lunes, 5 de abril de 2010

FIESTA GRANDE EN LOS CIELOS


Porque en este día tú y yo podemos decir sí al amor y a la misericordia, podemos permitir a Dios que nos perdone.

Hay fiesta grande en los cielos. Los querubines, los serafines, los principados, las potestades, los ángeles de primera y de segunda fila, los arcángeles: todos cantan, danzan, gritan de alegría.

Porque un esposo infiel ha pedido perdón a su esposa. Y porque la esposa lo ha perdonado.

Porque un banquero honesto ha resistido a un soborno. Y porque un banquero deshonesto ha perdonado deudas injustas y ha repartido su dinero entre los pobres.

Porque un hijo caprichoso ha empezado a obedecer a sus padre. Y porque sus padres han aprendido que se logra más con el cariño que con la ira.

Porque un obrero holgazán ha pedido perdón a su jefe y ha empezado a trabajar en serio. Y porque su jefe ha empezado a darle un salario justo y a tratarlo verdaderamente como a hermano.

Porque un sacerdote tibio ha tirado por la ventana su egoísmo. Y porque un sacerdote anciano sigue dando en su parroquia consejos, homilías y reprimendas llenas de cariño.

Porque un médico ha decidido no abortar nunca más a ningún hijo, a pesar del riesgo de arruinar su carrera. Y porque otro médico rechazó ofertas desleales de una compañía farmacéutica y decidió no recetar nunca medicinas inútiles.

Porque un político perdió su cargo por ser fiel a la conciencia. Y porque otro político se atrevió a reconocer sus mentiras y afrontó una vida de aparente fracaso público y de verdadera victoria ética.

Porque un ateo superó sus prejuicios y sintió, como nunca, la existencia de un Dios cercano y bueno. Y porque un creyente no tuvo miedo de ser puesto en ridículo y comunicó con su alegría y su amor auténtico la belleza de vivir como católico.

Porque en este día tú y yo podemos decir sí al amor y a la misericordia, podemos permitir a Dios que nos perdone, y podemos perdonar también nosotros a quien nos deba algo.

Hay fiesta grande en los cielos. Sobre todo, porque el Padre nos ofrece continuamente a su Hijo, nos envía el Espíritu Santo, y tiene a su lado a una Virgen nazarena que supo decir siempre sí al amor y a la esperanza.
Autor: P. Fernando Pascual LC

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