jueves, 30 de septiembre de 2010

FRUTOS DE LA ENTREGA


Entregarse al Señor, abandonarse en Él, produce en el alma humana unos frutos insospechados, que solo percibe el alma que se ha entregado.

Realmente no son muchas las almas que después de haberse negado a sí mismas, despojándose de toda clase o tipo de apetencia mundana, se han puesto como meta de su vida espiritual entregarse a la voluntad divina y después de bastante tiempo, pues ya sabemos que en los temas de carácter espiritual el Señor carece de prisas, han llegado a una perfecta entrega al Señor. Han llegado a poder repetir gozosamente aquellas palabras de San Pablo cuando dijo: “Vivo, pero no vivo yo, sino que es Cristo quién vive en mí. (Gal 2,20). Y a sensu contrario, Royo Marín, O.P. escribe que existen también almas, en las que: “Ya no son ellos quienes viven; quién vive en ellos es Satanás. Por supuesto que se trata de almas, cuya condenación no aseguraremos que la tienen ya conseguida, pero desde luego poco les falta.

De lo necesario para obtención de este estado de entrega a Dios, ya hemos hablado en varias glosas y no existe un catálogo de normas para la consecución de este estado de santidad, que no es otra cosa, que el desarrollo de la vida de Dios en nosotros mismos, en lo más íntimo de nuestro ser. Los hombres y mujeres santos son los que han conseguido vivir en Dios, por Dios y para Dios y también para los demás, en vez de vivir para sí mismos.

Para obtener este fin, de una perfecta entrega al Señor, son básicas varias consideraciones: La primera es conseguir un profundo contacto con el Señor y para ello no hay nada más efectivo, tal como escribe el dominico Royo Marín O.P. que la comunión diaria, ya que es el medio más rápido y eficaz para lograr nuestra plena transformación en Cristo, en la que consiste esencialmente la santidad; puesto que a diferencia de lo que ocurre con el alimento material, no somos nosotros los que asimilamos a Cristo, sino que es Cristo quien nos transforma. La oración continua es también básica, porque es el continuo o contacto con el Señor, por ello Él ya nos dijo: “…, conviene orar perseverantemente y no desfallecer. (Lc 18,1). Orar, pero tratar de orar con el corazón, no mecánicamente sino lentamente, saboreando lo que se dice para evitar en lo posible las distracciones. No se puede rechazar nunca las contrariedades y sufrimientos que nos salgan al paso. Que nadie pretenda santificarse sin amar la cruz, el que trate de buscar a Dios sin sufrimientos pierde el tiempo, nunca llegará a encontrarlo. Son muchas más las cosas que hemos de considerar, como por ejemplo, el refreno de nuestra lengua, la aceptación de toda posible humillación, el pensar que las personas, nunca nos mortifican sino que nos santifican, etc.

El logro de esta situación o nivel de amor a Dios, solo es posible alcanzarlo contando con las divinas gracias, porque solos no podemos alcanzar nada. Lo importante es el deseo, el deseo de amar profundamente al Señor y cuando ese deseo se tiene y es profundo, y siempre es Dios quien lo genera, Él pone también a continuación en esta alma, las gracias necesarias para llevar a cabo la realización de ese deseo.

Cuando se alcanza esta situación, el alma que a este estado llega nada de este mundo desea, ni nada necesita, solo anhela el amor de su Amado y que se cumpla su voluntad. Y nada de este mundo le interesa a esta alma porque ha comprendido, que el principio que dice: Para poseerlo todo, hay que perderlo todo. El Señor bien claro que nos lo dejó dicho: "24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará, (Mt 16,24-25). Y así perfectamente lo entienden estas almas, que saben que no merece la pena tratar de poseer algo, de lo que esta vida nos ofrece cuando se tiene la certeza de que se va a poseer va a ser, no ya las obras hechas por el Creador, sino al mismo Creador. ¿Porque van conformarse con unas insignificantes partes del todo, cuando van a poder poseer el Todo de todo?

A este respecto Henry Nouwen escribe diciendo: Cuando nuestro corazón pertenece a Dios, el mundo y sus poderes no son capaces de róbanoslo. Cuando Dios se ha convertido en el Señor de nuestro corazón, nuestra alienación básica está superada, y podemos rezar con el salmista: “13 Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: 14 te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! Tú conocías hasta el fondo de mi alma. (Sal 139, 13-14). Y yo te doy gracias Señor por tan grandes maravillas: prodigio tuyo soy, prodigios son todas tus obras.

Una vez que nuestra nada es puesta al servicio de Dios, una vez que nos hemos convertido por amor en servidores incondicionales del Señor, la vida cambia y nos volvemos menos víctimas de nuestros estados de ánimo. Las ansiedades, las angustias, las tristezas, las antipatías, los recelos humanos, las enemistades hacia otros, las frustraciones, la depresión, la indignación, la apatía, la preocupación por el futuro, el pesimismo, las obsesiones, los resentimientos, el rencor, el mal humos, la soledad humana, las tristezas, toda una serie de males que acongojan al alma humana van desapareciendo y transformándose en otros estados de ánimo positivos, como pueden ser y son: el optimismo, la alegría de vivir, la esperanza en el futuro solamente basada en el amor a Dios, la entrega a los demás, la seguridad en los acontecimientos, porque estas almas están seguras de que nada de lo que ocurre es malo, todo lo que nos pasa es bueno porque nos viene del Señor, aunque a nuestros ojos no lo veamos así. El jesuita Pierre Teilhard de Chardin, exclamaba: “Todo lo que nos ocurre es siempre adorable”.

Sea bueno o malo lo que recibamos, de sus divinas manos viene y es lo que más nos conviene, aunque no lo comprendamos.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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