viernes, 5 de noviembre de 2010

POR TANTAS Y TANTAS RAZONES, ¡BIENVENIDO, SANTO PADRE!


La Iglesia católica en España está de fiesta y de esperanza con la visita apostólica de Benedicto XVI a dos de sus más significativas e importantes ciudades.

La Iglesia católica en España está de fiesta y de esperanza con la visita apostólica de Benedicto XVI a dos de sus más significativas e importantes ciudades.

Este viaje - anunciado el pasado 3 de marzo casi por sorpresa - es un inestimable y providencial regalo. Y es que los reclamos que aguardan al Papa pueden ser más interesantes e interpeladores en orden a la revitalización de la presencia y de la misión de nuestra Iglesia en medio de la sociedad española.

El Papa Benedicto XVI, peregrino entre peregrinos, va a visitar uno de los santuarios del cristianismo de mayor raigambre y atracción popular. Su presencia en Compostela este sábado 6 de noviembre de 2010 - en pleno y tan exitoso Año Santo Jacobeo - está llena de significados. El primero de ellos procede del mismo encuentro del Sucesor de San Pedro con las raíces apostólicas que laten en Santiago y desde Santiago en toda España, una Iglesia apostólica de dos mil años de fecunda historia de fe cristiana, traducida en prodigiosas expresiones misioneras, culturales y sociales. Reavivar, pues, estas raíces cristianas es objetivo central de esta visita papal. Son unas raíces cristianas que la misma tradición jacobea ha expandido a lo largo de los siglos y sigue transmitiendo hoy con la fuerza y popularidad del Camino de Santiago y de las peregrinaciones hasta su santuario no solo a toda España, sino también a Europa y a América Latina.

Y al hilo de esta última afirmación, no cabe duda de que Benedicto XVI lanzará en Santiago - como ya hizo hace veintiocho años su antecesor, Juan Pablo II - una apremiante y vigorosa llamada para que Europa, que nació peregrinando a Compostela, no reniegue de su identidad y reencuentre en el cristianismo la linfa de su propio y auténtico bienestar en solidaridad y prosiga así aportando valores verdaderos a todo el mundo.

La visita papal a Santiago de Compostela conlleva asimismo un nuevo dinamismo para la tradición misionera de la Iglesia española, una de sus grandes gestas en la historia y todavía uno de sus mejores avales de presente. Y nuestra trayectoria y potencial misional solo se prolongará en el futuro ya inmediato si nuestras comunidades eclesiales se rejuvenecen y revigorizan. Y para ello la pastoral juvenil y la familia han de ocupar un puesto preeminente en su acción y compromiso evangelizador. Si también Santiago nos evoca este afán apostólico de la Iglesia española en pro de los jóvenes - recordemos, sin ir más lejos, la PEJ 2010 y otras muchas ocasiones en que los caminos de Santiago han sido y son caminos de nuestros jóvenes -, no cabe duda que la etapa barcelonesa de la visita papal tiene como primera referencia la familia. Y emblema e icono de ello es la mañana del domingo día 7 con la dedicación litúrgica del templo de la Sagrada Familia.

Pero la Sagrada Familia de Gaudí es además emblema e icono de la real y tan fecunda simbiosis entre el más bello arte y la fe cristiana, entre la cultura secular y la Iglesia. Y la sola presencia del Papa en este lugar es ya una catequesis extraordinaria en medio del «patio de los gentiles» en que se ha convertido la ciudad de Barcelona, siempre magnífica, siempre de indudable identidad cristiana, pero también de incontestable significación secularista, laicista y postcristiana.

Una ulterior razón para dar la más cordial bienvenida a Benedicto XVI la constituye su etapa vespertina en Barcelona con la visita a la Obra Benéfica «Niño Dios», dedicada a la atención de muchachos con síndrome de down y con otras discapacidades. Su presencia en este benemérito lugar eclesial habla por sí solo del irrenunciable compromiso de la Iglesia a favor de la vida, de toda la vida y de la vida de todos. Y la significación de la misma es todavía más actual y profética cuanto más arrecian las distintas expresiones de cultura de la muerte y sus ciegas opciones de una imposible e inhumana vida a la carta.

Por último, nuestra bienvenida a Benedicto XVI no puede obviar el hecho de que Santiago y Barcelona son capitales de dos de las más singulares e identitarias comunidades autónomas de España. Y, más allá de planteamientos políticos y politizados, la visita papal a ellas y el uso de sus lenguas a buen seguro que contribuirán al bien común y a la concordia de todos.
Autor: Ecclesia Digital

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