sábado, 20 de noviembre de 2010

¡COMO UN NIÑO, TUYO SOY!


Pequeña en su humildad como una simple y buena mamá, y gigante por el lugar en el que está.

¡Qué hermosa es mi Madre!. Nunca podrá existir otra como Ella, tan hermosa y delicada, pero tan fuerte también. Ustedes saben, Ella no deja de pensar en mi, nunca se aleja de mi. Sus sonrisas y sus lágrimas son un reflejo de lo que me ocurre, porque Ella, Mi Madre, nunca deja de preocuparse por mi. Por eso digo, ¡que hermosa es mi Madre!.

Qué pequeña y qué gigante es, a la vez. Pequeña en su humildad como una simple y buena mamá, y gigante por el lugar en el que está, allá bien alto, en el Cielo. ¡Y es mi Madre!. Cuando necesito su cercanía, su abrazo, la busco pequeña, a mi Mamá amiga. Y cuando necesito su ayuda, su apoyo, la busco grande, protectora. Pero Ella siempre es la misma, mi Mamá.

Y nunca está sola, nunca lo está. Ella siempre tiene a sus ángeles cerca, también mi ángel gusta de estar con Ella. Ellos la llaman Reina, Reina de los ángeles. Es que mi Madre necesita ayuda, y los ángeles son felices al estar a su lado, socorriéndome cuando Ella quiere que su hijo esté a salvo. ¡Que felices somos todos cuando las cosas alegran a Mamá!.

Pero mi Madre llora, si que llora. Y lo hace cuando yo no hago lo que se supone que un hijo de semejante Madre debe hacer. ¡Y cómo me duele cuando me doy vuelta, y la veo llorar!. No hay dolor más grande que el de hacer llorar a mi Madre. Por eso trato, si trato, de no hacerla llorar. ¡Pero muchas veces no lo logro!. Ustedes quizás no puedan comprender lo que se siente, porque es algo que duele hondo, en el corazón.

¡Que Corazón, el de mi Madre!. No existe otro igual en ninguna otra mujer que haya existido o existirá jamás. Es que Ella fue hecha única, para una misión muy especial ¿saben?. Por eso mi Madre es incomparable, se los aseguro, absolutamente irrepetible. Su Corazón es inmenso, más grande que el mundo, tan grande que podríamos poner en él a toda la humanidad pasada, presente y futura. Claro, si los hombres y mujeres, todos nosotros, quisiéramos entrar allí.

¡Qué hermoso refugio es el Corazón de mi Madre!. Cuando me siento perdido, asustado ante lo difícil que es vivir aquí, me oculto como un niño pequeño en Su Corazón y le digo: Mamá, protégeme, ayúdame, guía mi vida. Y si quiero espiar lo que ocurre afuera, me oculto debajo de Su Manto, donde verdaderamente si que no me puede ocurrir nada malo, siempre que no salga de allí.

Como verán, mi Madre es lo más maravilloso que hay, se los aseguro. No crean que exagero, no hay modo de exagerar cuando se habla de las virtudes de Mi Madre. ¿Y saben por qué?. Porque me lo asegura mi Hermano Mayor, el Mayor de todos. El fue el primer Hijo de Mi Madre, y El si que sabe todo. El conoce el mundo como realmente es, y siempre me dice que como Mamá, no hay ninguna.

¡Mi Hermano!. Ahora que se los nombro, yo no lo conocía mucho, pero Mamá, además de todo lo demás que hizo por mi, me lo presentó, y me hizo también su amigo. Y la verdad es que ahora mi Hermano se ha transformado en el centro de mi vida. Dice mi Hermano que si no fuera por El, yo no tendría a mi Madre, y debe tener razón, porque mi Hermano nunca, pero nunca, se equivoca.

¡Ah!, no les dije como se llama. Se llama María, si, María. Suena como música, como campanadas, como agua que corre. María es el nombre de mi Madre. Ella me espera, dice que un día vamos a estar juntos para siempre, porque Ella me llevará a la casa de mi Hermano. ¿Saben algo?. Mi Madre dice que El es Rey, ¡el Rey!, y que en Su Casa estaremos todos juntos un día, junto a todos los demás hijos que Mamá tiene, que según me cuenta Ella, son muchísimos. Creo que desde el primer día, mi Madre sólo quiso llevarme a El, al Rey.

Una pregunta, ¿no serás tú también otro de mis hermanos?.
Autor: Oscar Schmidt

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