lunes, 20 de diciembre de 2010

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO


Conmemoración: 19 de Diciembre.

"Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor".

Este 24 de diciembre concluye el Adviento, en una expresión de tiempo precioso que nos invitó a volvernos sobre nosotros mismos e hizo posible que dejemos mil defectos en el camino, para poder entrar con libertad, sin dificultades y con amor en Belén, como los pastores, con corazón sencillo y humilde.

En el evangelio, Mateo nos narra el origen de Jesucristo. María estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. Ello indica que estaban en un período que llamaban desposorio o compromiso matrimonial, período que podía durar de seis meses a un año, tiempo prudente para el esposo construir o acondicionar la casa en donde recibiría a su esposa. En el entretiempo la novia seguía viviendo con sus padres, dependiendo de su papá hasta que pasara formalmente a depender de su marido. La promesa de matrimonio o desposorio implicaba completa fidelidad al novio; todo acto de infidelidad era adulterio, y como tal podía ser castigado conforme a la ley mosaica.

En esas circunstancias, pues, nos narra el evangelio que María resultó embarazada; pero aclara diciendo por obra del Espíritu Santo. El hecho haría sentir muy mal a José; sin embargo, agrega Mateo, que era un hombre justo, y para no exponerla a la infamia, decidió abandonarla en secreto. José hubiera podido hacer valer sus derechos, exigir el castigo previsto por la ley; con todo, sin darse cuenta, va colaborando también él con los planes divinos.

En estos planes divinos no todo está garantizado, pues en ellos también están involucradas la libertad y la voluntad humanas. Es una constatación que podemos hacer en toda la historia de la salvación partiendo desde el mismo paraíso. ¡Parece que los planes de Dios caminaran sobre el filo de la navaja! Un ejemplo de ello lo tenemos en el relato que hoy nos cuenta Mateo.

Pero en esos planes hay siempre una cosa muy importante que se llama diálogo. Precisamente en el diálogo con el ángel que le habla en sueños a José se nos muestra cómo Dios va incorporando a su proyecto a sus mismas criaturas. El silencio de aceptación de José es la respuesta que Dios nos pide también a nosotros. Le ponemos muchas trabas y condiciones a la obra de Dios. A veces intentamoscorregir la manera como Dios actúa; ¡no es necesario! Basta que pongamos nuestra fuerza y voluntad al servicio del plan de Dios, lo demás El sabe cómo lo hace.

Aunque en nuestro pasaje se resalta la figura de José en su duda, en su aceptación de ser padre de Jesús y de ponerle el nombre, la verdad es que María, que apenas es nombrada, está también allí recordándonos su actitud de fe y sumisión a los planes de Dios que son vida para el hombre y la mujer de todos los tiempos.

Hoy al terminar nuestro periodo de adviento, pidamos a nuestro Señor la gracia de ser en esta Navidad y siempre sus auténticos cooperadores y embajadores, llevando a los demás esa Luz que Él mismo ha puesto en nuestros corazones y ese Amor que se realiza sólo dándose.
Jesús te ama.

"Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"

Compartamos un lindo cuento de Navidad:
Hace algún tiempo, dos profesores aceptaron la invitación del Ministerio de Educación de un país extranjero para enseñar los cursos de Moral y Ética (basados en los principios bíblicos) en las escuelas públicas. A lo largo de su estadía fueron invitados para enseñar en prisiones, empresas, en los departamentos de la policía y bomberos y en un gran orfanato. En éste vivían bajo un programa del gobierno alrededor de 100 niños y niñas abandonados. Estos profesores nos contaron la siguiente historia:

Corría el año 1994, cerca de las fiestas navideñas, nuestros huérfanos por primera vez escucharían el tradicional relato de la Navidad. Les hablamos sobre el recorrido de María y José hacia Belén, sobre las dificultades al no encontrar hospedaje, sobre la manera cómo la pareja se quedó en un establo, donde el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de todo el relato, los niños y el personal encargado del orfanato permanecían sentados llenos de asombro. Algunos de ellos sentados al borde de sus asientos, intentaban comprender cada una de las palabras.

Al terminar el relato, les dimos a los niños trocitos de cartulina para hacer un pesebre. Cada niño recibió un cuadrado de papel, cortado de algunas servilletas que había llevado conmigo. Según las instrucciones, los niños hacían tiras de este papel que con cuidado ponían en el pesebre a manera de paja y usaban pedacitos de franela como sábanas del niño. También recibieron moldes de muñequitos tipo bebé.

Mientras paseaba entre ellos, veía si necesitaban ayuda. Los huérfanos lucían muy ocupados formando su pesebre. Todo iba bien hasta que llegué a una carpeta donde estaba sentado el pequeño Miguelito, un niño como de 6 años de edad. Parecía haber terminado el proyecto. Al ver el pesebre de este niño, fue grande mi asombro al ver no uno, pero dos bebés en el pesebre.

Le pregunté por qué había colocado dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos delante de él mirando su escena completa del pesebre, Miguelito comenzó a repetir el relato muy seriamente. Para un niño tan pequeño, que había escuchado el relato sólo una vez, recordaba los acontecimientos con una gran precisión – hasta que llegó a la parte donde María puso al niño Jesús en el pesebre.

Entonces fue cuando Miguelito comenzó a improvisar. El creó su propio final diciendo: Y cuando María echó al niño en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar dónde quedarme. Le dije que no tenía papá ni mamá, así que no tenía dónde quedarme...

Entonces Jesús me dijo que podía quedarme con Él. Pero le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle como todos lo habían hecho. Pero quería quedarme tanto con Jesús, así que pensé en qué tenía para poder usar como regalo. Pensé: quizás si lo caliento, ese sería un buen regalo...

De modo que le pregunté a Jesús, "Si te caliento, ¿será suficiente regalo?"
Y Jesús me respondió, "Si me calientas, será el mejor regalo que jamás nadie me haya ofrecido".
-"Así que me eché en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que podía quedarme con él... para siempre".

A medida que el pequeño Miguelito terminaba su relato, sus ojos se llenaban de lágrimas que comenzaban a correr por sus mejillas. Cubriéndose la cara con las manos, echo su cabeza sobre la mesa, sus hombros temblaban mientras sollozaba profundamente. Nuestro huerfanito había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría, alguien que permanecería con él - PARA SIEMPRE.

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