jueves, 3 de febrero de 2011

"Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE"


La sexualidad es en realidad un bello poder dado por Dios a la humanidad.

La Biblia aprueba la función sexual y su uso debido, y la presenta como algo creado, ordenado y bendecido por Dios. Aclara que Dios mismo implantó la atracción física entre los sexos por dos motivos: para la propagación de la raza humana y para la expresión de esta clase de amor entre el hombre y la mujer, que constituye la verdadera unidad. Su mandamiento a la primera pareja de ser una sola carne fue tan importante como su precepto defructificad y multiplicaos”.

Es interesante notar que en las Escrituras no aparecen las palabras sexo ni sexualidad. En su lugar, se utiliza la palabra conocer para referirse a la relación íntima entre el hombre y la mujer. El conocerse o familiarizarse constituye un aspecto satisfactorio del amor conyugal. Un buen matrimonio puede sobrevivir sin la relación sexual, como en aquellos casos en los que uno de los consortes se encuentra enfermo o incapacitado físicamente. Pero este aspecto íntimo de conocerse el uno al otro contribuye al carácter integral de la relación matrimonial.

¿Cómo es posible que algo tan bello pueda ser la causa de tantos problemas? Parte de la dificultad yace en las ideas erradas que prevalecen en nuestro medio. Algunas personas piensan que las relaciones sexuales son un mal necesario para poder tener hijos. Es posible que sus padres hayan sentido vergüenza de hablar con ellos sobre este tema. Es probable que hayan temido tanto que sus hijos quebrantaran la ley de castidad, que por ello solamente les enseñaron las consecuencias negativas de la sexualidad.

Algunas ideas equivocadas provienen de la mala interpretación de ciertos versículos bíblicos. Por ejemplo, en Efesios 5:22 se les dice a las esposas que estén sujetas a sus maridos. Algunos han interpretado erróneamente esta escritura, diciendo que significa que las mujeres deben ceder ante los deseos de sus esposos aun cuando no tengan la disposición de hacerlo. Por supuesto que en condiciones tales, las expresiones íntimas de afecto no pueden dar lugar a la unidad marital desde ningún punto de vista.

Estamos plenamente conscientes del gozo y sentido de unión de que disfruta una pareja casada cuando ambos nutren este aspecto de su matrimonio. Pero a pesar de las grandes posibilidades de gozo que traen las relaciones sexuales en el matrimonio, muchas parejas consideran frustrante su relación sexual y hasta la convierten en motivo de contención. En efecto, la incapacidad de llevar una buena relación íntima es una de las principales causas del divorcio.

Si se analizan los divorcios, se advierte que han existido una, dos, tres y hasta cuatro razones para consumarlos; el sexo ha sido generalmente la razón número uno. Muchas parejas han recurrido al divorcio debido a que no se han llevado bien en este aspecto.

Cuando esas son las circunstancias, es probable que ni mencionen esto ante el tribunal, y que ni siquiera se lo digan a sus abogados, pero esa es la razón esencial.

Algunos de los problemas en este aspecto del matrimonio se suscitan cuando uno de los cónyuges limita su uso de modo insensato, o lo usa en forma indebida. La sexualidad debe ser parte integral del amor y del acto de dar. Cualquier uso en el que no existan estos sentimientos es un acto inapropiado. La procreación es un aspecto integral y bello de la intimidad conyugal, pero el utilizar esta intimidad únicamente para este propósito es negar su inmenso potencial como expresión de amor, lealtad y unidad.

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