Sería una gravísima injusticia decir que los homosexuales son todos pederastas, pero también es cierto que un gran número de ellos lo son.
En 1947, André Gide recibió el premio Nobel de literatura. Escribió, entre otros, el libro Corydon, que constituye como el primer manifiesto del movimiento gay. En este libro distingue a los homosexuales en dos categorías separadas. Los que prefieren hombres adultos y los que prefieren hombres jovencitos imberbes, adolescentes, que son propiamente los pederastas, entre los que él orgullosamente se anota y cuya práctica frecuentaba en los barrios de Tánger y Casablanca en Marruecos[1]. Según estudios[2] hay una relación significativa entre homosexualidad y pederastia entre el 22 y el 60%.
Según estadísticas del gobierno de USA, en 1992, entre el 17% y el 24% de chicos menores de 18 años han sido víctimas de abusos sexuales por homosexuales, comparado con el de 0.09 de chicas víctimas de abusos por heterosexuales. Como se ve la diferencia es enorme.
Precisamente, muchos heterosexuales han tomado ese camino de la homosexualidad por haber sido abusados por otros. Veamos dos ejemplos reales.
El padre de Steve era alcohólico y abusaba físicamente tanto de su mujer como de Steve. A la edad de seis años, un vecino abusó sexualmente de él. Eso volvió a sucederle con nueve y diez años, a manos de otros chicos mayores del vecindario. Estas experiencias, unidas a su distanciamiento respecto de su padre, pusieron los cimientos para una conducta activa de homosexualidad en su vida adulta. Con un tratamiento eficaz, Steve fue capaz de dolerse por las pérdidas del pasado y cortar los lazos que le unían con la atracción hacia los de su sexo. Hoy está libre de deseos homosexuales[3].
El padre de Howard pasaba mucho tiempo fuera de casa por viajes de trabajo y, cuando volvía, era muy indiferente en la relación con su hijo. Cuando Howard tenía cuatro años, un compañero de colegio, llamado Robert, abusó sexualmente de él. Hacía algún tiempo que conocía a Robert. Howard recibía atención, afecto y también intimidad sexual de Robert. En el cuerpo de Howard se formó un patrón que le indicaba que, para obtener el cariño de un hombre, debía tener relaciones sexuales con él. Cuando fue adulto, continuó teniendo relaciones homosexuales siempre que alguna presión se cernía sobre su vida. Era su válvula de escape, su receta para obtener vínculos con los varones.
Johnson y Shrier hallaron una fuerte correlación estadística entre el abuso sexual infantil y la actividad homosexual en la adolescencia y en el estado adulto. Los niños, que habían sido agredidos por hombres adultos, tenían cuatro veces más probabilidades de tener actualmente relaciones homosexuales que aquellos que no habían padecido tales agresiones. Además, descubrieron que aquellos que habían sufrido agresiones sexuales en la infancia, se identificaban a sí mismos como homosexuales en una proporción próxima a siete veces mayor, y, como bisexuales, casi seis veces más que aquellos que no habían padecido las agresiones[4].
Según el Journal of the american medical Association, el 50% de los hombres enfermos de SIDA habían tenido relaciones sexuales con un hombre adulto antes de los 16 años y el 20% antes de cumplir 10. En realidad, estudios científicos señalan que de cada tres pedófilos uno es homosexual, cuando son como mucho un 2% entre la población en general. Los homosexuales tienen unas doce veces más probabilidades de molestar a los niños sexualmente que los heterosexuales. Los profesores homosexuales son al menos siete veces más propensos a molestar a un alumno y se estima que los profesores homosexuales han cometido al menos el 25% de los actos sexuales contra alumnos[5].
Es penoso comprobar que, en algunas oportunidades, hay niños que son secuestrados para satisfacer las necesidades sexuales de algunos homosexuales. Las revistas pornográficas homosexuales están abundantemente ilustradas con actos sexuales que implican niños y adolescentes. Pareciera que todo vale, pero las consecuencias del abuso sexual duran para toda la vida.
Un niño abusado, aunque sea por sus compañeros mayores del colegio, padecerá graves problemas sicológicos. Según algunos estudios, un 75% consideró el suicidio como una alternativa; un 40% lo intentó y un 15% se suicidó. El 85% de los niños abusados sexualmente son adictos al alcohol o a la droga, y un 90% tiene algún tipo de desorden depresivo[6].
Muchos de los violadores son personas cercanas o familiares. Y normalmente son personas con impulsos sexuales compulsivos, es decir, personas enfermas sexualmente hablando. Y, cuando un homosexual adicto al sexo no tiene a un adulto de su mismo sexo disponible y se presentan ciertas circunstancias, puede incurrir en la violación para satisfacer su instinto insaciable.
Veamos el caso del escándalo de los sacerdotes. Hay que decir con toda claridad que se han querido aprovechar estos casos para desprestigiar a la Iglesia católica y a todos los sacerdotes en general. Se han sacado casos de hace 30 y hasta 50 años; ha habido muchísimas difamaciones. El caso más patente ocurrió en Brasil. El 16 de noviembre de 2005, la revista brasileña ISTOE publicó un informe en que se decía que en Brasil, según una investigación del Vaticano, había 1.700 sacerdotes comprometidos en crímenes sexuales. Fue una información totalmente falsa, pues se trataba de 1.700 sacerdotes encuestados y no culpables de ningún abuso. Además, el Vaticano no había realizado ninguna investigación al respecto. Por eso, el cardenal Geraldo Majella, presidente de la Conferencia episcopal de Brasil, pidió a la revista que se rectificara públicamente, cosa que no hizo.
¿Cuántos casos habrá habido de calumnias, buscando alguna ganancia económica en los tribunales? También se han dado muchos casos en los que se han denunciado a sacerdotes ya fallecidos, que no podían defenderse. De todos modos, es cierto que en Estados Unidos un número entre 60 y 100 sacerdotes han cometido abusos sexuales con jóvenes y adolescentes. Según la investigación de la Pensylvania State University, dada a conocer en un documento titulado Pedophiles and priests, serían unos 60 sacerdotes suspendidos por abusos sexuales.
El doctor Jenkins, que hizo la investigación, dijo: Los abusos cometidos por clérigos son mucho menos frecuentes de lo que dan a entender los titulares de los periódicos[7]. Él mismo afirma que la tasa de incidencia es mucho mayor entre maestros y otros profesionales que trabajan con niños y jóvenes.
Sobre este tema, los cardenales norteamericanos, reunidos el 24-4-2002, manifestaron textualmente en un comunicado público: Si bien los casos de pedofilia auténtica por parte de sacerdotes y religiosos son escasos, todos reconocen la gravedad del problema. Se ha destacado que, prácticamente, todos los casos han visto implicados a adolescentes, por lo que no puede hablarse de casos de pedofilia auténtica. De hecho, el 99% de todos los sacerdotes involucrados en escándalos eran homosexuales. Por ello, el Papa Benedicto XVI ha prohibido en absoluto que sean ordenados sacerdotes quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay[8].
¿Hay discriminación contra los homosexuales por no aceptarlos para ser sacerdotes? Algunos dirán que sí, pero la experiencia es madre de la ciencia y, por ello, la Iglesia no quiere tener más escándalos que minen su prestigio por causa de sacerdotes homosexuales. Los sacerdotes deben vivir el Evangelio con coherencia y ser modelos para todos los fieles. La Asociación de médicos católicos norteamericanos, en un comunicado del 29 de mayo del 2002, hablando sobre esto, decía:
Al tratar a sacerdotes involucrados en pedofilia, hemos advertido que esos hombres, casi sin excepción, sufrían de negación de pecado en sus vidas. No estaban dispuestos a admitir y solucionar el profundo dolor emocional que habían experimentado en una niñez de soledad, a menudo en su relación paterna, el rechazo de sus compañeros, la falta de confianza masculina, la mala imagen corporal, tristeza, rabia. Esta rabia, que se originaba mayormente a partir de desilusiones y heridas con sus compañeros o padres y que, a menudo, iba dirigida hacia la Iglesia, el Santo Padre y las autoridades religiosas. Al rechazar las enseñanzas de la Iglesia sobre la moralidad sexual, estos hombres adoptaron mayormente la ética sexual utilitaria. Ellos han llegado a considerar su propio placer como el fin más alto y, en consecuencia, han usado a otros, incluyendo a adolescentes y niños, como objetos sexuales. Trágicamente estos errores permitieron a estos hombres justificar sus conductas[9].
Según los médicos católicos que trataron a estos sacerdotes, que causaron escándalos, eran homosexuales con serios problemas éticos y sexuales. Podemos decir que eran enfermos con graves trastornos sicológicos y emocionales. ¿Y sería discriminación tomar medidas preventivas para evitar que se vuelvan a repetir hechos semejantes?
Según hemos anotado anteriormente, entre el 17% y el 24% de chicos menores de 18 años fueron víctimas de abusos sexuales por homosexuales, comparado con el 0.09 de chicas víctimas de abusos por heterosexuales. Los homosexuales tienen doce veces más probabilidades de molestar a los niños sexualmente que los heterosexuales. Lo cual indica que es preferible evitar darles responsabilidades relacionadas con niños, ya que es mejor prevenir que lamentar.
Según estadísticas del gobierno de USA, en 1992, entre el 17% y el 24% de chicos menores de 18 años han sido víctimas de abusos sexuales por homosexuales, comparado con el de 0.09 de chicas víctimas de abusos por heterosexuales. Como se ve la diferencia es enorme.
Precisamente, muchos heterosexuales han tomado ese camino de la homosexualidad por haber sido abusados por otros. Veamos dos ejemplos reales.
El padre de Steve era alcohólico y abusaba físicamente tanto de su mujer como de Steve. A la edad de seis años, un vecino abusó sexualmente de él. Eso volvió a sucederle con nueve y diez años, a manos de otros chicos mayores del vecindario. Estas experiencias, unidas a su distanciamiento respecto de su padre, pusieron los cimientos para una conducta activa de homosexualidad en su vida adulta. Con un tratamiento eficaz, Steve fue capaz de dolerse por las pérdidas del pasado y cortar los lazos que le unían con la atracción hacia los de su sexo. Hoy está libre de deseos homosexuales[3].
El padre de Howard pasaba mucho tiempo fuera de casa por viajes de trabajo y, cuando volvía, era muy indiferente en la relación con su hijo. Cuando Howard tenía cuatro años, un compañero de colegio, llamado Robert, abusó sexualmente de él. Hacía algún tiempo que conocía a Robert. Howard recibía atención, afecto y también intimidad sexual de Robert. En el cuerpo de Howard se formó un patrón que le indicaba que, para obtener el cariño de un hombre, debía tener relaciones sexuales con él. Cuando fue adulto, continuó teniendo relaciones homosexuales siempre que alguna presión se cernía sobre su vida. Era su válvula de escape, su receta para obtener vínculos con los varones.
Johnson y Shrier hallaron una fuerte correlación estadística entre el abuso sexual infantil y la actividad homosexual en la adolescencia y en el estado adulto. Los niños, que habían sido agredidos por hombres adultos, tenían cuatro veces más probabilidades de tener actualmente relaciones homosexuales que aquellos que no habían padecido tales agresiones. Además, descubrieron que aquellos que habían sufrido agresiones sexuales en la infancia, se identificaban a sí mismos como homosexuales en una proporción próxima a siete veces mayor, y, como bisexuales, casi seis veces más que aquellos que no habían padecido las agresiones[4].
Según el Journal of the american medical Association, el 50% de los hombres enfermos de SIDA habían tenido relaciones sexuales con un hombre adulto antes de los 16 años y el 20% antes de cumplir 10. En realidad, estudios científicos señalan que de cada tres pedófilos uno es homosexual, cuando son como mucho un 2% entre la población en general. Los homosexuales tienen unas doce veces más probabilidades de molestar a los niños sexualmente que los heterosexuales. Los profesores homosexuales son al menos siete veces más propensos a molestar a un alumno y se estima que los profesores homosexuales han cometido al menos el 25% de los actos sexuales contra alumnos[5].
Es penoso comprobar que, en algunas oportunidades, hay niños que son secuestrados para satisfacer las necesidades sexuales de algunos homosexuales. Las revistas pornográficas homosexuales están abundantemente ilustradas con actos sexuales que implican niños y adolescentes. Pareciera que todo vale, pero las consecuencias del abuso sexual duran para toda la vida.
Un niño abusado, aunque sea por sus compañeros mayores del colegio, padecerá graves problemas sicológicos. Según algunos estudios, un 75% consideró el suicidio como una alternativa; un 40% lo intentó y un 15% se suicidó. El 85% de los niños abusados sexualmente son adictos al alcohol o a la droga, y un 90% tiene algún tipo de desorden depresivo[6].
Muchos de los violadores son personas cercanas o familiares. Y normalmente son personas con impulsos sexuales compulsivos, es decir, personas enfermas sexualmente hablando. Y, cuando un homosexual adicto al sexo no tiene a un adulto de su mismo sexo disponible y se presentan ciertas circunstancias, puede incurrir en la violación para satisfacer su instinto insaciable.
Veamos el caso del escándalo de los sacerdotes. Hay que decir con toda claridad que se han querido aprovechar estos casos para desprestigiar a la Iglesia católica y a todos los sacerdotes en general. Se han sacado casos de hace 30 y hasta 50 años; ha habido muchísimas difamaciones. El caso más patente ocurrió en Brasil. El 16 de noviembre de 2005, la revista brasileña ISTOE publicó un informe en que se decía que en Brasil, según una investigación del Vaticano, había 1.700 sacerdotes comprometidos en crímenes sexuales. Fue una información totalmente falsa, pues se trataba de 1.700 sacerdotes encuestados y no culpables de ningún abuso. Además, el Vaticano no había realizado ninguna investigación al respecto. Por eso, el cardenal Geraldo Majella, presidente de la Conferencia episcopal de Brasil, pidió a la revista que se rectificara públicamente, cosa que no hizo.
¿Cuántos casos habrá habido de calumnias, buscando alguna ganancia económica en los tribunales? También se han dado muchos casos en los que se han denunciado a sacerdotes ya fallecidos, que no podían defenderse. De todos modos, es cierto que en Estados Unidos un número entre 60 y 100 sacerdotes han cometido abusos sexuales con jóvenes y adolescentes. Según la investigación de la Pensylvania State University, dada a conocer en un documento titulado Pedophiles and priests, serían unos 60 sacerdotes suspendidos por abusos sexuales.
El doctor Jenkins, que hizo la investigación, dijo: Los abusos cometidos por clérigos son mucho menos frecuentes de lo que dan a entender los titulares de los periódicos[7]. Él mismo afirma que la tasa de incidencia es mucho mayor entre maestros y otros profesionales que trabajan con niños y jóvenes.
Sobre este tema, los cardenales norteamericanos, reunidos el 24-4-2002, manifestaron textualmente en un comunicado público: Si bien los casos de pedofilia auténtica por parte de sacerdotes y religiosos son escasos, todos reconocen la gravedad del problema. Se ha destacado que, prácticamente, todos los casos han visto implicados a adolescentes, por lo que no puede hablarse de casos de pedofilia auténtica. De hecho, el 99% de todos los sacerdotes involucrados en escándalos eran homosexuales. Por ello, el Papa Benedicto XVI ha prohibido en absoluto que sean ordenados sacerdotes quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay[8].
¿Hay discriminación contra los homosexuales por no aceptarlos para ser sacerdotes? Algunos dirán que sí, pero la experiencia es madre de la ciencia y, por ello, la Iglesia no quiere tener más escándalos que minen su prestigio por causa de sacerdotes homosexuales. Los sacerdotes deben vivir el Evangelio con coherencia y ser modelos para todos los fieles. La Asociación de médicos católicos norteamericanos, en un comunicado del 29 de mayo del 2002, hablando sobre esto, decía:
Al tratar a sacerdotes involucrados en pedofilia, hemos advertido que esos hombres, casi sin excepción, sufrían de negación de pecado en sus vidas. No estaban dispuestos a admitir y solucionar el profundo dolor emocional que habían experimentado en una niñez de soledad, a menudo en su relación paterna, el rechazo de sus compañeros, la falta de confianza masculina, la mala imagen corporal, tristeza, rabia. Esta rabia, que se originaba mayormente a partir de desilusiones y heridas con sus compañeros o padres y que, a menudo, iba dirigida hacia la Iglesia, el Santo Padre y las autoridades religiosas. Al rechazar las enseñanzas de la Iglesia sobre la moralidad sexual, estos hombres adoptaron mayormente la ética sexual utilitaria. Ellos han llegado a considerar su propio placer como el fin más alto y, en consecuencia, han usado a otros, incluyendo a adolescentes y niños, como objetos sexuales. Trágicamente estos errores permitieron a estos hombres justificar sus conductas[9].
Según los médicos católicos que trataron a estos sacerdotes, que causaron escándalos, eran homosexuales con serios problemas éticos y sexuales. Podemos decir que eran enfermos con graves trastornos sicológicos y emocionales. ¿Y sería discriminación tomar medidas preventivas para evitar que se vuelvan a repetir hechos semejantes?
Según hemos anotado anteriormente, entre el 17% y el 24% de chicos menores de 18 años fueron víctimas de abusos sexuales por homosexuales, comparado con el 0.09 de chicas víctimas de abusos por heterosexuales. Los homosexuales tienen doce veces más probabilidades de molestar a los niños sexualmente que los heterosexuales. Lo cual indica que es preferible evitar darles responsabilidades relacionadas con niños, ya que es mejor prevenir que lamentar.
Fuente: Del Libro “Homosexuales Liberados” – P. Ángel Peña
[2] Journal of sex and marital therapy por el doctor K. Reund (1984), son pederastas el 36%; Eastern Psychological Assoc. Convention por el doctor Raymond Knight (1991) el 33%; Journal of the American medical Association por el doctor Wassermann (1984 y 1986) son el 22%; Journal of international violence por el doctor Marshall (1991) son el 42%; Psychiatric Journal University of Ottawa, por el doctor Bradford (1988) son el 60%.
[3] Cohen Richard, o.c., p. 83.
[4] Johnson y Shrier, Sexual victimization of boys, Journal of adolescent health care 6, Nº 5, setiembre 1985, pp. 372-376.
[5] Cameron, Homosexuality and child molestation, psychological reports 58, 1986, pp. 327-337.
[6] Clark Ave, Luces en la oscuridad, Ed. San Pablo, Bogotá, 1995, p. 22.
[7] Jenkins, Pedophiles and priests, Oxford University Press, New York, 1996.
[8] Instrucción aprobada por Benedicto XVI el 31 de agosto de 2005.
[9] www.vidahumana.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario