domingo, 6 de junio de 2010

EN TORNO AL CORPUS


Creo que esta semana hemos vuelto a perder una batalla. ¿Pero cuál ha sido el combate que no ha sabido ganar la Iglesia en nuestra tierra, que no hemos sabido?

El pasado jueves 3 de junio, la Iglesia Católica en España celebró la memoria de San Carlos Luanga y sus compañeros mártires. Si el Calendario Litúrgico-Pastoral que edita la Comisión Episcopal de Liturgia no nos lleva a error, así fue también en Sevilla, Granada y Toledo. Según el mismo, en el calendario particular de la última, sólo aparece el aniversario de la ordenación episcopal de D. Francisco Álvarez, arzobispo emérito de la sede primada. Lo que no es óbice para que se celebraran procesiones eucarísticas, lo mismo que cualquier día, como se hace en algunas parroquias, se expone el santísimo a la adoración de los fieles. No entro a valorar la oportunidad de ese hecho, me centraré en otra cuestión.

No obstante, los medios de comunicación no pararon de hablar de que era el día del Corpus. Entre ellos, resulta llamativo lo de Radio Clásica, pues se presume cierta cultura en sus locutores. Aunque de dos años para acá, sobre todo, ha perdido mucho esa emisora; cada vez hablan más y cada vez los tópicos progresistas al uso son más frecuentes.

Hasta en lugares como Madrid, se dio la peregrina circunstancia de que se hizo de un jueves y no de un viernes o un lunes fiesta civil, pues no lo era litúrgica ya que, de momento, Esperanza Aguirre no tiene potestad para modificar el calendario litúrgico. Si bien hubo, como manifestación de la mentalidad confesional imperante o incluso regalista, alguna autoridad autonómica y algún político que habló de fiesta del Corpus. Todo ello aderezado por quienes preguntaban si era día de precepto, que es tanto como preguntar si lo es el 6 de diciembre.

Para remate de todo, lo de los militares rindiendo o no homenaje al Santísimo. Y, sobre ello, me voy a detener brevemente. ¿Tenemos claro los españoles qué es un Estado aconfesional? ¿Distinguimos los españoles la diferencia entre aconfesionalidad y laicismo extremo? ¿Hemos asimilado los católicos la declaración Dignitatis humanae del Vaticano II? ¿O queremos un Estado confesional? Este gobierno ciertamente tiene una cierta propensión a meternos en la sacristía y sus modos no son siempre los mejores. Lo de la nueva ley de libertad religiosa no pinta precisamente bien. Pero no metamos todo en el mismo cajón. Veamos con calma, poniendo entre paréntesis los modos empleados y la intención del gobierno, qué está, en ese hecho, en el centro del tablero. Claro que mi opinión, como siempre, es archidiscutible.

Nuestra comatosa Constitución dice en su art. 16.3 queninguna confesión tendrá carácter estataly el art. 8.1 dice que las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

¿Qué es rendir honores al Santísimo? ¿Es un acto de culto o es una tradición o costumbre? ¿Es una de las funciones del ejército rendir culto? Otro tanto podríamos decir de tantas cosas que se dan en nuestra geografía: bastones de alcaldes y jueces ante el sagrario el Jueves Santo, corporaciones municipales en lugares preferentes en la misa de las fiestas patronales, juramento de defensa de la Inmaculada por parte de alguna autoridad pública, etc.

Si todo esto es un acto de culto o de fe, no veo por qué deba o pueda hacerlo nadie en tanto que autoridad pública. Además de ir contra la aconfesionalidad del Estado, de no ser parte de las funciones públicas, me parece que no es muy respetuoso para con otras religiones. ¿Qué nos parecería, por ejemplo, que un alcalde, en tanto que alcalde, jurase públicamente defender el monoteísmo tal y como lo sostiene el Corán? ¿O ver a una compañía de gastadores rindiendo honores al panteísmo?

Y si es solamente mantener una tradición o costumbre, entonces es hacer teatro de lo que para algunos no lo es. No comprendo a quienes les satisface verse reducidos a bien cultural y/o turístico. Aunque en muchos casos lo de la tradición a lo que apunta es a que la Iglesia se conforme con cumplir funciones religiosas subsidiarias para con los españoles que soliciten sus servicios.

¿Y qué batalla hemos perdido? La derrota no está en que unos militares no hayan rendido honores a la presencia verdadera, real y sustancial del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, sino que no haya sido la Iglesia la que se haya adelantado a la ministra. Creo que los primeros interesados en la aconfesionalidad del Estado somos los católicos y deberíamos de llevar la delantera en todo lo que respecta a la libertad religiosa para que determinadas cuestiones no cobren intencionalidad laicista cuando la podrían tener simplemente aconfesional.

Sé que esto que digo no es del gusto de muchos - tampoco lo fue lo que dijo el Secretario de la Conferencia Episcopal sobre el pañuelo en clase, sin que por ello compare mi opinión con la de un obispo -; pero qué queréis que os diga, cuanto antes dejemos atrás el cálido nido de las formas de la época de cristiandad y nos metamos a fondo en nuestro aquí y ahora, antes saldremos de la inequívoca crisis en la que estamos.

Y mientras que en los medios de comunicación se defendía a capa y espada una tradición, pasó casi desapercibida esta noticia sobre perversión.
Alfonso G. Nuño

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