Espero no cansar al lector al abundar sobre ese lugar de ultratumba.
Tomo notas sobre “El manuscrito del Purgatorio”, basado en el diálogo real establecido hace algunos años entre dos religiosas, una viva y otra prisionera del Purgatorio.
La difunta afirma que muchas almas viven en la Tierra sin ocuparse de su salvación. Cuando mueren deben comenzar de nuevo su vida en el Purgatorio y permanecer allí por decenas de años; esta vez sí, amando y deseando a Aquel que no amaron suficientemente en la Tierra. Jesús recibe entonces un amor de reparación, pero Él quiere que se le ame en la Tierra y por eso, en cada sagrario, espera corazones que le amen, aunque no los encuentra.
La testigo nos exhorta a trabajar sin descanso para lograr la perfección, pues no hay nada que complazca tanto a Jesús como quien se esfuerza, a pesar de los obstáculos, a abnegarse y sacrificarse por su amor. Nos hace una confidencia: “Tened siempre un pequeño rinconcito en vuestro corazón para Jesús, y no le perdáis de vista. Esto facilita además el mejor cumplimiento de las obligaciones cotidianas. Cada acción hecha bajo la mirada divina os proporcionará un grado más de gloria en el Cielo y también un grado más de amor a Jesús”.
También nos habla de las cruces en el caminar terreno: “Si supierais cuánto bien hacen al alma. Los sufrimientos son las más dulces caricias que Dios nos hace para desprendernos de lo que nos rodea y unirnos a Él”.
La religiosa nos explica que los protestantes suelen tener un purgatorio más largo y riguroso, porque no pudieron disfrutar de las gracias de los Santos Sacramentos ni de otros socorros de la religión verdadera.
En cuanto a los moribundos, señala que en ese momento próximo a la muerte, el demonio despliega toda su rabia. Dios permite este sufrimiento para mérito de las almas. Las personas que amaron a la Virgen reciben especiales ayudas de Ella en estas circunstancias últimas.
Habla así de las muertes imprevistas: “Algunas veces los que han colmado la medida de sus crímenes, permaneciendo sordos a todas las gracias, Dios los arrebata para que no exciten en Él mayor venganza. En otras ocasiones, son almas temerosas ya preparadas para unirse a Él y Dios las saca para evitarles los terrores de las últimas horas”. Añade que los juicios de Dios son muy diferentes a los nuestros: Él tiene en cuenta nuestro carácter, y temperamento y distingue lo que se hace por malicia o por ligereza.
Señala que en el lenguaje de las almas, los buenos pensamientos y deseos son a menudo sugeridos por el ángel custodio, por algún santo o por el mismo Dios.
Por lo visto hay varios grados el Purgatorio. En el Gran Purgatorio, existe un nivel de mayor sufrimiento, y es un Infierno momentáneo: el de los grandes pecadores que fueron sorprendidos sin haber tenido apenas tiempo para arrepentirse, y se salvaron por un milagro, debido a las oraciones de parientes u otras personas y en atención a algunas obras buenas que hicieron en vida. Hay otras almas que no cometieron tales crímenes pero fueron indiferentes con Dios y no cumplieron el precepto pascual durante su vida.
Existe el llamado Vestíbulo, y es difícil no pasar por él. Para ello se necesitaría haber deseado ardientemente el Cielo y la vista de Dios, lo cual es poco frecuente.
Quisiera añadir una anécdota de María Simma:
-“Una vez viajaba yo en tren y en mi compartimiento había un hombre que no paraba de hablar mal de la Iglesia, de los sacerdotes y del mismo Dios. Yo se lo recriminé pero él se puso furioso. Al descender del tren le rogué a Dios: Señor, no permitas que esta alma se condene. Años después el alma de ese hombre me visitó para agradecerme mi pequeña oración: gracias a ella se había salvado del Infierno”
También acaeció la muerte de un alto cargo de la Iglesia. Esa alma se apareció para comunicarle a la vidente que no saldría del Purgatorio hasta que en su diócesis se volviera a la Comunión en la boca, pues él había promovido la Comunión en la mano, cosa que desagrada Dios.
Es cierto también que en el Purgatorio hay muchos sacerdotes: los que no promovieron el respeto a la Eucaristía, los que descuidaron la oración, etc., mientras que otros van directamente al Cielo. El Purgatorio de las almas consagradas es más penoso y largo puesto que se les encomendó una misión sagrada y recibieron muchas más gracias que los demás.
Jesús suspira y me dice:
-“Cuántas almas hay que viven ajenas a lo que les espera. Por eso es necesario que hables de todo esto y lo des a conocer”
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