Una fervorosa budista se esforzaba por acrecentar su amor al prójimo.
Pero siempre que iba al mercado, un comerciante le hacía proposiciones indecentes.
Cierta mañana lluviosa, cuando el hombre la importunó una vez más, ella perdió el control y le golpeó en la cara con el paraguas. Esa misma tarde fue a buscar a un monje para contarle lo ocurrido.
-“Estoy avergonzada - dijo. No conseguí controlar mi odio”.
-“Desde luego, no estuvo bien eso de que sintieras odio por él - respondió el monje. La próxima vez que te diga algo, llena tu corazón de bondad... y vuelve a pegarle con el paraguas, pues él sólo entiende este lenguaje.
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