domingo, 16 de mayo de 2010

CRISTO, MARÍA Y LA IGLESIA


Según Teihard de Chardin, el amor de Dios guía la evolución del universo hacia Cristo. Cristo es el punto de convergencia de todas las energías del universo hacia el Dios Amor.

Por eso, el proceso evolutivo del universo y de la humanidad entera es un proceso de cristificación continua, de centrarlo todo en Cristo, y por Cristo en el Padre. El mismo San Pablo dice que en Él fueron creadas todas las cosas del Cielo y de la TierraTodo fue creado por Él y para Él. Él es antes que todo y todo subsiste en Él. Él es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primicia sobre todas las cosas. Y quiso el Padre que en Él habitasen toda la plenitud y por Él reconciliar consigo todas las cosas, pacificando cosas pacificando con la sangre de su cruz tanto las cosas de la Tierra como las del Cielo(Col 1, 16-20)

Cristo es el principio y el fin, el alfa y la omega, el centro y el culmen de todo lo que existe. Por ello, el amor de Dios pasa a través de Cristo hasta nosotros y de nosotros llega al Padre por medio de Cristo, Cristo es el puente, el camino, hacia el Dios del Amor. Nuestro proceso de santificación debe ser una transformación en Cristo, una cristificación continua, un llenarnos del amor de Dios por medio de Jesucristo.

Ahora bien, la providencia de Dios ha querido darnos un medio admirable y asombroso para unirnos a Cristo: la Eucaristía. Cristo nos espera en la Eucaristía como un amigo cercano con todo su amor divino. Cristo se deja “comer” por nosotros para asimilarnos mejor a Él. Cristo se hace cercano, como lo fue hace más de 2000 años, para dejarse tocar, para dejarse amar. E, en el momento de la comunión eucarística, nos transforma en Él y somos UNO con Él. Por eso, la Eucaristía es el mejor medio, que Dios nos ha regalado, por disfrutar de su amor en Cristo y por Cristo.

Si comulgamos frecuentemente, Cristo nos ira cristificando y asemejando a Él y llegará a ser el centro de nuestra vida. En la Eucaristía tenemos a la Trinidad en pleno, amando al alma y dejándose amar por la criatura, de la mejor manera posible en este mundo.

¡Qué grande y transformadora es la Eucaristía! Escuchemos a Teihard de Chardin: Al contacto eucarístico reaccionaré mediante el esfuerzo entero de mi vida, de mi vida de hoy y de mi vida de mañana, de mi vida individual y de mi vida unida a todas las demás vidas. En mí, periódicamente, podrán desvanecerse las santas especies. Cada vez me dejarán un poco más profundamente hundido en las manos de su Omnipotencia: viviendo y muriendo, en ningún momento dejaré de avanzar contigo, Señor. Por tanto se justifica con un vigor y un rigor insospechado el precepto implícito de la Iglesia de que es preciso siempre y en todas partes comulgar. La Eucaristía debe invadir mi vida. Mi vida debe hacerse, gracias a este sacramento, un contacto contigo sin límites y sin fin… Mi vida se descubre ahora como una Comunión mediante el Mundo contigo. El sacramento de la vida. El sacramento de mi vida, de mi vida recibida, de mi vida vivida, de mi vida abandonada. Si, mi vida, vivida y abandonada en las manos de Jesús, con quien debo vivir mi vida en todo instante, pero que la hará más vida y más plena cuanto más unido esté a Él en la Eucaristía.

Mi vida, pues, sólo tendrá pleno sentido en la unión total con Cristo en la Tierra y por toda la eternidad. Por Cristo llegaré al Padre y a Cristo llegaré con el poder del Espíritu Santo. En este proceso me ayudarán también todos los santos y los ángeles.

Ahora bien, no nos olvidemos de María, la madre de Jesús y madre nuestra. Ella es la criatura más pura y santa que Dios ha creado. Es la persona humana más perfecta, que ha existido, existe y existirá. Ella es más santa y pura que todos los santos y serafines. Ella es la única criatura que, mirando al divino Jesús, le ha podido decir: Tu sangre, tu vida es mi vida. La única criatura que le ha podido decir a Dios: Tú eres mi hijo. Ella entraba en los planes de la providencia divina como parte del plan de salvación. Sin Ella, la creación hubiese quedado incompleta, según el plan querido por Dios.

Dice Teihard de Chardin: Cuando llegó el momento de la Encarnación, tuvo Dios la necesidad de suscitar en el mundo una virtud capaz de atraerlo hacia nosotros. Necesitaba una Madre que lo engendrase en las esferas humanas. Y ¿qué hizo entonces? Creo a la Virgen María. Hizo que apareciera sobre la Tierra una pureza tan grande que llegara a poder abismarse en esa transparencia y pureza hasta que viniera al mundo como un pequeño niño. La potencia de la pureza de María hizo hacer a Dios entre nosotros.

He hizo a María, Virgen y Madre. Hizo que su pureza sea más fecunda que la de todas las madres del mundo y la hizo madre de todos los hombres. Por eso, María es parte de la providencia de Dios en el mundo y todos aquellos que quieran prescindir de su amor y de su protección maternal, estarán privándose de muchísimas bendiciones que Dios quiere darles a través de Ella. Ella es la Madre de la divina providencia.

Ella fue la persona que mejor vivió su unión total con Cristo. Ella fue un sagrario viviente durante los meses que lo llevó en su seno. Su vida entera fue un vivir por Jesús y para Jesús. Jesús era el centro de su existir. Algo parecido fue también para san José, que fue quien más de cerca vivió con Él y con María. Por eso, los hombres, en la medida en que vivan en esta unión íntima con Jesús, especialmente en la Eucaristía, podrán realizar su ideal de santificación y perfección personal. Ahora bien, Dios nos ofrece la Eucaristía en la Iglesia y por la Iglesia, que es el nuevo pueblo de Dios en el Nuevo Testamento. Por eso, la Iglesia Católica es parte fundamental de la providencia de Dios en su plan de salvar al mundo. La Iglesia es el instrumento de la redención universal (Vat II, LG 9), pensado por Dios para llevar a todos los hombres la plenitud. Decía el Papa Juan Pablo II que la plenitud del misterio salvífico de Cristo pertenece también a la Iglesia inseparablemente unida a su Señor" (Dominus Jesús Nº 16) Así pues la Iglesia Católica está llamada a ser el medio ideal para que los hombres lleguen a Cristo y formar en Cristo y con Cristo el pueblo de Dios.

La Iglesia es proyecto visible del amor de Dios a la humanidad que quiere que todo el género humano forme un único pueblo de Dios. (Cat 776) Por ello, podemos decir que el mundo fue creado en orden a la Iglesia, que es la finalidad de todas las cosas. (Cat 760)

La Iglesia viene a ser la autopista de amor para llegar más rápidamente a la plenitud de Cristo. En ella estamos seguros de caminar con paso firme hacia la patria definitiva, guiados por la mano de nuestro Padre Dios, que ha querido a la Iglesia como Madre y guía para todos los hombres.

¡Qué gracia tan grande ser católicos! Vivamos nuestra fe en plenitud y demos gracias a Dios por este gran regalo que nos ha dado por su misericordia infinita.
P. Ángel Peña: Libro: La providencia de Dios

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