viernes, 4 de febrero de 2011

SI NO SÉ ¡NO TENGO LA CULPA!


Pensemos en una persona que te atropellara en un paso de peatones, y en el juicio posterior le declararan inocente aduciendo que el conductor no estudio en su día qué significaba paso de cebra para no tener que parar. ¿Quedarías conforme?

Pensemos también en un paciente operado de vida o muerte, que después le viene una terrible infección porque el cirujano que lo operó no había desinfectado el instrumental, ya que en su día no lo aprendió pensando así en ahorrarse trabajo. ¿Te parecería bien?

Por último, pensemos en un edificio que se viene abajo y mata a tu familia, y en la investigación los arquitectos quedan exentos de responsabilidad porque no habían estudiado qué cemento era más adecuado para poder poner el de siempre, que es más barato. ¿Te quedarías conforme en este caso?

Como es lógico, ninguna de estas excusas te parecerá admisible y, por tanto, estoy seguro de que exigirías responsabilidades al conductor, al cirujano y al arquitecto.

Entonces, ¿crees que Dios aceptará como excusa que alguien le diga el día de su Juicio es que yo no sabía”?

Dios nos ha dicho muy claramente qué tenemos que hacer (ser santos y hacer un mundo perfecto), nos ha dado a la Iglesia para que nos guíe y aconseje, y nos ha avisado de que estemos preparados porque no sabemos cuando vendrá. Y todo esto lo sabemos, afortunadamente, desde pequeños; todos hemos conocido montones de sacerdotes, maestros de cristianismo, o simplemente cristianos más instruidos que nosotros. Por tanto nadie puede decir que no tuvo oportunidad de instruirse y saber más.

Una última pregunta: quién es peor, ¿el que hace algo mal sabiéndolo o el que no quiere saber que algo está mal para así poder hacerlo tranquilamente sin tener culpa”? Porque el primero comete un pecado, pero el segundo comete cuatro: el pecado en sí, el de no querer instruirse, el de ser un hipócrita y el de injuriar a Dios tomándole por tonto.

En conclusión, estamos prevenidos. Todos tenemos el deber de instruirnos, de amar a Dios, de saber qué quiere y de hacerlo. Y es una inconsciencia (por decirlo suavemente) pensar que si no sabemos no tendremos culpa; al revés, tendremos más culpa que el que se instruyó aunque luego a veces fuera débil.
Aramis

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