Fiel a su estilo.
Benedicto XVI administró el sacramento a 21 bebés en la Capilla Sixtina, con un mensaje sobre las dificultades actuales de la educación en la fe.
Fiel a su estilo, Benedicto XVI ha dejado dos mensajes muy claros, pero como de pasada: uno, durante la homilía de la ceremonia de bautismo administrada por él mismo este domingo en la Capilla Sixtina; el segundo, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro.
Veintiún niños entre cuatro semanas y cuatro meses se convirtieron en cristianos de manos del Papa, siguiendo la tradición de realizar una ceremonia de bautismo en el domingo siguiente a la Epifanía del Señor, cuando se celebra la proclamación de Jesús en el Jordán por San Juan Bautista.
Benedicto XVI, entre otras enseñanzas, explicó que al recibir el bautismo, «estos niños obtienen como regalo un sello espiritual, el carácter, que marca para siempre interiormente su pertenencia al Señor y les convierte en miembros vivos de su cuerpo místico, que es la Iglesia. Al entrar a formar parte del pueblo de Dios, comienzan hoy un camino de santidad y de conformidad con Jesús, una realidad que se siembra en ellos como semilla de un árbol espléndido, al que se debe hacer crecer. Por ello, comprendiendo la grandeza de este don, desde los primeros siglos se tuvo la urgencia de administrar el bautismo a los niños al poco de nacer».
Primer mensaje, pues, ante la pérdida de esa costumbre entre los cristianos. No es la primera vez que el Papa insiste en que no debe retrasarse la recepción del agua bautismal por los recién nacidos. Y también lo hizo esta vez en la importancia de la formación en la fe: «La colaboración entre la comunidad cristiana y la familia es aún más necesaria en el actual contexto social, cuando la institución familiar está amenazada desde muchos lados y tiene que hacer frente a no pocas dificultades en su misión de educar en la fe», para lo cual instó a las parroquias a prestar esa necesaria ayuda.
Posteriormente, como todos los domingos, Joseph Ratzinger salió al balcón de la Plaza de San Pedro para rezar el Angelus con los congregados. Antes de la oración, habló también del bautismo, y pronunció una significativa frase: «No es casualidad que todo cristiano adquiera la condición de hijo de Dios a partir del “nombre cristiano”, signo inconfundible de que el Espíritu Santo hace "nacer de nuevo" al hombre en el seno de la Iglesia».
Las cursivas, y ahí está la sutileza del mensaje, figuran en la trascripción de las palabras del Papa difundida posteriormente por la Santa Sede. Señalan, pues, la importancia de utilizar, para bautizar a los hijos, nombres del martirologio y el santoral de la Iglesia (otra costumbre que también decae), pues es con esos nombres con los que puede hacerse realidad ese «renacer» en la comunión de los santos que es también la Iglesia.
C.I./ReL
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