martes, 10 de agosto de 2010

EL ORDEN: EMPIEZA POR LA CABEZA


Los primeros seis años.

Aunque los papás no lo crean, los niños aprecian el orden. Sólo hay que enseñarles a vivirlo.

El orden es un hábito que sirve de base para muchos otros. Gracias a él, podemos organizar mejor el tiempo y las ideas, somos capaces de sacar mayor partido a lo que vemos y aprendemos...

Ciertamente, lo que enseñamos a un niño es más bien el orden material, pero eso es tan sólo un primer paso. Cuando crezca, le ayudará a mantener en orden su cabeza y a ser más eficaz en todo lo que se proponga. Saber organizarse es algo que se aprende de pequeño, empezando por organizar los juguetes en su caja.

Un niño que se habitúa a vivir en el caos, sin que le enseñen a ordenar, cuando crezca tendrá mayor dificultad para elaborar un simple informe estructurado o incluso establecer sus propias prioridades en la vida.

SABER ENSEÑAR
A todos nos cuesta ser ordenados, pero hay pequeños «trucos» que nos hacen más llevadero este hábito. El más importante es la motivación, que también podemos transmitir a nuestros hijos. De partida, resulta absurdo hacerles ver el orden como un deseo tiránico de los papás. Es más fácil y eficaz ilusionarlos y hacerles ver sus porqué.

¿Cómo? Desde su primer año, aunque tengamos que ser nosotros mismos los que realicemos el acto físico de recoger los juguetes por que ellos aún no son capaces, les haremos participar de la actividad con nuestra conversación: "Recogemos las fichas del juego para que podamos jugar mañana; la muñeca la metemos en su cuna para que no se ponga fea; los papeles al basurero para que la habitación siga igual de bonita y limpia".

EL PLACER DE ENCONTRAR
Por mucho que cueste creerlo, los niños son los primeros que desean aprender a vivir el orden. Quizás resulte más complicado habituarles a la actividad de ordenar, pero es fácil distinguir que se sienten más cómodos cuando "controlan" las situaciones. Basta que les guarden dos noches seguidas el pijama bajo la almohada... y a la tercera lo buscará allí él mismo, y encontrarlo será el mejor de los triunfos.

A esta edad, los niños requieren estabilidad, saber cuál es el sitio para cada cosa y lo que va a ocurrir a continuación de buscar: ¡encontrar! Que se respete esa lógica es fundamental para su desarrollo psíquico y emocional, y en nuestras manos está ayudarlos, enseñándoles que cada cosa debe tener su sitio, y prestándoles con paciencia modelos de conducta ordenada.

Una forma concreta de ayudarles será cumplir los horarios de comidas y las horas de sueño, atender su aseo personal y necesidades fisiológicas, respetar sus salidas de paseo y juegos.

ENTRA POR LOS OJOS
Para que el niño pueda empezar lo antes posible a vivir el orden, las primeras lecciones deben ser sólo demostraciones ante sus ojos.

Comenzar exigiéndole pequeños detalles concretos, como dejar los zapatos juntos al pie de la cama al irse a dormir, o que él lleve su pañal sucio, muy bien doblado, al basurero después de cambiarlo. Poco a poco, la exigencia podrá crecer, y se acostumbrará a guardar las piezas de cada juego en su caja respectiva y será capaz de colocar los libros en la repisa, derechos y con el lomo hacia fuera.

Los sucesos encadenados son también un buen método para inculcar el orden en nuestros hijos. Las secuencias de actos no sólo facilitan al niño la adquisición del hábito, sino que hacen más llevadera la obediencia y les dan una enorme estabilidad y autonomía. Por ejemplo, acostumbrar al niño a que cada vez que llegue por la tarde del jardín o colegio, vaya directo a dar un beso a la mamá, cuelgue la mochila en su percha, se lave las manos y se siente a almorzar. Y, cuando llegue la hora de costumbre, busque el pijama, deje que lo bañen, se siente a cenar y se quede dormido en cuanto lo arropen en la cama.

Una vez que, a fuerza de costumbre, aprenda cada secuencia, tan sólo tendremos que indicarle el primer acto - un beso a la mamá -, para que sepa lo que viene a continuación y lo haga.

¿JUGAMOS A ORDENAR?
Pero el método más eficaz, en cualquier caso, para enseñarle a ordenar es sin duda alguna el juego. Lo que no quiere decir que le pongamos trampas, sino que nos adaptemos a su mentalidad infantil.

Así es que habrá que enseñarles - con mucha paciencia y buen humor - a jugar al orden: ordenar los muñecos por tamaños, los autitos por colores, los libros en fila... Nuestro propio ejemplo tendrá una importancia vital en el resultado final. Porque si el niño nos ve alegres ordenando nuestra ropa por colores, los zapatos en fila, las revistas apiladas, la fruta bien dispuesta sobre el frutero... inevitablemente comenzará a apreciar la armonía.

También podemos involucrarlos en las tareas de ordenar, apelando a su siempre despierto sentido de la solidaridad. Un "¿me ayudas a limpiar mi armario?", puede tener resultados insospechados. No sólo aprenderá a distinguir la ropa que ha de ir al canasto de la ropa sucia, la que es de otra temporada, la que hay que arreglar antes de guardar.... sino que disfrutará enormemente, se sentirá importante y en adelante pondrá un empeño natural en emplear él mismo esos criterios para su propio ropero.

UN LUGAR PARA CADA COSA
No debemos olvidar que, para enseñarle a ser ordenado, el niño debe saber antes dónde han de estar las cosas. Ese detalle aparentemente mínimo es, en realidad, fundamental: para que él pueda guardar cada cosa, cada cosa ha de tener su sitio. ¿No es lógico?

Sería contraproducente que tan sólo dispusiera de un baúl, en el que lanza todo revuelto. Para que aprenda a ordenar, el niño necesita discernir primero, que los libros van en la repisa, los autitos en el cajón, los muñecos sobre la cama y los puzzles en la cómoda.

Ordenar, para el niño, debe ser como un paso más, inseparable de sus actividades normales: después de usar el juego y antes de sacar otro, se guarda el primero.

Una vez que haya aprendido esto, también podemos enseñarle que cada habitación tiene su uso específico: el living para reunirse la familia, el comedor para comer y hacer tareas, a veces; la cama para dormir. A partir de este punto, podremos abstraer más y hacer ver al pequeño que también él ha de «presentarse» ordenado: cuidando su aseo personal, las manos, cara y dientes limpios, bien peinado... Poco a poco nuestro hijo, sin necesidad de ayuda o de recordatorios diarios, nos demostrará que ya aprendió a ordenar, o por lo menos, que disfruta con la armonía del orden.

NO ES ORDEN...
- Ordenar recién a las nueve de la noche, cuando el caos ha llegado a tal extremo que ni nosotros -y mucho menos el niño- somos capaces de afrontarlo.
- Esconder todas las cosas de la vista, no para colocarlas en el sitio que corresponde a cada una, sino para distribuirlas al azar por cajones y canastos, creando un desorden que - aunque no se vea - es mayor.
- Guardar la ropa sucia y sin doblar, los juguetes rotos, los papeles arrugados debajo de la cama. Al recoger, hay que revisar las cosas, para retirar lo que hay que limpiar, arreglar o tirar.
- Guardar las piezas del mecano cuando un hermano todavía no ha terminado de jugar. Cada cosa tiene su momento, y ordenar también. No podemos convertirlo en una obsesión.

ASÍ ES MÁS FÁCIL
-Es más fácil ordenar cuando existen lugares dónde guardar cada cosa: canastos, cajas o repisas. Y esos lugares deben estar al alcance de los cortos brazos de nuestro hijo.
- A los niños más pequeños hay que ayudarlos con pequeños trucos: pegar fuera de la caja o canasto, por ejemplo, el dibujo correspondiente a lo que va en el interior: muñecas, rompecabezas o autitos.
- Es clave inculcar a los niños la siguiente idea: ordenar es la última parte de cada juego. Así, después de armar el puzzle, hay que desarmarlo, contar las piezas para comprobar que estén todas, y meterlas en la caja. No hacerlo es dejar el juego a medias.
- El orden rige también para las personas, su vestimenta y aseos: las camisas deben tener todos los botones, los zapatos sus cordones, y no cabe levantarse sin lavarse la cara, las manos y los dientes. En estas materias resulta vital la perseverancia de los papás.
- Paciencia. Este juego es demasiado difícil para aprender a jugarlo de la noche a la mañana. No se desanimen si al principio el hijo recoge un muñeco y ustedes cien, porque poco a poco ira variando la proporción.
- Expliquen con la palabra y el ejemplo que el orden es mucho más que un deseo tiránico y obsesivo de los adultos: gracias al orden hacemos la vida más estética y placentera, ahorramos tiempo encontrando pronto lo que buscamos y cuidamos las cosas, que limpias y bien guardadas duran más y mejor.
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