martes, 14 de diciembre de 2010

SIMPLEMENTE, SAN JUAN DE LA CRUZ


No oculto ni disimulo que soy amigo de san Juan de la Cruz. ¡Y mira que me costó acercarme a él y entenderle! Pero cuando di el paso, me dejó prendado.

Hay dos imágenes de él, muy tópicas, que le desfiguran y no le hacen justicia, haciendo que se fabrique una falsa imagen de este santo, falsa imagen que en absoluto le hace justicia.

La primera es imaginárselo encerradito tranquilamente en su celda escribiendo poesía, en altos vuelos místicos, un fraile discreto en la Orden que "no da ruido" y que no entiende ni de este mundo ni de acción apostólica. Sin embargo, san Juan de la Cruz viajó muchísimo, trabajó e incluso con sus manos ayudó a construir algunos conventos, gobernó como prior y también como Vicario de toda Andalucía. Es un hombre de gobierno y de acción pero con el estilo sanjuanista de la discreción y la contemplación, sin hacerse notar, con suavidad. De Duruelo - primer convento de frailes descalzos - a Mancera como Maestro de novicios. Luego Rector del Colegio de Alcalá de Henares; un tiempo como confesor en el Monasterio de Carmelitas de la Encarnación de Ávila - interrumpido por sus 9 meses de cárcel en el convento de Toledo -. Pasa a ser Superior-Vicario del convento del Calvario (Jaén), funda en Baeza y se le da oficio de Definidor para el gobierno de la recién creada rama del Carmelo Descalzo; funda y es Prior del convento de Los Mártires (Granada), posteriormente de Segovia y destinado (desterrado más bien por las envidias del Prior general Nicolás Doria y algunos del Consejo, ¡ay envidia, que te molestan los sencillos que brillan con luz propia!) a Méjico, cae enfermo de muerte y elige Úbeda como destino final.

Omito todos los viajes que realizó como Vicario de Andalucía por los distintos conventos de frailes y monjas, así como los viajes a los Capítulos Generales.

Hombre de acción.
Y la segunda imagen falsa: verlo duro, únicamente ascético, con cruces, penitencias, ascesis, ayunos. Su espiritualidad radical es una espiritualidad de amor, un amor de unión con Jesucristo. Y en función de ese amor verdadero y mayor, ordena todo su interior (memoria, entendimiento y afectos). Pero san Juan de la Cruz es un enamorado de Cristo. Sólo alguien que ama tanto a Cristo pueda exclamar y pedir:

Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos, la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.

O también:
Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.

A esto le estoy dando vueltas hoy, a ese estar profundamente enamorado de Jesucristo, descansando en su regazo, sin que lo impidan los afanes, ni las ocupaciones, ni los trabajos. Y llevo esta mañana (desde tempranito: Laudes, oración ante el Sagrario, Misa, Oficio de lecturas) pidiendo la gracia de ese amor a Cristo, total, apasionado, robusto, que caracterízó el alma de san Juan de la Cruz. Cristo era "su Amado", "el Amado".

Terminemos orando con la plegaria que él compuso, titulada "Oración del alma enamorada":

¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío? ¿Por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres.

¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?

¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste?

No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.

¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón?

Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.

Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.

N.B. Animo a leer a san Juan de la Cruz, comenzando por el Cántico espiritual, el "más sencillo" para iniciarse. Muchos autores se ponen de moda, las librerías les ponen estantes a la entrada para vender más, y parecen nuevos "gurús" espirituales que forzosamente han de leerse para parecer "modernos" y "actuales"... y realmente no valen tanto (mejor, omito nombres). Adentrémonos en la espesura del Misterio de la mano de los clásicos.
Javier Sánchez Martínez

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