Me gusta ver los documentales de animales.
Hoy mismo escuchaba la “berrea” de los ciervos machos, reclamando desaforadamente el derecho al ejercicio del sexo con su harén de hembras. Lucha ferozmente contra sus rivales para que nadie le prive de dar rienda suelta al voraz instinto que bulle en todo su ser. Son animales irracionales, y para ellos el instinto de su naturaleza es la razón de ser de su existencia.
A mi mente acudían las imágenes de otros animales, estos racionales, que andan desaforados en busca del placer desorbitado, sin control de ningún tipo, a lo bestia, caiga quien caiga. Son aquellos que parece que la razón, el sentido común, se les ha bajado a la entrepierna. Y van a lo suyo. Alguno, si es necesario, hasta usando la violencia extrema. Su actitud me parece más lamentable que la de las fieras de la fauna salvaje.
Y hasta la política rastrera se vale de las bajas pasiones para sacar partido. Es muy fácil coger al hombre, y a la mujer, por el sexo. Y esta estrategia burda se presenta como progresista. ¡Qué absurdo presentar como progre la degeneración lasciva!.
Juan José Guerrero Roiz de la Parra, Coronel de Artillería, Diplomado de Estado Mayor, publica un magnífico artículo en el último número de la revista “Buena Nueva”. Con gran desparpajo dice, entre otras muchas cosas: “Una forma que tienen los poderosos para someter a la gente, de manera que acepte los postulados que tratan de imponer, consiste en facilitarles la satisfacción de los deseos suscitados por sus bajas pasiones creando un clima social propicio para ello y legislando en consecuencia. Aquí también entran en juego las artes de la ingeniería social que manejan los conceptos para adaptarlos a sus intereses. Por eso se habla de “practicar el sexo” como si fuera un derecho, separando su dimensión placentera de su capacidad reproductiva, hasta que se vea como natural la búsqueda del placer a toda costa y la inhibición total de la posibilidad de dar origen a una nueva vida”.
Y para que la práctica del sexo, a bien temprana edad, no tenga consecuencias molestas, se recurre a la ley, convirtiendo en derecho el aborto a las menores de edad, sin que sus padres puedan interferir en sus decisiones. Un verdadero absurdo: A un padre le pueden multar si fuma junto a su hija menor porque atenta contra su salud, pero su hija menor puede decidir abortar sin el consentimiento de su padre. Y su padre se lo tiene que tragar. ¿Estamos locos?
Dice el autor que hemos citado: Naturalmente todo está previsto: en caso de ocurrir lo indeseado e imprevisto, ”El camino al aborto está expedito. Y, ante la facilidad con que se suministran toda clase de fármacos, constituye un irresponsable atentado contra la salud pública, pues algunos se dispensan alegremente, sin previa experimentación farmacológica, y, los abortivos, sin alertar de sus posibles consecuencias para la salud de sus consumidoras o, incluso, ocultando la realidad cuando se conocen algunos efectos nocivos”.
Todo un ataque de esquizofrenia está afectando a los responsables de la sociedad. Se quedaron con aquel grito de mayo del 68: “Evitemos la guerra y hagamos el amor”. Sin analizar las consecuencias degradantes de ese mal llamado amor, de esa lujuria, que inevitablemente embrutece y provoca más enfrentamientos.
¿No hay nadie que le pare los pies a ese lujurioso compulsivo, a ese capullo que rige los destinos de Italia? ¡Qué modelo para un pueblo que ya supo lo que dio de sí un imperio corrupto!
El tema es importante y da mucho de sí. Volveremos a él en próximos post.
Juan García Inza
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