Son varios los distintos caminos que han sido recorridos por todos los que nos precedieron, para llegar al conocimiento de Dios.
Los que nos precedieron si están en el cielo son santos, independientemente de que la Iglesia, así lo haya declarado dogmáticamente al canonizarlos, o no los haya canonizados. Y tengamos presente que debe de haber en el cielo, infinidad de santos no canonizados, con más méritos que los canonizados que conocemos.
Como ya hemos indicado en glosas anteriores esta variedad de caminos para allegar al Señor, es consecuencia a la diversidad de las almas humanas. Cada uno de nosotros tenemos un camino distinto que recorrer si es que queremos alcanzar el cielo e integrarnos en la gloria divina, que es a lo que estamos convocados. Los santos, cada uno de ellos, no todos, solo unos pocos, nos relatan sus experiencias adquiridas en su travesía, y desde luego que en todas ellas hay unas constantes generales que todos nos señalan, independientemente de las peculiares características del recorrido, que cada uno de ellos hizo en su día.
El tipo o la clase de oración que el viandante en este mundo realice, tienen una especial importancia, y es Santa Teresa de Jesús, la que más énfasis pone en esta relación, entre la clase de oración que empleamos y el nivel de acercamiento al Señor que tengamos. Royo Marín O.P. claramente escribe: “Para la gran santa de Ávila, los grados de oración coinciden con los de la vida cristiana, en su marcha hacia la santidad”. Pío X destacaba de Santa Teresa de Ávila que: “Toda su doctrina espiritual no es en el fondo más que una doctrina sobre la oración, pues por los grados de oración, medía ella los grados de vida espiritual”.
Orar como todo sabemos es relacionarse con Dios. Cuando en la vida mundana queremos relacionarnos con alguien, primeramente tratamos de conocerlo, de saber quién es, cuáles son sus costumbres, las personas que le rodean, sus familiares, sus gustos, lo que piensa, etc. Y después, de haberle abierto una ficha, entramos en contacto con él, mediante la conversación. Pues bien orar, es hacer lo mismo pero refiriéndonos al Señor.
Como sabemos hay básicamente tres clases de oración: la oración vocal, la oración mental o meditación, y la más elevada que es la contemplativa. Pero esto no quiere decir, que una vez que se ha dominado una clase de oración se abandona esta, para pasar a la siguiente. Las tres clases de oración no son peldaños de ascenso. Un alma que ha llegado a alcanzar la oración contemplativa, en su grado más elevado como es la oración infusa, no por ello abandona la oración vocal o la meditación. Las tres clases de oración son siempre necesarias y tienen una serie de sub-clasificaciones y tipos de oración, que no es el caso entrar aquí en ese mundo.
Pero hecha esta breve introducción aclaratoria y entrando en el pensamiento de Santa Teresa, esta entiende que la vida espiritual es como un castillo, dentro del cual existe una morada interior, que hemos de alcanzar y para ello hemos de pasar previamente, con anterioridad por otras moradas, en total la santa nos habla de siete moradas, número este el siete de alta simbología. La idea de Santa Teresa es la de considerar el alma como un castillo lleno de moradas, tal como en el cielo el Señor nos dice que hay muchas moradas. "En la casa de mi Padre, hay muchas moradas; si no fuera así os lo diría, porque voy a prepararos el lugar”. (Jn 14,2). El hecho de alcanzar esa morada situada en lo más profundo del castillo, podríamos asimilar esta idea a la de encontrar al Señor en lo más profundo de nuestro ser, que es ahí donde el reside esperando al alma que se encuentra y vive en su gracia y amistad.
Para mejor comprensión, de la relación que media entre las moradas del castillo y el grado de oración, adjunto el cuadro que he preparado al efecto. El tema es tremendamente amplio y por ello es difícil de encajarlo en el contenido de una simple glosa, por ello pienso que este cuadro ayudará a entender lo básico de la idea de Santa Teresa sobre su Castillo interior o las Moradas.
VÍAS
GRADOS DE ORACIÓN.
LAS MORADAS DE SANTA TERESA
+Los pecadores
+Ausencia total de vida cristiana (fuera del castillo).
+Barniz cristiano (en la ronda del castillo).
+Vía ascética
+Oración vocal.
+Meditación.
+Oración afectiva
+Oración simplicidad
+Las almas principiantes (primeras moradas).
+Las almas buenas (segundas moradas).
+Las almas piadosas (terceras moradas).
+Las almas fervientes (cuartas moradas).
+Vía mística
+Recogimiento infuso
+Quietud
+Unión simple
+Unión extática
+Unión transformativa
+Las relativamente perfectas (quintas moradas).
+Las almas heroicas (Sextas moradas).
+Los grandes santos (séptimás moradas).
En el recorrido de todo camino, que un alma ha de hacer caminando para llegar a entregarse al Señor, siempre hay un paso básico y decisivo que es el paso de la vía ascética a la vía mística o contemplativa. En la etapa ascética, en el alma todo es lucha, para caminar, de aquí el término que aquí se emplea de “lucha ascética”. Pero caminando en la lucha ascética, se llega o se puede llegar a un momento decisivo en el que el alma por decisión del Señor, se encuentra con que su lucha ha desaparecido, que es el Señor ahora el que toma la iniciativa y el alma hasta ese momento activa, pasa a tener una actitud pasiva porque se encuentra dentro de la oración infusa. A esta clase de oración que se recibe dentro del estado de contemplación la santa la denomina oración de quietud y sobre ella escribe lo siguiente.
“Lo que yo llamo gustos de Dios, que en otra parte lo he nombrado oración de quietud, es muy de otra manera... Hagamos cuenta para entenderlo mejor, que vemos dos fuentes con dos pilas que se llenan de agua... Estos dos pilones se llenan de agua de diferentes maneras; en uno el agua viene de más lejos por medio de muchos arcaduces y artificios; el otro está hecho en el mismo nacimiento del agua, y se llena sin ningún ruido. Y de este manantial caudaloso del que hablamos, después de llenar este pilón, sale un gran arroyo; y no son necesarios artificios ni arcaduces, sino que siempre está saliendo agua de allí. Es la diferencia con la que viene de arcaduces que a mi parecer son los contentos (consolaciones) que tengo dicho que se sacan con la meditación; porque los traemos con los pensamientos ayudándonos de las criaturas en la meditación; y cansando el entendimiento; y como viene en fin con nuestras diligencias hace ruido cuando ha de haber algún henchimiento de provechos que hace en el alma, como queda dicho. A esta otra fuente viene el agua de su mismo nacimiento que es Dios, y así como Su Majestad quiere, cuando se sirve hacer alguna merced sobrenatural. Produce esta una grandísima paz y quietud y suavidad, en lo muy interior de nosotros mismos”.
Termina Santa Teresa con un epílogo en el que entre otras recomendaciones dice: Por el gran deseo que tengo de ser alguna parte para ayudaros a servir a este mi Dios y Señor, os pido que en mi nombre, cada vez que leyereis aquí, alabéis mucho a Su Majestad y le pidáis el aumento de su Iglesia y luz para los luteranos; y para mí, que me perdone mis pecados y me saque del purgatorio, que allá estaré quizá, por la misericordia de Dios, cuando esto se os diere a leer si estuviere para que se vea, después de visto de letrados. Y si algo estuviere en error, es por más no lo entender, y en todo me sujeto a lo que tiene la santa Iglesia Católica Romana, que en esto vivo y protesto y prometo vivir y morir.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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