sábado, 11 de diciembre de 2010

REZA


Entre las decenas de correos electrónicos hoy destaca uno.

Sólo consta de una palabra: REZA. Y yo rezo. Y yo pido. Y yo imploro. Y pienso en mi poco amor, en lo que me falta para adquirir cierto decoro espiritual. Pero rezo a rachas. Rezo con el alma en mala postura. Rezo de fachada. Rezo con el corazón asomado por la ventanilla. Despistado, romo, escueto.

Leo de nuevo el correo: REZA. Y la mirada se me cae al suelo, y me avergüenzo no poco. Coño, que uno es hijo de Dios. ¿Y? Pues eso, que me dejo llevar, que se me apaga la luz - o la pierdo o la escondo -, que mezo mi vida en la cantinela de la medianía.

¿Dónde está la sal de mi esfuerzo, de mi amor decidido? Pues eso, que me da pereza lo humano y lo divino. Hijo de Dios. ¡Menudo título! Y me conformo con el medio pelo y no doy mi vida entera. Ni siquiera un trozo aparente.

El correo electrónico de marras – REZA - me ha recordado lo que me queda.

Quiero decir que puede que cierta gente piense que soy un buen cristiano. Pero un buen cristiano es un tío que se la juega por Dios cada día. Que ama con decisión, que no trama compensaciones y barullos. Y yo, mientras tanto, ando celestineando con todo lo que puedo.

Un buen cristiano es alguien que confía, que eleva, que sonríe. Y yo me enfado y me quedo quieto, con mi talento en el regazo (no creo que tenga más de un talento, y doy gracias), o salgo corriendo, no vaya a ser que Dios me quiera para alguna misión más comprometedora.

REZA, me dicen. Una palabra que me ha dejado en evidencia. He sentido en el cogote el aliento de Dios, la responsabilidad de mi vocación cristiana. Pero vamos a ver: ¿Qué hago yo por Cristo exactamente? Naderías. En un minimalismo sobrenatural de aquí te espero. Flojo, endeble, quejica. En busca de la excusa perfecta. Es que… No, si yo… Con piedad calculada, vamos. No, Dios mío, sí, ya, voy, ahora, espera, sólo es un momento, voy, no Te vayas. Y está claro que Él no se va. ¿Y yo? ¿Dónde estoy, en qué mundo vivo?

Muy bonito todo, estupendo; no, no escribes mal y tal pero ¿y tu oración, y tu preocupación por Cristo, por Su Sagrado Corazón, por Su Reino? Menudo jeta estoy hecho. Menudo hijo. REZA.

No puedo abandonarme más tiempo a un cristianismo tan ramplón e inconsistente.

¿Por dónde empiezo? Para comenzar desecho esa imagen que he ido creando de mí mismo, tan favorecedora y tan mentirosa. Y siendo como soy presentarme ante Dios a hora fija, o a deshora, y decirle: Dios mío, ¿cómo se hace?”. Y Él lo hará. Seguro.
Guillermo Urbizu

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