domingo, 19 de septiembre de 2010

LA PAJA EN EL OJO AJENO


Un pequeño testimonio que sucedió en estos días.

Soy diector espiritual de muchas personas, no solamente de las de mi grupo. Una de ellas estaba enamoradísima de un fulano que tenía mujer aunque no era casado. Esta señorita no aceptaba mi consejo que se retirara de esa obsesión y a pesar que me lo prometía, ella seguía y seguía buscándolo.

La cosa estaba cada día más peligrosa. Ella me contaba que él la había llevado a un hostal, pero que no habían llegado a tener relaciones. Le dije y la previne que se estaba arriesgando y que podía pasarle algo malo.

Hace pocos días me llamó y me dijo que estaba embarazada. Le pedí que se lo dijera a su madre o que me permitiera a mí hacerlo. Se lo dijo a su madre y ambas asistieron a nuestras reuniones de los viernes y conversamos.

Ella, con mucho esfuerzo y varios intentos había ingresado, asimilada, a una rama de las Fuerzas Armadas en enfermería. O sea que siendo enfermera sabía los riesgos de quedar embarazada... no era una ignorante fácil de engañar. Su obsesión la llevó a dar este mal paso y quedar embarazada.

Hace dos días abrí mi correo y ella me decía que por temor a su padre había abortado. Me decía que ella había decidido tenerlo pero por temor a su padre abortó. ¿Y la mamá qué? No me dijo nada sobre ella que sabía. También me dijo que no se merecía estar en un grupo como el nuestro por lo que había hecho, y que sentía muy mal. También me dijo que debido a eso ella ya no sería la misma. Para mí, una chica que toma esa decisión de abortar esta a un paso del suicidio.

Le respondí: No dejes de venir al grupo y mantente siempre en contacto conmigo... te vamos a ayudar a superar ese trance. Si yo hubiese actuado diferente no debería liderar un grupo de oración... creo que Jesús hubiese actuado igual.

¿Cuántos pecados tenemos todos? ¿Podemos aislar a esta chica por ese error que cometió? Ahora es cuando más nos necesita... no podemos abandonarla. La paja en el ojo ajeno es más fácil de soplar, que soplar la viga que tenemos en el nuestro.
José Miguel Pajares Clausen

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