
Dios es la perfección escenificada, y todo lo que sale de sus manos es perfecto, incluidos nosotros, porque fuimos creados perfectos, con un aditamento esencial de que carecen el resto de seres vivientes que conviven con nosotros en este mundo. Me estoy refiriendo al libre albedrío, cuyo mal uso por nuestra parte, es lo que ha creado las imperfecciones y pecados humanos, los cuales nos han proporcionado nuestros males y desgracias.
Y, ¿por qué Dios nos creó libres? Dios nos creó por razón de amor, para compartir su inmenso, más que inmenso infinito amor con nosotros que tenemos la inmensa suerte de poder corresponderle a su amor. Nosotros como sabemos, nos encontramos en este mundo para superar una prueba de amor, para demostrarle al Señor de que correspondemos a su amor amándole. Y para que esa prueba se realizase, nosotros deberíamos de ser criaturas libres, para poder escoger entre el amor o el odio que es su antítesis.
El amor para que se exprese de verdad ha de expresarse en un contexto de libertad, sin libertad no hay amor, puede haber otras figuras, como la imposición, o la compra; pero eso no es amor es caricatura de amor.
Cuanto más amemos a Dios, cuanto más conscientes seamos de la existencia de ese amor que Él, continuamente nos está ofreciendo, más nos soltaremos de las ataduras de este mundo y más felices seremos no ya, por supuesto arriba en la Casa del Padre, sino también aquí abajo, porque para un enamorado del amor al Señor, las contrariedades y sufrimientos que este mundo nos proporcionan, son escalones para poder llegar cuanto antes y en mejores condiciones a la gloria que nos espera.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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