Ante el incumplimiento de Facebook de garantizar la privacidad de los datos de los usuarios, más que prohibir, hay que enseñar a usar.
La revista Wired es un referente mundial sobre el tema de medios de comunicación digitales. En mayo de 2010 publicó un artículo de opinión firmado por Ryan Singel (cf. Facebook’s Gone Rogue; It’s Time for an Open Alternative, 07.05.2010), uno de sus colaboradores habituales, sobre uno de los puntos que más inquietud genera en los usuarios de redes sociales como Facebook: el de la privacidad.
Con palabras despreocupadas y directas, Singel plantea la necesidad de una alternativa real al problema de la exposición de datos personales de los usuarios de Facebook (a cuyo iniciador - Mark Zuckerberg - no duda en llamar “fundador de sueños de dominación mundial”). Para ello propone la posibilidad de un control personalizado por parte de cada usuario, incluso la venta de un subdominio dentro de la red social, de manera que cada cual pueda gestionar su propio perfil sin problemas de violación de la privacidad.
Ryan Singel inicia su escrito reconociendo que Facebook se dio cuenta que poseía la red y a partir de ese momento decidió convertir las páginas de perfil en su identidad institucional en línea. O lo que es lo mismo: “su” identidad fue la de sus usuarios.
Promesa incumplida.
El autor recuerda también que Facebook no ha cumplido, pese a no pocas peticiones, con su promesa de garantizar la privacidad de los datos de los usuarios, lo que ha derivado incluso en una exposición cada vez mayor al robo de información personal.
Singel también señala que Facebook sublicencia la información de los perfiles a empresas como Yelp, Pandora y Microsoft, además de posibilitar, según él, que cuando alguien escribe palabras como “FBI” o “CIA” se registren y dé seguimiento por parte de esas entidades para conocer qué se dice de ellas al respecto.
En definitiva, el artículo vuelve una vez más a la problemática que supone la privacidad, concluyendo que la relación de ésta con Facebook es realmente complicada: “La relación es simple: Facebook piensa que sus nociones de la vida privada - es decir su capacidad para controlar la información acerca de usted - están simplemente pasados de moda”.
Y agrega Singel: “Es evidente que Facebook nos ha enseñado algunas lecciones. Queremos maneras más fáciles de compartir fotos, enlaces y actualizaciones para quedar con los amigos, familiares, compañeros de trabajo e incluso, a veces, el mundo. Pero eso no significa que la compañía se haya ganado el derecho a poseer y definir nuestra identidad”.
¿Prohibir? No, enseñar a usar.
Después de este resumen de Facebook’s Gone Rogue; It’s Time for an Open Alternative puede venir la pregunta: ¿cuál es qué la relación de Facebook con la virtud de la prudencia?
Cada vez son más los padres de familia preocupados por las actividades de sus hijos en la red social más grande del mundo. Muchos más se preguntan sobre la conveniencia de permitir que sus hijos posean un perfil en esa red social concreta o en otra del estilo. Facebook cuenta con más de 500 millones de usuarios y la cifra crece aceleradamente cada día.
Más que prohibir, hay que enseñar a usar. Es más difícil pero no imposible. Y muchas veces la enseñanza no se circunscribe exclusivamente al tema en cuestión.
Sabemos que las virtudes humanas son perfecciones habituales y estables del entendimiento y de la voluntad, que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta en conformidad con la razón y la fe.
En cuanto virtud, la prudencia dispone la razón a discernir, en cada circunstancia, nuestro verdadero bien y a elegir los medios adecuados para realizarlo. Es guía de las demás virtudes, indicándoles su regla y medida.
Una adecuada formación en la virtud de la prudencia, que implica ejercitarse prácticamente en la misma, es también una ayuda en el uso de redes sociales. Y a ser prudente se aprende también viéndolo reflejado en el actuar del prójimo (empezando por el hogar, primera escuela de virtudes); a partir del conocimiento del bien y del mal. Y qué mejor comienzo para vivir la prudencia que el recordar que todos nuestros actos implican responsabilidades.
Autor: Jorge Enrique Mújica, LC
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