viernes, 7 de mayo de 2010

PALABRA DE CONOCIMIENTO


Mucho se ha discutido en estos últimos tiempos sobre la palabra de ciencia y que algunos, con una traducción más exacta, llaman "palabra de conocimiento". El P. Emiliano nos explica este concepto.

Es un don carismático muy hermoso a través del cual Dios revela y comunica lo que ha pasado o está sucediendo en la historia de la salvación de las personas. Gracias a esta revelación se puede llegar hasta la raíz de una sanación.

Un día llegó una señora muy afligida con su hija que a causa de una extraña enfermedad había dejado los estudios. Me contaron que la jovencita sufría unos ataques muy raros. Frecuentemente se desmayaba y se contorsionaba como si tuviera epilepsia. Habían visitado varios médicos sin resultado alguno. Fueron con psicólogos y no hubo mejoría. Incluso cometieron la torpeza de ir con brujos. Entonces llegaron a la fácil conclusión de que necesitaba un exorcismo.

La mamá hablaba, pero la joven guardaba silencio. Ni siquiera contestaba a mis preguntas. No teniendo datos ni sabiendo qué pedir para ella oré en lenguas. En eso me vino a la mente una palabra que me martillaba continuamente: aborto. Abrí los ojos y le pregunté si ella había tenido algo que ver con un aborto. Ella se sorprendió y me preguntó: ¿Quién se lo dijo?

Con lágrimas en los ojos me contó que había tenido relaciones con su novio, quedando embarazada. Siendo de una familia muy reconocida tuvo mucho miedo y decidió abortar. Pero entonces, teniendo que cargar con el doble peso de su pecado, al sólo pensar en ello, se desmayaba.

Se arrepintió, se confesó y oramos por su curación interior. El Señor la perdonó y la sanó, no volvió más a sufrir esos desmayos. El Señor nos dio el "conocimiento" de la raíz del problema. No estaba poseída ni se trataba de una enfermedad cualquiera.

También por el don del conocimiento, Dios revela las curaciones que Él está realizando en medio de la comunidad. Entonces se comunica a toda la asamblea lo que el Señor está haciendo.

En 1975 fui nombrado delegado de República Dominicana para la II Conferencia Internacional de Líderes de la Renovación Carismática en Roma. Cuando lo comuniqué a mis superiores ellos me respondieron:
-“Deja tu lugar a otro, pues es mejor que el país sea representado por un sacerdote nativo

Me costó mucho trabajo aceptar, pues pensaba que desaprovechaba una oportunidad maravillosa para conocer y aprender más sobre esta Renovación; aunque por la fe yo descubrí en la decisión de mis superiores la voluntad de Dios.

El día que supuestamente debía salir a Roma en avión, fui en caballo a visitar una comunidad perdida en la montaña. Celebré la misa y oré por los enfermos. Mientras oraba en lenguas me vino a la mente una palabra con mucha fuerza: epilepsia. Continué la oración, luego guardé silencio y por fin me tomé el riesgo de la fe, preguntando:
-“¿Hay aquí alguna persona enferma de epilepsia? El Señor la está curando ahora".
Hubo algunos momentos de tenso silencio que me parecieron eternos, hasta que la directora de la escuela levanto su mano y dijo:
-Padre es mi hija. Mire cómo está”.
Junto a ella estaba una joven de unos quince años, sudando y temblando. Estaba enferma desde su nacimiento. Pero el Señor la sanó completamente y no ha vuelto a sufrir esos ataques.

Esta fue la primera vez que el Señor me dio palabra de conocimiento. El día que obedecí a mis superiores el Señor me regaló un don que me ha servido en mi ministerio más que todas las conferencias que yo hubiera escuchado en Roma.

La palabra de conocimiento es un carisma del Espíritu que sorprende mucho a los que viven esta experiencia. Es la comunicación de una seguridad interior, una certeza que no se adquiere por reflexión ni deducción. Es como una idea que invade nuestra mente con intensidad. Esta nos acapara como una palabra sin sonido, una palabra que viene del interior de nuestro ser y permanece presente en nuestro espíritu durante mucho tiempo. Y resulta que, con este pensamiento en nuestra mente, estamos seguros de algo que sabemos no viene de nosotros pero sí a través de nosotros.

Lo cierto es que existe. Creo que Natán tuvo palabra de conocimiento cuando develó el corazón de David. (2Sam 12,1-15) Pedro tuvo igualmente palabra de conocimiento en el caso de Ananías y Safira. (Hech 5,1-11)

La palabra de conocimiento va en la misma línea que la profecía.

Un día estaba predicando un retiro en Sabana, República Dominicana. A la mitad de la charla me vino una palabra de conocimiento que me daba vueltas insistentemente. Para concentrarme en la conferencia me detuve y dije:
-“Aquí hay un hombre que ha venido al retiro desafiando a su mujer. Ella lo invitó garantizándole que si venía, cambiaría de vida. Pero él le respondió: iré al retiro, pero no cambiaré. Este hombre está aquí y el Señor te dice que Él respeta tu libertad, pero acuérdate de lo que dice san Agustín: temo al Dios que pasa y no vuelve.

En la parte posterior de la capilla, un hombre alto y fuerte cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar. Después de la misa se acercó al sacerdote y le confirmó todos los detalles de la palabra de conocimiento. Se confesó, entregó su vida a Dios y añadió: padre, si usted me necesita para cualquier cosa estoy disponible.

Llega una idea clara a la mente. En la medida que la comunicamos van apareciendo los detalles adicionales. Compararía esta experiencia como leer un mensaje escrito en unas servilletas de una caja de kleenex: en la primera servilleta están unas palabras que debo leer; luego retiro esa servilleta y leo lo que dice la segunda. No se puede leer ni entender lo escrito en la tercera si no se han leído y retirado las otras dos. De igual manera, se comienza a comunicar el primer mensaje e inmediatamente se va completando éste en la medida que lo vamos transmitiendo.

¿Cómo reconocer la autenticidad de una palabra de conocimiento? Solamente por los resultados. Los testimonios son el termómetro que determina si la palabra venía del Señor o no.

Ciertos ministerios no producirán frutos si no van acompañados del testimonio. Así, por ejemplo, si se anuncian curaciones con palabra de conocimiento pero no se certifican con testimonios, resultaría algo muy dudoso y hasta daría origen a críticas en vez de alabanzas al Señor.

En el mes de noviembre de 1982 prediqué una serie de retiros en la Polinesia Francesa. Se preparó una misa por los enfermos en los terrenos del Arzobispado de Tahití. Esa noche había más de 5,000 personas en la explanada, cobijadas por un cielo lleno de estrellas que me hacía recordar la promesa de Dios a Abraham.

Después de la comunión dirigí la oración por los enfermos. Toda aquella multitud oraba en lenguas. Era un momento lleno de fervor y de fe.

Mientras cantábamos en el Espíritu comenzaron a venirnos palabras de conocimiento. Durante la oración en lenguas se facilitan mucho estos mensajes ya que el canal de nuestra mente está vacío y más disponible para recibir la palabra del Señor.

Entre las palabras de conocimiento había una que me sorprendió por su precisión. La transmití tal como me llegó:
-Aquí hay una persona que viene a misa por primera vez, y desde muy lejos. Sufre de la columna vertebral a la altura de la cuarta vértebra. Su dolor le ha sido causado por la caída de un coco de agua. En este momento te invade un calor muy grande en la espalda. El Señor te está sanando. Pronto tú darás testimonio de la sanación completa.

Al día siguiente teníamos otra celebración eucarística. La multitud ya había crecido más. Vivimos una experiencia inolvidable del poder y de la misericordia de Dios. Antes de terminar aprovechamos para pedir testimonios de personas sanadas el día anterior. Escuchamos cosas preciosas. Entre los muchos, había el de una señora que dijo:
-“Yo soy protestante de nacimiento. Nunca había asistido a una misa católica hasta el día de ayer. He sufrido mucho de mi columna vertebral y sabiendo que el Señor había sanado a muchos enfermos el día de anteayer, me dejé convencer por una amiga y vine anoche para pedir a Dios mi sanación, a pesar de que vivo muy lejos de aquí. Cuando el sacerdote anunciaba que una persona enferma de la columna vertebral se estaba sanando, yo sentía un calor muy intenso que invadía mi espalda. Luego agregó que el dolor se localizaba a la altura de la cuarta vértebra. ¡Era exactamente mi caso! Pero lo que más me sorprendió fue cuando afirmó que el mal se debía al golpe de un coco en la espalda. Hace un año y medio yo estaba vendiendo cocos a los turistas. Mientras los tiraba de la palma con un palo, uno de ellos me golpeó la espalda, lastimándome la cuarta vértebra. Como yo estaba embarazada en aquel momento no pude ser operada. El médico prefirió esperar que naciera la criatura antes de operarme. Pero después de nacer el bebé ya era demasiado tarde. El médico me dijo que no sabía bien cómo hacer esa operación, pues la vértebra se había como soldado. Yo tenía mucho malestar, en particular de noche, para poder encontrar una postura cómoda para dormir en mi cama. Anoche, cuando sentí ese calor y ese temblor lloré mucho. Sentía una gran presencia del Señor en mí. Llegando a mi casa me di cuenta que estaba perfectamente sana. No tengo ningún dolor en la columna vertebral y le quiero dar gracias al Señor públicamente”.

Cuando esta señora dio su testimonio, todos alababan al Señor y la fe en la presencia de Jesús resucitado creció más en la comunidad cristiana.

Yo también le di gracias al Señor porque los detalles eran todos exactos, lo cual me ayuda a creer más yo mismo en la palabra de conocimiento como palabra que nos viene del Espíritu, y no de alguna sensación física o por conocimiento psicológico, pues los detalles son demasiado exactos para ser fruto de la imaginación. En este caso pude verificar en el cassette grabado cómo todos los detalles coincidían.

Lo mismo le había pasado a la Samaritana en el pozo de Jacob cuando Jesús le reveló a través de una palabra de conocimiento:
-Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es marido tuyo, en eso has dicho la verdad...”
La Samaritana, después de su coloquio con Cristo, salió corriendo a la ciudad y dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Mesías?". Jn 4, 17ss.

Así como a través de una palabra de conocimiento se convirtió el pueblo de Samaría, así también a través de estas palabras de conocimiento se edifican las comunidades, crece la fe y se alaba a Dios.

Un día el cardenal Suenens le pidió al P. Emiliano hacer un artículo para explicar cómo le llega a la mente la palabra de conocimiento. Le contestó:
-Eminencia, yo no sé bien cómo explicar este carisma. Sería tan difícil como si usted me pidiera hacerle un artículo sobre cómo nos llega una distracción a la mente”.

En el verano de 1982 me pidieron hacer nueve programas de televisión sobre la Renovación Carismática en la emisora de CHOT, en Ottawa. Todos esos programas de media hora cada uno se grabaron en video tape para ser transmitidos al final del otoño siguiente.

Durante la oración por los enfermos en el último programa me vinieron ciertas palabras de conocimiento. Anunciando las curaciones que el Señor estaba realizando, dije:
-En este momento hay un hombre que está solo en un hospital. Está enfermo de la espalda, pero el Señor lo está sanando. Él está sintiendo un calor que invade su espalda. Puede levantarse y caminar”.

Al regresar a casa caí en cuenta que el programa no estaba pasando directamente al aire sino que sería transmitido varios meses después. Yo estaba un poco perplejo y hasta pensé: "tal vez este hombre todavía ni siquiera entra al hospital y yo ya lo di de alta en el nombre del Señor Jesús". Sólo me reí del buen humor de nuestro Dios...

A fines de enero recibí una carta de B.G. quien había tenido un delicado problema moral. La carta decía así:
-"A causa de una enfermedad dejé de trabajar, teniendo dos vértebras de la espalda desplazadas. El tiempo, los ejercicios y la terapia no sirvieron para nada. En diciembre me sometí a una intervención quirúrgica que duró cuatro horas para volver a tener movimiento en mi pierna derecha. El día de mi operación, 9 de diciembre, se rasgó mi corazón por una prueba terrible sobre mí y mi familia... el 18 de diciembre estaba en el hospital, débil, física y moralmente. Mi fe parecía muerta. A las 6:25 p.m. prendí la televisión. Terminaba el programa "Amor sin fronteras" donde usted decía: "En estos momentos hay un hombre solo en su cuarto de hospital. Sufre de la espalda y en este momento Jesús lo comienza a curar. Él siente a Jesús en su cuerpo y más tarde él testificará su curación". Allí se acabó el programa. No hubo tiempo ni para el canto final. Yo estaba hecho un mar de lágrimas, profundamente impresionado, cómo Jesús podía unirse a un corazón herido, frustrado y tan cerrado. Más ¿no es por estos corazones que él murió? Hoy, un mes más tarde, le cuento: mi curación progresa maravillosamente. Por primera vez en mí conozco "LA PAZ DEL PERDON SIN CONDICIONES".

De la misma forma que en Tahití, se verificaban todos los detalles. Lo único especial es que el Señor me había dado en junio el anuncio de una curación que iba a efectuarse el 18 de diciembre siguiente y yo había dicho "en estos momentos".

A través de este testimonio he aprendido algo muy importante: el Señor no está limitado por el tiempo. El podía dar una palabra que anunciaba lo que sucedería después, diciendo "en este momento". De allí concluyo que Dios no tiene ni reloj ni calendario. ¡El es el eterno Presente!
Emiliano Tardif – Libro: Jesús está vivo

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