Un ateo escribió: “He buscado a Dios y no lo he encontrado”.
¡Qué lástima!
No es que Dios no exista, es que él no es capaz de verlo. Como tampoco ve el aire que le está rodeando.
Como el niño a quien preguntaron:
- ¿Que crees que tienes más cerca, París o la Luna?
- La Luna, porque a París no lo veo.
O como el cosmonauta soviético Alexis Leonov, el primero que se salió de la cápsula espacial, que al llegar al suelo dijo: “Me he paseado entre las estrellas y allí no estaba Dios”.
Sí estaba Dios, pero él no lo vio.
Como un sordo en un concierto, que no se entera de nada.
A Dios no se le ve con los ojos de la cara sino con los ojos del corazón y del entendimiento.
Basta observar la leyes de la Naturaleza para conocer a Dios. Por la obra conozco al artista.
Lo mismo que conozco el genio de Miguel Ángel viendo la escultura de La Piedad, sin necesidad de ver a Miguel Ángel.
Es muy difícil atribuir a la casualidad las leyes matemáticas que rigen las estrellas, las leyes físico-químicas de la función clorofílica de las plantas, y las leyes biológicas que dirigen la vida.
Es como pretender escribir un libro tirando al suelo un millón de letras contenidas en un cubo. Y escribir diez libros tirando las letras del cubo diez veces seguidas.Pero además a Dios se le siente en el corazón: la alegría de practicar buenas obras que agradan a Dios, y el remordimiento de hacer el mal que ha disgustado a Dios.A Dios lo tenemos al lado, y dentro de nosotros mismos, pero sólo lo ven los limpios de corazón, como dijo Jesucristo.
El problema no está en Dios, sino en nuestros ojos.
La fe ilumina la mirada, alegre el corazón y da paz al alma.
Es como encontrar una cabaña en la ascensión a una montaña nevada.
Tener fe ES UN TESORO.
Jorge Loring, S.I.
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