Recordarás a Jackie Robinson el primer hombre de color que jugó en las ligas mayores de baseball en su primera temporada con los Dodgers de Brooklin.
Robinson se enfrentó con serpientes casi a donde quiera que viajaba. Algunos pitchers tiraban pelotas rápidas a su cabeza.
Los corredores lo injuriaban en las bases, frases brutales se escribían en tarjetas o dichas desde bancas de jugadores (dugouts) opuestas.
Aun la gente de casa en Brooklin lo veía como objeto de reproche (rechazo) durante un juego en Boston, los insultos raciales llegaron a un punto crítico.
Para empeorar la situación Robinson cometió un error y permaneció humillado en la segunda base mientras que los fans le gritaban insultos.
Otro Dodger, un sureño, hombre blanco, llamado Pee Wee Reese, pidió tiempo fuera, caminó desde su posición hacia la segunda base de Robinson, y con la multitud viéndole, puso su brazo alrededor del hombro de Robinson.
Los fans se callaron. Robinson más tarde dijo que el brazo sobre su hombro salvó su carrera.
A veces en la vida un pequeño gesto puede salvar una carrera, una profesión o el sueño roto de alguien. No detengamos nuestro paso cuando impulsados por Dios podemos ser bendición a otro.
Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. 2 Crónicas 32:7
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis. 1 Tesalonicenses 5:11
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