Existe el peligro de adormilarnos, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza.
“Pedro duerme. Judas está despierto”, decía san Pedro Canisio al contemplar las disputas internas en la Iglesia. Pedro no percibe el peligro. Judas lo está tramando. El primero abandonará al Maestro. El segundo triunfará en sus planes miserables.
Lo que decía san Pedro Canisio vale para tantos momentos de la historia de la Iglesia. Vale también para el día de hoy: los que deberían ayudar al bien no actúan, mientras que los traidores y enemigos de Dios ponen todo su empeño y sus habilidades al servicio del maligno. El Papa Benedicto XVI recordaba esta frase de san Pedro Canisio al hablar a los sacerdotes de la diócesis de Roma el 10 de marzo de 2011. Al comentarla, el Papa añadía: “Es un tema que nos hace pensar: la somnolencia de los buenos. El Papa Pío XI dijo: «el problema mayor de nuestro tiempo no son las fuerzas negativas, es la somnolencia de los buenos»“. Frente a este peligro, Benedicto XVI recordaba la mejor terapia, la que nos llega con la invitación de Cristo en el Huerto de los Olivos: “¡Velad!”. El Papa proseguía: “busquemos no dormir en este tiempo, sino que estemos de verdad listos para la voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino”.
Nosotros, ¿estamos despiertos o dormimos? ¿Sentimos fuego al ver cómo el enemigo avanza en tantos corazones, o preferimos encerrarnos en un mundo estrecho de egoísmos, de envidias, de golpes bajos, de críticas destructivas, de pasividad? ¿Emprendemos tareas concretas para llevar el Evangelio a los hombres, o dedicamos nuestras energías para criticar cosas buenas que otros hacen, para obstaculizar proyectos válidos de apostolado, para poner trabas a cualquier idea constructiva?
Existe el peligro de adormilarnos, como Pedro, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza. También existe el peligro de caer en un activismo vacío, sin oración, que busca construir al margen de la única Roca que salva, Jesucristo. Mientras los buenos duermen, otros trabajan con empeño para difundir la confusión, para promover la injusticia, para atrapar a los hombres en las pasiones de la codicia o la soberbia, para sumergir el mundo en estímulos que arrastran hacia los instintos más bajos y destructores.
¿Estamos despiertos o dormidos? La pregunta nos la formula el mismo Dios. Desde la experiencia de Su Amor podemos despertar, podemos emprender el camino de la oración y la renuncia, podemos romper con envidias y complejos que paralizan. Entonces pondremos lo mejor de nosotros mismos al servicio del Reino, llegaremos a ser verdaderos soldados de Cristo, viviremos como miembros despiertos, activos y generosos de la Iglesia.
Autor: P. Fernando Pascual
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